Podría ser un plagio de la canción "No me llames Dolores, llámame Lola" de Pastora pero es una realidad, un detalle que marca muchas cosas. El título de este artículo lo suscribe el mismo Robert Moreno, que pide a los suyos que conviertan su nombre en un anglicismo, omitan la "t" que lleva el nombre en catalán y cambien el acento marcando la primera sílaba, "ro", en lugar de la segunda, "bert". Un tuneo que se ha hecho en los últimos tiempos y que indica que Moreno (menciono el apellido para no confundirnos), se creía en el momento para empezar a crearse un personaje público de notoriedad en sí mismo, una marca propia que dejara atrás ser el eterno segundo. Aunque de momento, el tiro le ha salido por la culata. Moreno creyó que era ahora el momento después de más de una década siendo la mano derecha de Luis Enrique y, hasta hace poco, el seleccionador español que tomó el relevo a Lucho cuando tuvo la mayor desgracia que pueda tener un padre en la vida.

Vamos a sus inicios. Robert Moreno, iba para banquero. Trabajó en una caja de pensiones hasta que la suerte y un duro esfuerzo que no se puede desmerecer le llevó a tener la oportunidad de su vida: vivir del fútbol. En este deporte, como en el de los medios si hago un símil con el que conozco, te salvas y conreas una carrera si creas tu equipo, si entras dentro de un grupo. Y así lo hizo con el entorno de Luis Enrique. Los sacrificios que Moreno mencionó en sus explicaciones, nadie los cuestiona pero todos sabemos que quién algo quiere, algo le cuesta. Categorías inferiores, irse a vivir a Galicia, cumplir un sueño con el primer equipo del Barcelona y terminar por carambola en la selección española dirigiendo. No está nada mal.

No dudo de los temas personales discutibles ni es prudente hacer juicios de valor: dos no se pelean si uno no quiere. Pero traspasaron las fronteras haciendo público el enfado. No es nada nuevo. Lo vivimos con Cruyff y Rexach, y también con Guardiola y Tito. Pero el de ahora se ha convertido en un enfado "mediático". Solo hay una cosa que justifica que dedique este artículo a Robert Moreno en lugar de hacerlo a Luis Enrique: él era el relevo puntual, no admitió preguntas en su teórica "rueda de prensa" y todavía no ha demostrado nada. Pecó de novato y quizás de ambicioso. Aunque, a veces, la ambición es buena. Veremos qué le lleva en un futuro cercano.