A veces da la sensación que con el Barça vale todo. Y lo peor del caso es que se permite. En ocasiones, la junta directiva adolece de una cierta falta de autoridad que irrita, y con razón, a una parte de la masa social barcelonista.
Sirva de ejemplo un tema recurrente en los últimos meses: el posible fichaje de Neymar. Una operación a la que los aficionados se oponen en bloque, y no por la indiscutible calidad deportiva del jugador, si no por tres razones muy básicas.
Primero, porque se fue del Barça a traición, de la peor manera posible. Segundo, porque tiene demandado al club en reclamación de 43,6 millones de euros y de otros 3,6 millones fruto de una segunda demanda que interpuso más recientemente. Y, tercero, porque el nombre de Neymar es sinónimo de escándalos, fiestas y problemas.
Pese a todo, la directiva del Barça sigue coqueteando con el jugador y su entorno para procurar su fichaje el próximo verano y satisfacer el deseo de Leo Messi. Falta autoridad para imponer la moral a un traspaso estrambótico.
Del mismo modo que escasea comunicación y mano izquierda con los jugadores. Porque no solo los que ya no están se atreven a demandar al Barça, ¡sino que también lo hacen sus propios futbolistas! En este caso hablamos de Arturo Vidal, que reclama 2,4 millones en bonus al club ante los tribunales.
Que los responsables de la entidad no sean capaces de alcanzar un acuerdo con el jugador para evitar una demanda es impropio del mejor club del mundo. Aunque, al menos, tienen la baza de argumentar que no han cedido a sus pretensiones.
Pero la errática política de comunicación entre el palco y el vestuario no es un hecho novedoso. Sin ir más lejos, se evidenció este mismo verano con las tensiones producidas con Messi, precisamente por el fichaje de Neymar, o con el propio Gerard Piqué a principio de temporada, cuando acusó a la cúpula de manipular a la prensa.
Incluso los más jóvenes se atreven con los de arriba. Carles Aleñá también dejó en evidencia a la directiva cuando desmintió que hubiese ofrecido su dorsal a De Jong. Cabe destacar que, desde entonces, ha jugado muy poco y finalmente sale cedido. ¿Habrá sido casualidad?
La continuidad de Valverde pese a los dos desastres en Champions y la oposición generalizada contra su papel en el banquillo o el silencio sobre la situación de Arthur son otros asuntos turbios que el club no parece abordar con la firmeza pertinente. Pero son moco de pavo en comparación con el escándalo silenciado del exdirectivo Manel Arroyo.
El accionista de Dorna habría, supuestamente, incumplido el código ético del club mientras ejercía de vicepresidente, y se le abrió una compliance interna por ello, según apuntan fuentes conocedoras del caso. Sin embargo, el asunto se solventó con la mera y sorpresiva dimisión de Arroyo, sin dar explicaciones.
Una vez más, al Barça le faltó mano dura y en lugar de llevar el caso hasta el final optó por mirar hacia otro lado. Eso sí, los otros tres implicados en el caso, Gerard Guiu, Arno Trabesinger y Sabine Paquer, ya no trabajan para el club.