Lo digo después de las exhibiciones de Leo ante el Lyon y el Betis –con esa vaselina que solo está a su alcance–: Messi no ha inventado nada*.
Hace mucho, mucho tiempo que los profesionales de la información dejaron de buscar adjetivos para calificar a Lionel Messi y su obra. Lo arreglan con un conciso “no quedan palabras para definirlo”. ¿Conocerán los más de 93.000 lemas que figuran en el diccionario de la RAE? Algunos de estos términos se refieren a futbolistas que han dejado su huella en el lenguaje. Es el caso de Rafael Moreno, Pichichi, el primer jugador del Athletic que marcó en San Mamés. Su apodo se ha lexicalizado para designar al máximo goleador de la Liga.
Definición de pichichi, según la RAE
Hay futbolistas que han patentado algunas jugadas. Por ejemplo, el portero Ricardo Zamora inventó las zamoranas cuando despejaba los balones con los codos. Y Antonín Panenka creó una nueva forma de lanzar los penaltis: tiro suave, por el centro de la portería, balón bombeado, para engañar al portero, que acostumbra a tirarse a uno de los lados. Desde la final de la Eurocopa de 1976, que ganó Checoslovaquia gracias a esa genialidad desde los once metros, las penas máximas así ejecutadas se conocen como goles a lo Panenka.
No quisiera olvidarme del exmadridista Thomas Gravesen y su gravesinha, ese regate en el que “rótula, menisco y ligamento cruzado están al servicio del espectáculo”, como lo definieron en Cuatro en un vídeo que todavía hoy provoca más de una sonrisa.
La 'gravesinha'
Bromas aparte, hay otras jugadas que alguien realizó un día y permanecen en el lenguaje futbolístico y en el terreno de juego. Por ejemplo, el escorpión, ese momento en el que el portero despeja un balón con los pies por detrás de la espalda (¿fue el guardameta René Higuita su impulsor?). O la rabona que imaginó Ricardo Infante, de Estudiantes de la Plata, y que consiste en golpear la pelota pasando una pierna por detrás de la otra. O la chilena, el remate acrobático de espaldas a la portería, con los dos pies en el aire. O la bicicleta –aunque nunca he pedaleado así–; el pase sin mirar de Laudrup, y el no-gol –una gran jugada que no obtiene el premio buscado–, muy vinculado a Pelé.
Hay más, como la elástica o viborita de Sergio Echigo, después recuperada por Ronaldinho, y que podría definirse como aquella jugada en la que el atacante, con el balón pegado al exterior del pie, hace creer al defensa que irá en una dirección, pero sale en la contraria gracias a un rápido giro de tobillo y un cambio de ritmo, engañando al marcador; o la cola de vaca, regate popularizado por Romario que consiste en realizar un veloz giro de 180º con el balón pegado al pie, como arrastrándolo, y de espaldas al defensa.
Continuamos este repaso con la folha seca, en los tiros libres, consistente en pegarle al balón de manera muy dura, para que ascienda mucho y parezca que se marcha fuera, pero cambia de trayectoria y baja de forma brusca para sorpresa del portero, inventada por Didí, igual que la paradinha, en los penaltis, donde el jugador realiza una pequeña parada, sin llegar a detenerse por completo, justo antes de tocar la pelota a la espera de que el guardameta se tire hacia un lado y disparar hacia otro sitio.
Finalmente, podemos hablar de la espaldinha –hacer un pase con la espalda–; la croqueta, exprimida por Andrés Iniesta –el futbolista conduce el balón con el interior de un pie y se lo cambia al interior del otro pie para esquivar al rival–, el sombrero –pasar el balón por encima del rival para despistarlo y dejarlo atrás– y el gol olímpico o de córner directo… Son muchas las jugadas, pero Messi (todavía) no ha inventado nada. Debe ser lo único que le falta. Le reto a ello.
*Para ser precisos, inventar es, según la RAE: “Dicho de un poeta o de un artista: hallar, imaginar, crear su obra”. Y nadie ha imaginado ni ha creado nunca una obra como la que está realizando Messi. Hasta los rivales aplauden.