Es sabido que el socio del Barça es conservador por naturaleza. Exigente, participativo y democrático, está acostumbrado a cuestionar absolutamente todas las decisiones que implican cambio. ¿Pero tanto? Lo que se vivió este sábado en el Palau Blaugrana durante la asamblea de socios compromisarios del club recordó al esperpento que Ramón María del Valle-Inclán describió tan minuciosamente en su Luces de Bohemia.
Pocos entendieron la decisión de Josep Maria Bartomeu al retirar la votación del nuevo escudo del orden del día. El presidente, en un supuesto intento de promover una votación más democrática, decidió aplazar la cuestión para "reflexionar" sobre ella y replantearla mejor. Muchos de los socios lo interpretaron como una manera de evitar la votación para no perderla.
Bartomeu se equivocó. Y así se lo hicieron saber las primeras reacciones vistas, leídas y escuchadas. El remedio fue mucho peor que la enfermedad. Hasta el punto de que los socios que no abandonaron la sala, tres cuartos sobre los 987 asistentes, rechazaron una de las propuestas de la junta para aumentar el tope del 10% del presupuesto para pedir créditos. Los compromisarios no censuraban una propuesta de junta desde 2003.
Sin embargo, y pese a la errónea reacción del presidente, también cuesta de entender esa animadversión latente hacia el nuevo escudo. ¿Realmente es tan mala idea renovarlo? ¿A caso una cuestión de esta índole merece generar semejante jaleo?
Sinceramente, la modificación de escudo propuesta es muy poco significativa. Por cuestiones de estética es normal que guste a unos y no a otros. Que unos prefieran las siglas FCB o las siete franjas de antes y que otros, como los miembros de la junta, aboguen por más blaugrana y el balón más centrado. Son cuestiones menores en un club que se juega ganar la Champions y que para ello necesita seguir creciendo. Si un equipo de profesionales como tiene el Barça y un futbolista como Gerard Piqué, que de negocios sabe algo, dicen que ese cambio es bueno para el club, será por algo.
Estamos en un momento en que parece carecer de valor el hecho de ser el club deportivo con más ingresos del mundo, al borde de alcanzar los 1.000 millones de euros. Siempre hay cosas a mejorar, pero el Real Madrid lleva tres años ganando la Champions y el Barça le ha pasado la mano por la cara en facturación al gran Florentino. Y el objetivo ahora debe ser quitarles esa hegemonía en Europa. Ya sea con el escudo nuevo o con el de 1910, uno de los más elegantes, por cierto.
Es normal hacer un referéndum para decidir sobre las obras del nuevo Camp Nou y el Espai Barça, que costará 600 millones de euros. Pero, ¿de verdad es necesario poner en marcha un referéndum para cualquier decisión que se salga un poco de lo cotidiano? ¡Solamente se han hecho dos a lo largo de la historia y el escudo se ha cambiado 10 veces!
En ocasiones, las menudeces nos despistan de los verdaderos y grandes objetivos. Es importante no desmerecer los pequeños detalles, pero no creo que al Barça le convenga generar incendios con diminutas cerillas. Así no sumamos.