Que un Barça-Arsenal, amistoso, por el Trofeu Joan Gamper, a principios del mes de agosto, reúna una asistencia de más de 95.000 espectadores en el Camp Nou dice muchas cosas y, al mismo tiempo, contradice a muchos críticos de la actual junta directiva y del entrenador Ernesto Valverde.
Además de decir y contradecir, confirma que este club es atractivo no solo para aficiones de todo el mundo sino también para socios aspirantes a gobernarlo. Algo escondido y muy hermoso tiene que habitar en este Barça como para que en este momento, tanto un ex presidente como Joan Laporta, que vivió una de las épocas más bellas del club, y otro joven socio como Víctor Font, estén deseando el trono que ostenta Josep María Bartomeu. Porque pregunto: ¿Quién es el guapo que quiere dirigir una casa que va camino de la quiebra? como vaticinó hace unos días Laporta. El discurso no debe ir por ahí. El discurso de una entidad falta de alegría se desmonta solo mirando la cifra de asistentes al Trofeu Gamper. El discurso que intenta arruinar las ilusiones de los aficionados queda en el wáter cuando se escucha a Messi prometiéndolo todo y viendo la plantilla que está confeccionando la directiva. El discurso del abandono de las leyes cruyffistas es atropellado por todo lo que está haciendo esta junta por reconocer y valorar lo que el genio holandés aportó a la entidad.
Posiblemente la estatua que se levantará en el Camp Nou, bautizar con el nombre de JC al nuevo MiniEstadi, pintar un mural y confeccionar camisetas con el vocabulario del gran Johan lo habría deseado hacer Jan Laporta y compañía. Y eso debe provocar una rasquiña y una picazón muy ardiente en los que se sienten exclusivos admiradores de Johan. Todo lo que está haciendo Bartomeu en memoria de Cruyff lo hubieran deseado hacer ellos. Como se les ha adelantado, eso escuece.
Pero el Barça lleva muchos años de vida y mantiene un gancho inmenso en todo el mundo, gane o pierda la Champions. Sabemos que todas sus directivas serán criticadas, y sobre los entrenadores siempre habrá quién siembre dudas ganen o pierdan la Champions. Pero la realidad es que el equipo tiene una afición incondicional, y no nacida en los últimos años exitosos, sino que viene generada por tradición y herencias familiares. Bartomeu lo sabe perfectamente y todo lo que está haciendo debería servir para unir al barcelonismo y no para mantener la división.