Gerard Piqué es un tipo inteligente. No solo porque de niño le dijesen que tiene un coeficiente intelectual por encima de la media sino porque lo demuestra a diario en sus intervenciones y gestión empresarial, aunque a veces le pierda un poco su ego, algo habitual, por otra parte, entre la mayoría de los futbolistas profesionales.
El tercer capitán del Barça, indiscutible líder moral del vestuario azulgrana, hizo uso de su inteligencia este sábado cuando decidió salir a dar la cara en rueda de prensa. Tras vencer al Getafe sin encajar goles, era un día cómodo para visitar a los compañeros de zona mixta. Pero ese no era el objetivo que el astuto Gerard se traía entre manos.
Piqué quería mandar un mensaje claro y explícito. Y no es el primero que envía este año, ya que recientemente también lanzó un dardo a la cúpula del club por la gira de verano y la repercusión negativa que tuvo sobre la pretemporada para justificar el mal momento de forma del equipo.
Aquel mensaje, lógico y acertado –es verdad que hacer una pretemporada con partidos en Japón y en Estados Unidos no es lo más aconsejable para obtener el estado óptimo de la plantilla–, ayudó a desatar lo que en los últimos días ya se califica abiertamente como el conflicto entre la junta directiva y el vestuario.
Una batalla que estalló definitivamente con el artículo de Xavier Bosch en Mundo Deportivo analizando el incremento de poder del vestuario. Piqué hizo con sus palabras referencia a ese artículo sin necesidad de citarlo y vino a decir que no importa por quién esté firmado ya que “todos sabemos quién lo escribe”, en alusión a la junta directiva.
Es cierto que algunos directivos y ejecutivos del Barça están un poco cansados del desgaste que supone gestionar la relación con los jugadores. Consideran que éstos siempre piensan en sus intereses individuales: solicitando sueldos al alcance de muy pocos clubes que ponen en riesgo la sostenibilidad de la entidad, pidiendo fichajes muy caros, manejando la relación con los medios y atacando a la mínima que las cosas no se hacen como ellos quieren. Sirvan como ejemplos recientes la entrevista de Messi al Sport, las citadas declaraciones de Piqué o cientos de recados enviados por jugadores durante negociaciones sobre renovaciones de contrato que se atascan.
Como en cualquier matrimonio, seguramente ambas partes tengan su cuota de razón, pero lo que no acaba de tener sentido dentro de las intencionadas declaraciones de Piqué es pedir unión lanzando avisos como este, donde el central parafrasea a Pep Guardiola: "Tenemos que estar unidos o nos haremos daño".
Y menos, hacerlo ante los medios sabiendo el incendio que se va a generar, en lugar de gestionarlo en privado. Por muy buena voluntad que pretenda tener el defensa con ese mensaje de unión, es obvio que suena a amenaza. Y las amenazas no hacen la unión.