La vida privada de Ousmane Dembelé ya interesa más que sus gambetas en el campo. Cualquier retraso o acto de indisciplina del futbolista francés tiene un atractivo mediático muy superior a sus goles con el Barça, algunos vitales en un inicio de Liga tan complicado de descifrar como al propio personaje.
Dembelé (21 años) ya ha sido elevado a la categoría de futbolista rebelde, pero dista mucho de ser un genio. Compararlo con Romário, Ronaldo, Ronaldinho o Neymar es una temeridad solo comprensible en un mundo que busca el titular fácil. Y no digamos lo absurdo que resulta cualquier equiparación con George Best. Ni su fútbol destila tanta magia ni sus pillerías merecerían la más mínima atención del héroe de Belfast. El francés es una copia mala de Best.
De Dembelé sabemos que le encantan los videojuegos, devora la comida basura, casi siempre llega tarde y es una persona poco comunicativa. Es un tío raro, aseguran en el Camp Nou. Best era todo lo contrario: un tipo explosivo, sociable en grado superlativo y con tres vicios que daban sentido a su vida: el alcohol, las mujeres y los coches (probablemente, en este orden). En el campo, Best siempre justificaba su apellido y, sencillamente, era el mejor. Dembouz no pasa, en el mejor de los casos, de ser un buen socio para Messi. A ratos.
El Barça, es obvio, tiene un problema con Dembelé. Un problemón. Fichado con carácter de urgencia para suplir a Neymar, costó un pastón (105 millones de euros fijos más 40 en variables) pero no tiene el talento ni el desparpajo del brasileño. Preocupados con su bajo rendimiento y su devaluación en el mercado, los ejecutivos del club ya han llamado al orden al delantero galo, que también ha recibido algún aviso de sus compañeros. En el Barça, no obstante, ya estaban avisados de cómo las gastaba Dembelé y en Dortmund recuerdan que se declaró en rebeldía para forzar su traspaso.
Valverde, tan precavido como pragmático, también ha movido ficha. Con su habitual talante sosegado, el técnico busca una pronta reacción del jugador. No alimenta el debate con palabras altisonantes sino con mucha destreza, negándole los minutos que reclama mientras su conducta no sea la adecuada. A Valverde le molestan los retrasos, pero mucho más que no se presione a su rival cuando el Barça pierde la pelota. Nada enoja más a Ernesto que la indisciplina táctica de Dembelé. Con Luis Enrique de entrenador, el choque hubiera sido mucho más virulento.
Dembelé tendrá una nueva oportunidad, pero ya sabe que juega con fuego. La semana posterior a la derrota con el Betis, sin jornada de Liga, ha sido muy larga. Los diarios deportivos han tenido que agudizar su ingenio para lograr portadas atractivas y Dembouz ha compartido protagonismo con los prometedores fichajes del Barça que en muchos casos no se producen. Dembelé vende, pero por favor que nadie lo compare con Best. Ni en el campo ni, mucho menos, en su vida privada. Si las mujeres y los camareros del Reino Unido hablaran...