No queda otra. No hay marcha atrás. El FC Barcelona debe vender a Ousmane Dembelé. Y debe hacerlo con premura. Antes de que sea demasiado tarde.
Ni que decir tiene que el fichaje del extremo francés ha sido uno de los peores de la historia del Barça. Si se tiene en cuenta el precio pagado por él (105 millones + 40 en variables), el irregular rendimiento deportivo que ofrece y su peligrosa inestabilidad en el plano personal, la conclusión es visible a ojos de un ciego.
Ernesto Valverde le ha dado mil y una oportunidades y es cierto que, en ocasiones, el galo ha rendido bien. Pero son muchas más las veces en que ha defraudado. Que marque goles decisivos ocasionalmente no quita que esté a años luz de adaptarse al juego del Barça.
Dembelé tiene talento descontrolado. Es una locomotora descarrilada. Y el modelo blaugrana está construido en base a jugadores de control con algunos magos, Messi o Coutinho, que improvisan cuando toca, pero sin descuidar nunca esos automatismos colectivos tan importantes.
Sin esa esencia disciplinada, el Barça no podría ser el mejor equipo del mundo durante tantos años. La prioridad es encontrar genios que, adaptándose al estilo, lo mejoren con desequilibrio. Y Dembelé muchas veces lo empeora.
Pero hoy no es día para discutir su rendimiento deportivo, sino para recordar por qué Valverde ha decidido castigarlo el día en que más necesario era para el equipo. Estando Coutinho lesionado y Messi con el alta recién recibida, el del Betis era el partido marcado en rojo para Ousmane. Malcom puede pasarle la mano por la cara.
Messi y Suárez felicitan a Dembéle tras marcar / EFE
Y se lo va a perder por su indisciplina imperdonable en un club de primer nivel. Un jugador que cobra 12 millones de euros al año, por mucho que tenga 21 años, no se puede permitir estos lujos.
Dembelé se perdió el entrenamiento del miércoles por una supuesta gastroenteritis. Avisó una hora y media después de comenzado el entrenamiento. Hay quién dice que salió de fiesta a su discoteca preferida, Shoko. De momento no hay imágenes que lo acrediten.
Sin embargo, la fama de fiestero la tiene desde hace tiempo. Como la de ser un tipo difícil, que tuvo problemas con el chófer que le contrató el club, despidió a un cocinero que el Barça le puso en casa para controlar sus malos hábitos alimenticios y siempre es el último en llegar a entrenar.
Dembelé también tiene una alarmante adicción a los videojuegos, hasta el punto de poder estar enganchado frente a la pantalla durante horas, sin salir de casa, entre entrenamiento y entrenamiento. Y se dice en el Camp Nou que sus amigos, muchos de los cuales viven en su casa como hacían los Toiss de Neymar, son una mala influencia para una persona muy influenciable.
En el vestuario tampoco están contentos con él. No hay más que recordar la retahíla de broncas que Luis Suárez le propinó en Milán. También Jordi Alba, Sergi Roberto y Rakitic le han pegado toques de atención.
Cuando Txiki Begiristain era director deportivo del Barça pudo fichar a Benzema, un jugador de talento maravilloso que jugaba en el Olympique de Lyon y hubiese encajado en el Barça por su virtuosismo y depurada técnica. Pero Txiki lo descartó.
Con los años se supo que el ahora director deportivo del Manchester City quedó asustado cuando lo conoció en persona, en su primera reunión juntos. Se dio cuenta que por mucho talento que tuviese no tenía la cabeza en su sitio y podía ser sinónimo de problemas, como se ha demostrado estos últimos años tanto en el Real Madrid como en la selección francesa.
Con Dembelé pasa algo parecido. El Barça necesita a los mejores, pero no solo a nivel deportivo, también en cuanto a mentalidad. Jugadores como Luis Suárez, Rakitic o Ter Stegen son el ejemplo a seguir en este sentido. Ousmane es todo lo contrario.
Dembelé celebra solo su gol en soledad contra el Rayo Vallecano / YOUTUBE
Por todo ello, el Barça debe vender a Dembelé antes de que sea demasiado tarde. Su talento sigue siendo objeto de deseo en Europa. Liverpool, Arsenal, United, Chelsea o PSG han mostrado interés en el extremo galo y podrían pagar una buena suma.
Para conseguirlo, hay que evitar que descarrile. Por ello, es necesario el discurso de Valverde, que pese a castigarlo se esfuerza en no disparar las alarmas. Es importante conseguir que no se devalúe demasiado. Pero en cuanto se pueda, puerta.