Parón de selecciones. Leo Messi se ha quedado en casa, porque necesita recargar las energías para liderar de nuevo a la Albiceleste tras el fiasco de Argentina en el Mundial de Rusia. Pero ni siquiera durante estas minivacaciones ha dejado de ser portada. Es más, sin comerlo ni beberlo ha protagonizado un buen número de titulares extradeportivos.
De todo ha habido: desde su cambio de look, hasta que el Cirque du Soleil realizará un espectáculo que tratará sobre su vida, pasando por una reunión familiar, por el posible intento del Manchester City –luego desmentido por el club citizen— de seducirlo con un sueldo impagable, y por la renovación estratosférica y merecida que le plantea el Barça. De todos los titulares que ha protagonizado, dos historias me han llamado la atención sobre el resto. Por un lado, hay quien lo considera un dios. Pero también puede generar sentimientos contrarios.
En el primer caso, la veneración puede llegar a extremos insospechados. Un fan (pero que muy fan, un fanático, algo que roza lo enfermizo), Félix, que ya se había tatuado a Messi en la espalda, pidió al astro que le firmara la piel. Acto seguido, se marchó directo a su dibujante de confianza para que le resiguiera con tinta y aguja el autógrafo de su ídolo.
El autógrafo de Messi en la espalda de un fan convertido en tatuaje
En el otro extremo está el exfutbolista del United Michael Carrick. El mejor Barça de la historia, liderado por Messi, le hizo vivir el “peor momento” de su carrera. Ocurrió en la final de la Champions de 2009 entre azulgranas y red devils, con victoria culé por 2-0 (el segundo lo marcó Leo). A raíz del partido, Carrick entró en una espiral destructiva y cayó en depresión. Nunca lo olvidará.
Y, en mitad de todo esto, aparece el que faltaba: Maradona. Dice que está recuperado de sus malos hábitos, aunque no de todos, porque sigue hablando más de la cuenta. Si lo que pretendía era echar un cable a su compatriota, quitarle presión, lo que ha logrado es encender la mecha. Ha venido a decir que Leo es un gran jugador y mejor persona, pero que no puede ser líder de nada porque vive en su mundo, ajeno a todo, y recomienda que no vuelva a jugar con Argentina. En fin.
Entre estos extremos, está claro que existen muchos grises. Porque Messi genera muchas alegrías. Pero también algunas tristezas, temores y enojos. Y es que ni siquiera el mejor futbolista del planeta produce los mismos sentimientos en todo el mundo. “De según cómo se mire, todo depende”, cantaba Pau Donés. Pues eso.