El partido del Barça en Huesca ha dejado en la retina más elementos positivos que negativos para recordar. En el lado malo todos hemos coincidido que ninguna fotografía ni video de los noventa minutos de Prince tendrá ni el 2% de “me gusta” que tuvo en Instagram su gol de taconazo durante el entrenamiento previo al encuentro contra el Manchester United. Pero sí, en cambio, se produjeron tres debuts de jóvenes no mayores de 21 años que demostraron que son jugadores de futuro, perfectamente válidos para encajar en este Barça.
Una medida más que acertada tomó Ernesto Valverde al rotar a todo el equipo y dar descanso merecido a los vencedores en Old Trafford, con el único objetivo de asegurar el próximo martes la vuelta a unas semifinales de Champions. Teniendo en cuenta que para ser campeones de Liga, el Barça solo requiere la suma de nueve puntos de 18 en juego, la prioridad no es otra que posicionarse entre los cuatro mejores de Europa.
Y por encima de lo que no se hizo sobre el terreno de juego del Huesca, que fue escaso, mucho más de contracrónica fue lo que se vio antes y después del partido. Evoca mejores sensaciones la tierna imagen del abrazo que Marc Ter Stegen da a Riqui Puig que, al mismo tiempo demuestra varias cosas. La primera: Ter Stegen no solo es uno de los mejores porteros del mundo sino que también es un compañero de vestuario único, que, sin duda alguna, próximamente llevará honrosa y merecidamente el brazalete de capitán.
La segunda imagen es la comprobación del buen rollo que hay en el vestuario azulgrana, que es una de las cuestiones que hace posible que en este equipo los éxitos estén en primer plano y los egos aparezcan en segundo lugar. Que el buen humor y el cachondeo prevalecen por encima del cabreo o las envidias lo confirma esa foto que Gerard Piqué colgó en su historia de Instagram en la que, mientras sus compañeros estaban intentando sumar un punto más hacia el título liguero, él veía el partido por TV comiéndose una mariscada de 10 acompañada de un vinito blanco.
La mariscada de Piqué mientras jugaban sus compañeros en Huesca
Para todos esos que no le perdonan una a Piqué, la imagen puede parecer como mínimo descortés, pero para los que conocen el sentido del humor del central, en el que se puede advertir cierta influencia del “mamagallismo” de su esposa barranquillera, es una broma más de su extenso repertorio.
Cualquier medio de comunicación hubiera pagado por tener una cámara en ese vestuario en el momento en que los que jugaron en Huesca comentaran la foto de la mariscada con el autor de la misma. Lo dicho, puro buen rollo, esencia de éxito.