Gerard Piqué ya es un símbolo del Barça. Una leyenda. Pero pudo serlo del Manchester United. En 2004, todavía en etapa juvenil, el futbolista de La Bonanova cambió Barcelona por Inglaterra, una etapa que recuerda con mucho cariño. Jugó en el primer equipo, con Alex Ferguson de entrenador, pero su futuro era incierto en Old Trafford y en 2008 regresó al Camp Nou. En Mánchester, sin embargo, congenió con Van der Sar y otras estrellas de los diablos rojos. Cristiano Ronaldo iba por libre. Ya era la gran estrella del club.

 

Vivía Piqué en un complejo de alto standing situado a unos 20 kilómetros de Mánchester. Con otros jugador del United. El piso, curiosamente, era de Ferguson, a quien le pagaba cada mes el alquiler. El entrenador escocés no le perdonaba ni una mensualidad. "Es muy tacaño", recalcaba el futbolista a tres periodistas que fueron a visitarle en 2008.

Piqué y la velocidad

Piqué era un futbolista casi anónimo en Mánchester. Podía ir a comer o cenar en un restaurante y no llamaba la atención. Entonces no era un personaje público ni popular. También era mucho más discreto, aunque ya tenía su punto irracional, alocado. Sobre todo cuando conducía. Le gustaba la velocidad.

Piqué recibe muestras de afecto a Alex Ferguson

Piqué recibe muestras de afecto a Alex Ferguson / REDES

En enero de 2008, Piqué apenas jugaba en el United. Los defensas centrales eran Rio Ferdinand y Vidic, dos futbolistas muy respetados y temidos. Y Gerard echaba de menos Barcelona, ciudad a la que se desplazaba cuando podía para ver a sus familiares y, sobre todo, para pegarse una buena fiesta. Porque la fiesta siempre le gustó.

Pep Guardiola

Desde Mánchester, Piqué seguía las evoluciones del Barça desde su parabólica. Esa temporada, la 2007-2008, fue la última de Rijkaard. La confirmación de un proyecto que estaba agotado. En el Camp Nou se preparaban ya para un gran cambio y todo parecía indicar que Mourinho sería el futuro entrenador. Laporta, que entonces ya era presidente del Barcelona, apostó finalmente por Pep Guardiola, atendiendo un consejo de Evarist Murtra, entonces directivo azulgrana.

El 25 de enero de 2008, dos semanas antes de que se cumplieran 50 años del desastre aéreo del Manchester United en Múnich, Piqué habló de la grandeza de su equipo a los periodistas barcelonistas. Y, sobre todo, habló de Ferguson, un entrenador muy peculiar.

Ferguson lo controla todo

"Ferguson lo tiene todo controlado en Mánchester. Sabe si un futbolista ha salido o no de fiesta, porque tiene comprados a todos los porteros de las discotecas de la ciudad. Un día salí con unos amigos y al día siguiente me pegó la gran bronca", recordaba Piqué. Ferguson, en cambio, festejaba los títulos a lo grande. Entonces no había límites.

Piqué celebra un gol con el United

Piqué celebra un gol con el United / MU

El futbolista de Barcelona también se montaba alguna que otra fiesta en su casa. Y nunca olvidará la reacción de Ferguson al ver el estado de su casa. "Me compré un conejo que mordía las sillas y muchas más cosas. Le destrocé la casa y Ferguson me llamó indignado. Tiene mucho dinero, pero tuve que pagarle hasta la última libra de las reparaciones", rememoraba Piqué años después.

Canales y Begiristain

El entonces defensa del United recuerda que Ferguson era Dios en Mánchester. En el Mánchester Rojo. Un día le lanzó una bota a Beckham y otro le metió una bronca de campeonato a Cristiano Ronaldo. Nunca se cortaba. Ferguson, sin embargo, sentía devoción por una antigua figura del equipo: Bobby Charlton. "Era la persona a la que más admiraba. Con Charlton, Ferguson era amable y respetuoso en grado superlativo. Siempre respetó su legado", explicaba Piqué.

En Manchester, Piqué vivía bien, pero echaba de menos Barcelona. El 25 de enero de 2008 recibió una llamada de su representante: Arturo Canales. Ambos hablaron ya del interés de Txiki Begiristain para que fichara por el Barça. Meses después, el sueño de Piqué de regresar a Barcelona se hizo realidad. Comenzaba entonces una intensa historia que finalizará este sábado en un Camp Nou que rendirá su último tributo a Geri, el futbolista menos convencional de las últimas décadas.