Sin partidos del Barça en directo, estos días estamos recordando más que nunca las efemérides que más nos han marcado en los últimos años. Este domingo, 17 de mayo, se cumplían 14 años de la segunda Champions League de la historia del club en París, la primera de la nueva era del fútbol de toque que tantos títulos nos ha dado hasta la fecha.
Los azulgranas llegaban como favoritos a la finalísima con un Ronaldinho fuera de serie como líder del vestuario y jugadores de talla mundial ya consolidados como Deco, Samuel Eto’o o Ludovic Giuly. En frente, había otro de los mejores conjuntos del continente, el Arsenal de Thierry Henry. La final se preveía muy competitiva y no fue apta para los más nerviosos.
Once inicial del Barça en la final de la Champions de 2006 / EFE
Los londinenses se avanzaron en el minuto 37 con un gran remate de Sol Campbell en un centro lateral. En la primera parte, cabe destacar el papel de la defensa, sobre todo el de Víctor Valdés, atajando un par de peligrosos disparos de Henry que hubieran puesto la gesta todavía más complicada.
El papel de Rijkaard
En el mundo del fútbol es de costumbre aplaudir cuando un entrenador cambia el rumbo de un encuentro y eso es lo que hizo precisamente Frank Rijkaard en la segunda parte. Entró en el descanso Andrés Iniesta por Edmilson y el manchego aportó ese punto de toque ofensivo y de control que tanto necesitaban los culés para inquietar el arco de Manuel Almunia.
Los dos otros cambios fueron aún si cabe más relevantes. Entró Henrik Larsson por Mark van Bommel en el minuto 61 y en el 71 Juliano Belletti sentaba a Oleguer Preses. El brasileño fue el héroe de la noche marcando en el 81 el gol de la remontada que dejaba a los gunners tocados de muerte, pero el sueco fue clave en el resultado final.
En 30 minutos, el ex del Celtic de Glasgow pudo asistir tanto a Eto’o -que marcaba el gol del empate- como al lateral diestro. Dos asistencias de lujo. Aunque su fútbol no llamaba excesivamente la atención, ese título tan deseado lleva escrito su nombre -y el de muchos otros: Belletti, Eto’o, Valdés, Iniesta…- y en dos años se ganó a pulso el cariño de la afición.
Larsson: dos años de grandes sensaciones
La final de Saint Denis fue uno de los últimos partidos de Henrik Larsson como azulgrana. A pesar de ser uno de los destacados del equipo, decidió abandonar el Camp Nou de mutuo acuerdo con la entidad y no renovó su contrato. En dos temporadas en tierras catalanas, su paso todavía sigue siendo recordado entre los aficionados barcelonistas.
El sueco llegó en verano de 2004 al Camp Nou con 33 años y siendo una de las leyendas del Celtic de Glasgow, donde incluso había ganado una Bota de Oro en 2001 tras marcar 35 goles. Era sinónimo de gol y ese fue el mejor aval de su fichaje. Llegó como claro sustituto de Eto’o y aceptó su papel sin rechistar, algo que no debía ser nada fácil de asumir viendo su carrera.
En Escocia, Larsson era un auténtico ídolo, reconocido como uno de los mejores jugadores de la historia del club católico de Glasgow. En siete temporadas dejó 242 goles en 313 partidos, cuatro ligas escocesas, dos copas e incluso estuvo cerca de levantar la Copa de la UEFA en 2003, final que perdieron contra el Porto (2-3, con doblete del sueco).
En el Camp Nou, sabía cuál era su función y la desarrolló sin ningún complejo. Tras una temporada con varios problemas con la rodilla, dejó unos números nada despreciables: 19 goles en 58 partidos. En 2006 se fue de Barcelona al equipo que lo formó, el Helsingborg, con dos títulos ligueros, una Champions y una Supercopa en su espalda.
En busca del ‘nuevo Larsson’
Catorce años después del adiós de Larsson, entre el barcelonismo ha seguido estando presente la figura del nuevo Larsson; un delantero veterano, resolutivo y que no alzara la voz por la falta de minutos. Hasta la fecha, no se ha dado con la tecla adecuada. Han sido varios los jugadores que han ido pasado como Eidur Gudjohnsen o Kevin-Prince Boateng, pero sin éxito alguno. Ahora parece que ese papel de segunda espada lo jugará Martin Braithwaite, llegado el pasado mes de febrero.