Duele perder. Siempre. Y duele mucho más hacerlo como se hizo en Anfield, protagonizando un ridículo espantoso, que como se hizo en Sevilla contra el Valencia. Pero al final la conclusión es la misma: decepción, tristeza y dolor.
Seguramente nos habríamos ahorrado este feo final de curso si no hubiese pasado lo que pasó en Liverpool. Aquella debacle marcó de forma inevitable a la plantilla, a una generación de futbolistas inigualables que tienen un problema: se hacen mayores.
Las ganas, la ilusión, incluso la ambición, ya no es la de antaño. Todos lo dicen, y lo recordó Piqué tras la derrota: “Somos el FC Barcelona y tenemos la obligación de ganar”. No le falta razón, pero el concepto es peligroso. No se puede ganar mucho tiempo por obligación. Hace falta algo más.
El Valencia no tenía esa obligación de ganar, sabían que el Barça era claramente favorito. Pero ellos tenían algo más valioso que también demostró el Liverpool en Anfield: la ilusión. Y la hicieron valer ante un equipo moralmente tocado que necesitará una profunda limpieza para reponerse de un golpe histórico.
El propio Piqué dijo en la previa que “la derrota de Anfield nos marcará para siempre” y así se demostró este sábado. Siguen tocados.
El tiempo no pasa en balde y no será fácil reponerse de un fin de curso tan doloroso con tantas vacas sagradas que superan la treintena. La renovación de la plantilla es necesaria, sobre todo para evitar caer en un desastre como el que ha sufrido este año el Real Madrid.
Jugadores como Luis Suárez, cuya ausencia se notó en Sevilla y dará que hablar, Piqué, Busquets, Rakitic, Arturo Vidal, Jordi Alba y el propio Leo Messi superan los 30 años. Y aunque muchos de ellos han dado mucho a este Barça, probablemente ya no todos están para ser titulares el próximo curso. Es necesario hacer algunos cambios.