Antoine Griezmann comerá en la misma mesa que Leo Messi la temporada que viene. Pero no en el sentido metafórico de la expresión, sino en el puramente literal. Todas las informaciones que han llegado a Culemanía en los últimos días así lo indican.
La voluntad del jugador por vestir de azulgrana es total y solo falta que el club pague la cláusula de rescisión a partir del 1 de julio --aunque podría dilatarse algunos días porque habrá que negociar los flecos del acuerdo--, aprovechando que baja de 200 a 120 millones de euros.
A partir de ese momento, y pese al supuesto veto de algunos miembros del vestuario azulgrana --no es el caso de Gerard Piqué, buen amigo suyo, ni de los franceses Umtiti, Lenglet e incluso Dembelé, que están encantados con él--, el Principito podrá compartir mesa con el rey en las concentraciones del FC Barcelona.
Sin embargo, Griezmann todavía está muy lejos de comer en la mesa de Messi en el sentido metafórico. No importa que uno sea campeón del mundo y el otro se haya vuelto a estrenar con derrota en la Copa América ante Colombia. Cuando el crack francés sea jugador del Barça, estará mucho más próximo a ser su camarero que otro comensal más sentado a la vera del rosarino.
La misión del galo en Barcelona será la de trabajar para que el astro argentino viva mejor, y su papel en la presión tras pérdida será casi tan importante como su aportación ofensiva. En definitiva, Antoine llegará para servir al 10 blaugrana.
Solo si se implica como es debido, asume el rol de actor secundario y se deja la piel por el colectivo, quién sabe, tal vez algún día podría llegar a comer en la mesa del mejor jugador de todos los tiempos para compartir un postre. A día de hoy, es impensable.