El Barça es más que un club y, por supuesto, mucho más que un equipo de fútbol: es una entidad multidisciplinar. En tiempos de crisis en el Camp Nou, muchos socios y aficionados encuentran consuelo con los éxitos de las secciones. El Palau, una olla a presión para los rivales, ha vivido grandes gestas con el balonmano, el hockey sobre patines, el fútbol sala y, sobre todo, el baloncesto. El ex presidente Josep Lluís Núñez fue quien mejor comprendió la necesidad de unas secciones triomfants.
En los años 80, el Barça cambió la historia del baloncesto cuando cuestionó la hegemonía del Real Madrid. El Palau vibró con Solozábal, Epi, Sibilio y Norris, pero también, a finales del siglo XX, con Barrufet, Masip, Valero Rivera y compañía. Casi cinco décadas después de su inauguración, el pabellón que diseñaron Francesc Cavaller y Josep Soteras está obsoleto y el club sueña con el nuevo Palau, proyectado para acoger 10.000 espectadores y con un coste de 90 millones de euros. El Barça también contempla la construcción de un pabellón anexo para 2.000 aficionados.
Tras ganar su segunda Euroliga en 2010, el Barça se debilitó. Resistió hasta 2014, cuando ganó su última Liga ACB, y su caída fue vertiginosa hasta que rescató a Pesic. El pasado verano, Bartomeu abrió la caja para construir un equipo ganador con el sonado fichaje de Mirotic. Con un simple movimiento, costoso económicamente pero terapéutico desde la óptica deportiva, el Barça daba un golpe sobre la mesa y soliviantaba al Real Madrid.
La afición del Barça, resignada en el último lustro, ha recuperado la ilusión. El Palau ha vuelto a quedarse pequeño y en la junta directiva se plantean que el nuevo pabellón tenga un aforo mayor: entre 14.000 y 15.000 asientos. También se debate sobre el polideportivo anexo, que podría duplicar su capacidad para acoger los partidos del balonmano, el hockey sobre patines y el fútbol sala. El Palau2 no sería un recurso sino una solución.
El Barça, hasta hoy, quería que todas las secciones jugaran en la misma pista, pero la capacidad de convocatoria del baloncesto es muy superior a la de un partido de hockey, donde raramente se concentran 1.000 personas. El presupuesto del básket, por ejemplo, es cinco superior al del balonmano. Mucho más exageradas son las comparaciones con el fútbol sala y el hockey.
Igual que en verano, el Barça debe ser ambicioso en la construcción del nuevo Palau. Tiene masa social de sobras para duplicar la capacidad del actual pabellón si el producto, como el actual, es atractivo. Un error de cálculo sería fatídico en las próximas décadas. El Barça no puede ser menos que el Madrid, el Baskonia o el Valencia en el deporte de la canasta, que mueve 40 millones por temporada.
Las otras secciones, en cambio, tienen mucha menos demanda y podrían jugar en el anexo. No se trata de discriminar a estas disciplinas, sino de ser coherentes con su dimensión. Raramente, balonmano, fútbol sala y hockey reúnen a 4.000 aficionados. En las grandes citas, nada impediría que jugaran en el pabellón principal.