El Espai Barça será la gran obra del club que preside Josep Maria Bartomeu en el siglo XXI por su magnitud económica. La profunda remodelación del Camp Nou (105.000 localidades, todas cubiertas), la construcción del nuevo Palau Blaugrana (12.000 asientos) y la reordenación del entorno tendrán un coste aproximado de 630 millones de euros, una cifra que desaconseja prisas innecesarias y precisa buenos sustentos financieros.
Aplazado un año más el inicio de las obras, el Barça estrenará el nuevo estadio Johan Cruyff, en la Ciutat Esportiva Sant Joan Despí, a principios de la próxima temporada. Será el punto de partida de la nueva metamorfosis de un club que factura casi 1.000 millones de euros anuales pero adolece de unas instalaciones modernas en sintonía con los nuevos tiempos y las exigencias del mercado.
El Camp Nou, en otros tiempos un estadio vanguardista, requiere un cambio radical. No basta con chapa y pintura. Desde 1994, durante la presidencia de Josep Lluís Núñez, se ha invertido muy poco en mejorar el coliseo azulgrana. En días de lluvia, muchos espectadores se mojan y algunas localidades, sobre todo en la zona baja, tienen una visibilidad muy reducida. El Barça, además, pierde mucho dinero por su escasa oferta de localidades vip y palcos de empresa. Cualquier comparación con el eterno rival es odiosa. Presidente del Real Madrid desde 2000, Florentino Pérez ya ha invertido unos 200 millones de euros en modernizar el Santiago Bernabéu, un campo con 10 años más de vida que el Camp Nou en el que se cierran grandes negocios.
El Barça también necesita un nuevo pabellón polideportivo para sus secciones profesionales. El Palau, una caldera a presión, impide el crecimiento del baloncesto. El Real Madrid, malditos paralelismos, duplica o triplica los ingresos derivados del ticketing y los abonados.
Aprobado en referéndum el nuevo Espai Barça, Bartomeu busca financiación para su proyecto más ambicioso. Las obras debían empezar en 2017 y no lo harán, como mínimo, hasta 2020 porque los permisos municipales se han demorado, pero, sobre todo, porque el presidente busca la máxima estabilidad económica.
Bartomeu ya ha rechazado ofertas muy tentadoras. Entre ellas, una de Grífols. Ha recibido alguna propuesta que alcanzaba los 200 millones de euros, pero quiere más, convencido de que puede ingresar 300 millones por ceder el apellido del Camp Nou durante 15 o 20 años. Y esa búsqueda es la que retrasa el inicio de un proyecto que requiere la máxima transparencia y viabilidad. Cualquier error podría tener un coste muy elevado, incomparable con la pérdida de una Liga o una noche horrible en Anfield.