Poco queda ya de aquel Leo Messi introvertido al que le costaba alzar la voz cuando empezó a realizar sus primeros quiebros en el primer equipo del FC Barcelona. Su fútbol y su prestigio han crecido sin parar en los últimos años y, como consecuencia, cada vez ha sido más difícil verle salir del campo sin haber terminado los 90 minutos. La última vez, el pasado domingo en el partido que enfrentó al PSG y al Olympique de Lyon cuando Pochettino decidió que su partido había terminado en el minuto 70.
El entrenador argentino le tendió la mano a Leo al salir del campo, pero este no recogió el guante y le miró con un gesto que transitaba entre el enojo y la incredulidad. La escena continuó en el banquillo donde el 30 del PSG siguió el partido con los ojos ausentes y ante la mirada atónita de sus compañeros, como Paredes y Rafinha.
Historial en el Camp Nou
Pese a su juventud, las afrentas contra sus técnicos comenzaron de manera temprana. Así lo narró el entrenador Hans Backe que tuvo bajo sus órdenes a dos exbalugranas, Thierry Henry y Rafa Márquez en el Red Bull New York en 2013: “Sucedió tres horas antes del partido, todos los jugadores estaban sentados y comiendo, cuando Messi dijo que quería una Coca-Cola", a lo que Pep respondió: "No. No bebemos Coca-Cola tres horas antes de un partido". A pesar del aviso, "Messi se levantó de su silla y volvió unos pocos minutos después con una lata de Coca-Cola, la cual abrió y bebió justo en frente de Guardiola y el resto del equipo".
Messi quiso trasladar su influencia en el terreno de juego a la pizarra. En 2012, cuando la relación entre Guardiola y otros pesos pesados del vestuario como Piqué también se vio desgastada, Leo desaprobó que el entrenador catalán alineara a dos jóvenes inexpertos como Isaac Cuenca y Cristian Tello en dos partidos decisivos como el del clásico liguero en el Camp Nou y la vuelta de las semifinales de Champions contra el Chelsea. Aquella temporada finalizó con la marcha de Guardiola del Camp Nou y con la enigmática ausencia del 10 del Barça en la rueda de prensa de despedida del entrenador del City.
Messi y Guardiola durante un partido del Barcelona/ EFE
En 2014 aterrizó en can Barça un compatriota. El Tata Martino, quien agradeció públicamente que los Messi hubiesen hablado con el club para facilitar su llegada. Durante su estancia en Barcelona, el Tata también vivió una escena parecida a la de Pochettino cuando en un partido contra la Real Sociedad decidió cambiar a la pulga en el minuto 81 y, cuando se dirigió a los banquillos mientras su entrenador le espetaba algunas palabras, decidió ni siquiera levantar la mirada del suelo en su camino hasta su asiento. Seis años más tarde, Andoni Zubizarreta dejó caer en una entrevista una bomba que dejaba muy a las claras el poder de Messi en el vestuario culé. Según el exportero blaugrana, el Tata Martino le espetó al 10: “Ya sé que si usted llama al presidente me echa, pero no hace falta que me lo demuestre todos los días”. Martino negó estas palabras, pero siempre rehuyó hablar de Leo tras su salida del Barcelona.
Pese al exitoso triplete ganado en la primera etapa de Luis Enrique, el inicio del entrenador asturiano en el Barça fue convulso y estuvo marcado por las fricciones con el exjugador balugrana. Nadie olvida el desencuentro que ambos tuvieron cuando, en un entrenamiento, Messi se enfrentó al entonces entrenador cuando este no pitó una falta en un partidillo. La reprimenda de Luis Enrique fue categórica: suplencia en Anoeta. El Barcelona acabaría perdiendo aquel partido que supuso un punto de inflexión en el trascurso de la temporada que acabaría con un triplete en las vitrinas del museo. El actual seleccionador entendió que su orgullo debería pasar a un segundo plano si el conflicto era con Messi y quería continuar sentándose en ese banquillo.
Luis Enrique, saludando a Messi en su etapa en el Barça | EFE
La llegada en 2017 del Txingurri Valverde, de carácter sosegado y flemático, opuesto a Luis Enrique, imposibilitaron la posibilidad de que saliera a la luz algún tipo de conflicto entre él y Messi. En una entrevista que el exentrenador blaugrana concedió este mismo año se mostró bastante críptico cuando fue preguntado sobre si había tenido algún enfrentamiento con Messi: “Esas cosas no se pueden decir, son parte del misterio. Está bien que sea así, es mejor que la gente no sepa cómo somos y que piensen que lo saben todo. Es mejor que no sepan la verdad”. Desde algunos medios se apuntó a una posible bronca que ambos habrían mantenido en Roma tras aquella debacle (3-0) que supondría el origen de los traumas barcelonistas en la Champions League.
Uno de sus peores gestos hacia el cuerpo técnico se produjo en su última etapa con la llegada del tánedm Quique Setién-Eder Sarabia en 2020. El exceso de ímpetu del segundo entrenador no cuajó con la personalidad de Leo que, en un partido contra el Celta, mientras recibía las indicaciones del segundo de Setién, le dio la espalda sin mediar palabra y se alejó de él con un claro gesto de desaprobación y enfado. El mismo Sarabia admitió en una entrevista tras su salida que “la química no fue la deseada. No encontramos al mejor Messi en el estado anímico”.
Messi, escuchando a Eder Sarabia en una pausa de hidratación | EFE
Los años, los títulos y el éxito han demostrado que poco o nada bien le sienta al argentino marchar al vestuario con la faena por terminar y que, a pesar de su aspecto taciturno y reservado, no ha tenido reparo alguno en mostrar en público y en privado el malestar de tener que ver los finales de los encuentros en un hábitat que le resulta tan extraño como el de los banquillos.