Es el Prosinecki de Vernon. El Jonathan Woodgate azulgrana. El Gareth Bale negro. El Thomas Vermaelen francés. Su nombre: Ousmane Dembelé. El correcaminos galo se ha vuelto a romper. Se acabó la temporada para él. Acumula ocho lesiones en dos años y medio; 342 días de baja y 63 partidos en la enfermería. Apenas tiene 22 años, pero pesan sobre él los 145 millones que pagó el Barça por sus servicios (y su descontrolada vida).

El extremo se ha roto el tendón proximal del bíceps femoral. Los médicos fijan un tiempo de recuperación de un mínimo de tres meses. El máximo tiempo que ha estado en dique seco son tres meses y medio, precisamente por una dolencia como esta. Es su punto más débil. Se perdió entonces 20 partidos. Y con la lesión de la que se recuperaba ahora vio otros 17 encuentros desde la grada. Mal asunto.

El colmo de ahora es que el Barça también tiene a Luis Suárez entre algodones tras pasar por quirófano, y ha descartado la incorporación de un ariete en el mercado de invierno a la espera, precisamente, del regreso de Dembelé. No solo eso, sino que se ha desprendido en enero de Carles Pérez. Ahora sí el club tratará el fichaje de un sustituto para él, como medida excepcional, dadas también las circunstancias excepcionales en las que se encuentra la entidad por estos hechos. Pero este relevo no podrá jugar la Champions: las inscripciones para la competición continental están ya cerradas.

Así las cosas, Dembelé desespera al Barça y a sus aficionados y se devalúa en el mercado. Según la página Transfermarkt, Dembouz alcanzó su mayor cotización hace justo un año, cuando valía 120 millones de euros; ahora, no obstante, la etiqueta marca que está en 75 millones (la menor cantidad desde que viste la elástica blaugrana). ¿Se arriesgará el club a darle una nueva oportunidad, con el riesgo de que se enquiste? ¿Se desprenderá de él a precio de ganga? Algunos ya empiezan a llamarle Ousmane Véndele.