Floretino Pérez no ha aguantado más y ha hecho efectivo el despido de Julen Lopetegui como técnico del Real Madrid. La crónica de un despido anunciado tras conseguir tan solo seis victorias en 14 partidos y perdiendo el primer título de la temporada ante el vecino. Un despido que pudo realizarse hace semanas, pero que el calendario obligó a meditar fríamente.
Tras el clásico, humillados y novenos en la clasificación, Florentino se despidió con la misma mano que alzó Gerard Piqué en el Camp Nou. Adiós y muchas gracias. Seguramente sin el gracias, por qué poco hay que agradecerle desde el punto de vista resultadista. Lopetegui ha firmado uno de los peores inicios históricos del equipo en tan solo cuatro meses y, pese a que siempre se mostró confiado, con el paso de los días su cara se tornó en un gesto constante de preocupación, ansiedad y estrés.
La alternativa
Florentino vuelve a repetir jugada. La misma que hizo tres años atrás cuando Rafa Benítez hundía el barco. Ese mismo barco que en mayo acabó proclamándose campeón de Europa. Recurrió a Zidane, un emblema de la casa y técnico por el entonces del Castilla. Ahora, Solari está llamado a ser el Zidane que pide el equipo.
En su contra juegan muchos factores. El primero, que se come el marrón de recoger a un equipo inmerso en una crisis que no sabe ni por dónde coger y que no es el francés. Zinedine Zidane fue una de las estrellas del Madrid de Los Galácticos, un jugadorazo que marcó época y que entendía a la perfección las normas que rigen un vestuario lleno de egos multimillonarios con un mismo objetivo común, pero con intereses personales distintos.
Fue un técnico de mano izquierda, pero más listo que todos. Supo gestionar una plantilla en caída libre y cuando consumó lo imposible --tres Champions seguidas-- decidió irse por la puerta grande. Habrá que dar margen de tiempo y reacción a Solari, pero el perfil no es el mismo.
Primera prueba
El ya extécnico del Castilla también formó parte de ese grupo de galácticos. En el momento en que aquella generación empezaba a flaquear tras conquistar la octava Copa de Europa. Un jugador versátil, capaz de asumir responsabilidades, pero que vio parte de su estancia en el templo blanco desde el banquillo. Nunca consiguió consagrarse como titular y tras salir del Madrid confesó en varias ocasiones su desagrado por los egos en los vestuarios. Los mismos que vivió en primera persona.
Declinó la oferta de Zidane para ser su segundo, algo que invita al optimismo del Madrid. Si ha cogido al equipo es porque cree que puede hacerse cargo de este. Es un técnico apaciguado, no le gustan los focos y ha sido paciente. Entró en la cantera blanca en 2013 y poco a poco ascendió del cadete, al juvenil y de ahí hasta el Castilla. Su currículum no es excelso, pero es de la casa y siente los colores.
En su contra juega lo más importante. El vestuario. La mayoría de pesos pesados apoyaban la continuidad de Lopetegui, pero deben entender que Solari poco ha tenido que ver en el despido de Lopetegui. Preguntados por el relevo de Solari, los jugadores dieron a Florentino una negativa rotunda, que finalmente se ha convertido en la única opción viable tras no llegar un acuerdo con Antonio Conte. En ese sentido, Solari no tiene esa mano dura que tiene el italiano.
Si salva al equipo será un héroe. En caso de fracasar, poco se lo podrá reprochar. De momento, es la carta que ha decidido jugar la junta directiva del Madrid. Su cargo apunta a temporal, como los trabajos de verano, pero puede que acabe la temporada. Un parche para tapar una crisis que Florentino Pérez inició. El madridismo le culpa sin complejos. Mala planificación en todos los aspectos, y aun así el Madrid sigue siendo candidato a todo. El fútbol es así.
Ahora, queda otro frente abierto. La indemnización a Lopetegui. Todo apunta a que llegarán a un acuerdo, pero legalmente debería cobrar 18 millones por 139 días de trabajo. Si yo fuera Lopetegui, no negociaría. Se perdió un Mundial por las ansias del empresario. Y las prisas se pagan. Ahora, las cobra el equipo y el vasco en su casa.