Qué bonito y qué injusto es el fútbol. El Madrid escenficó, a la perfección, lo que conllevan la fortuna y el acierto en el José Zorrilla. Si ante el Barça, por doble partida, y ante el Ajax no tuvo fútbol, gol, ni pegada, se redimió de sus errores pasados para frustrar la victoria del Valladolid.
Si en su día fue víctima de unas carencias futbolísticas que no se han acabado, este domingo fue verdugo de un equipo que jugó más y mejor. Lejos del resultado, en el vestuario blanco se esconde un escenario que no se vivía en la capital desde hace años. Quizás desde la época de Mourinho cuando la convivencia y cohesión en la plantilla se tornó imposible.
El K.O de la temporada no se ha sabido gestionar emocionalmente, y Solari se ha erigido como un técnico puesto a dedo con más mano dura que mano izquierda. Y sí, esto es fútbol y físico, pero los egos en las plantillas de primer nivel también juegan un papel importante. Nunca se puede tener contento a todo el mundo, pero no puedes menospreciar a los pesos pesados para contentar a futuras promesas que han salvado parte de los resultados, pero que no han estado ni están suficientemente preparados para rendir en escenarios tan complicados como la Champions. Y para eso, en una jugada a la desesperada de Florentino Pérez --para que el madridismo no pida su cabeza también-- ha llegado Zidane.
Sin identidad
La división interna con el argentno era total. Empezando desde la portería, con Keylor Navas, y acabando por Gareth Bale en la delantera. Marcelo, Isco, Asensio, Kroos e incluso Modric han cuestionado de forma interna la gestión del argentino.
Solari se olvidó de la experiencia que da ser jugador. Vistió de blanco en el vestuario de los galácticos y nadie mejor que él debería saber que una plantilla enfadada puede fulminar a un entrenador en cuestión de 90 minutos. Ni tan siquiera una plantilla. Con cinco jugadores mosqueados todo es posible.
Los jugadores le vendieron hace tiempo. El fútbol del Madrid es horrendo. No tiene atractivo, pero la actitud de este domingo en el José Zorrilla invita a malpensar y con motivos. Pasivos, sin ideas y sin acción reacción. La llegada de Zidane ya lo sabía más de uno. Cada jugado forma parte de la condena de Solari.
Un entrenador debe alinear a los mejores, pero también sacar lo mejor de sus jugadores. Zidane vuelve para reinventar el Madrid, para ser el rostro y dedo que señale y haga limpieza, sin tener que ser un títere. Dieciseis entrenadores dieciseis años. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas y el francés está bajo presión. Florentino recurre a Zidane en lo que apunta, si acabe en desastre, a ser la quema de otra gran leyenda blanca.
Salió por la puerta grande y podría salir por la de atrás. Florentino tampoco tendrá compasión con él si se tambalea su cargo. Tres meses de margen y el año que viene a examen, por mucho que el contrato sea hasta 2022. Mientras tanto el Barça, con seis técnicos en una década, espera al Lyon para evitar contagiarse de la enfermedad que padece el Madrid. Están avisados.