El 1 de marzo de 1981 debía ser un día feliz para el FC Barcelona y sus simpatizantes. Y lo fue para casi todos. Ese día, el equipo que entonces dirigía Helenio Herrera fulminó al Hércules (6-0) y el Barça tenía la Liga a tiro. Al acabar el partido, sin embargo, el máximo goleador azulgrana, Enrique Castro, Quini, fue encañonado por tres individuos cuando salía del Camp Nou. Comenzaba una pesadilla para la familia y sus compañeros que se prolongó durante 25 días.
Quini, posiblemente el mejor goleador español de los años 70 y 80, había fichado por el Barça el verano anterior. En el Camp Nou conectó muy pronto con la afición y con todos los futbolistas por su carácter simpático y extrovertido. Algunas bromas suyas fueron sonadas e, incluso, escatológicas. Pero ese 1 de marzo las sonrisas se transformaron en miedo e incertidumbre.
El golpe de Estado fallido
Una semana antes, España contuvo la respiración con el golpe de Estado fallido de Tejero. El Barça, mientras, soñaba con ganar una Liga que se le resistía desde 1974 y Quini, que entonces tenía 31 años, marcaba goles como churros. Al acabar el partido contra el Hércules tenía que ir al aeropuerto a buscar a Nieves, su esposa, pero el delantero del Barça no llegó y se dispararon las alarmas.
El exdelantero asturiano fue secuestrado por tres delincuentes comunes: dos mecánicos y un electricista. Sus captores exigían 100 millones de euros, unos 600.000 euros, para liberar al futbolista del Barça, que estaba recluido en unos bajos de la calle Jerónimo Vicente de Zaragoza.
Contactos con la familia
Los secuestrados contactaron en varias ocasiones con la familia, que vivía muy cerca del Camp Nou. En el restaurante Casa Fuster se presentaban cada día amigos, compañeros, directivos y periodistas, que vieron imágenes dramáticas, de mucho miedo, cuando la familia recibía noticias de los raptores. Con amenazas incluidas. Y célebres fueron el enfado y los gritos de Nieves a Núñez cuando el entonces presidente del Barça intentó regatear el precio que pedían los secuestradores.
La Federación Española de Fútbol, en una decisión cuanto menos muy controvertida, obligó al Barça a disputar sus partidos. Los futbolistas no querían y Bernd Schuster se mostró indignado. Con la moral por los suelos, los jugadores cumplieron el expediente pero el equipo no estaba para competir. El Barça perdió contra el Atlético de Madrid y el Salamanca, y empató en el Camp Nou contra el Zaragoza. La Liga se había escapado ya.
Una vida de cine
El 25 de marzo, día que España ganó a Inglaterra en Wembley, también escapó Quini. Ese día, el futbolista pasó miedo cuando vio un fusil que le apuntaba a la cabeza. Era el de los policías que le liberaban, tras seguir el rastro del dinero en Suiza, donde los captores habían pedido que se ingresara.
Quini fue liberado y se trasladó inmediatamente a Barcelona, donde fue recibido por sus familiares y muchos aficionados. Pronto perdonó a sus secuestradores porque su vida fue de película. Y en un documental, El Brujo, se recogieron los tres capítulos más importantes de su existencia: el citado secuestro, el fallecimiento de su hermano tras rescatar a una persona que se había caído al mar y el cáncer que superó. Superó el cáncer, pero el 27 de febrero de 2018 le falló el corazón. Su inmenso corazón.