Son amigos. Compañeros en la selección francesa. Campeones del mundo. Y, a partir de ahora, jugadores del FC Barcelona.
El próximo domingo se volverán a ver las caras en la Ciutat Esportiva de Sant Joan Despí. Por la mañana está previsto que los jugadores disponibles pasen las revisiones médicas pertinentes para hacer su puesta a punto.
Ese será el momento en que Ousmane Dembelé se reencuentre con el flamante nuevo fichaje del Barça, Antoine Griezmann. Un colega con el que ha compartido grandes ratos en las filas de la bleu. Por la tarde, el Principito tendrá su momento de gloria al ser presentado en un Camp Nou a puerta cerrada.
Con una plantilla plagada de estrellas, en can Barça todo el mundo espera la salida de Philippe Coutinho, vigente campeón de la Copa América con Brasil que no fue incluido en el mejor once del torneo. Tampoco estaba Messi, pero en cambio estaba el joven brasileño Everton, extremo izquierdo de gran proyección que suplió a Neymar y se impuso a Cou en las votaciones, como Arthur.
Lo cierto es que pocos cuentan con el carioca, en cambio, muchos ven probable el fichaje de Neymar, aunque supondría una operación económica prácticamente imposible de abordar. Pero, olvídemonos de Coutinho y Neymar.
Centrándonos nuevamente en Dembelé y Griezmann, a día de hoy los dos parecen abocados a competir por un puesto en el once titular de Valverde. Ambos, junto a Messi y Suárez, conformarían los nuevos cuatro fantásticos --cómo los ha definido Joan Domènech en El Periódico-- destinados a pelear por tres posiciones.
Este domingo empiezan a caminar juntos y ambos se necesitarán para integrarse lo mejor posible en un vestuario que podría mostrar ciertas hostilidades con los dos. Con Griezmann, por lo que hizo el año pasado. Con Dembelé, por su ingobernable personalidad.
Empiezan como amigos, pero en la lucha por la titularidad, pueden acabar siendo enemigos.