En los últimos dos años, en la cantera azulgrana no han cuajado excesivas promesas con la calidad suficiente para subir al primer equipo. Lejos queda ya aquel Barça tan casero, formado por fútbolistas criados en La Masía como Xavi, Iniesta, Valdés, Busquets, Cesc, Piqué, Puyol, o el propio Messi. Desde entonces, el conjunto catalán se ha convertido más en un club de cartera, que de cantera.
No obstante, algunos jugadores sí han logrado destacar por encima del resto, entre ellos Sergi Roberto, ya consolidado desde que Luis Enrique estuviera en el banquillo del Barça, o Carles Aleñá, quien la temporada pasada pasó a ser integrante de la primera plantilla a todos sus efectos. Desde entonces, Ernesto Valverde ha ido probando a unos y a otros, entre los cuales resaltan, a día de hoy, los nombres de Ansu Fati, Chumi, Cuenca, Collado o Riqui Puig. Y este último, es quizás en el que más esperanzas se albergan, junto con Ansu Fati.
Riqui Puig tiene ese estilo que tanto nos recuerda a Xavi o Iniesta, un jugador con ADN Barça en toda regla, y que apunta al primer equipo en un futuro no muy lejano. Pero hasta entonces, al de Matadepera le conviene perfeccionar su técnica para ser capaz de competir con el medio campo que maneja Valverde y en el que se mueven jugadores como De Jong, Arthur, Vidal, Busquets, o su excompañero en el Barça B, Carles Aleñá. Casi nada.
Al límite del reglamento
Que Riqui nos enamora cada vez que le vemos jugar, ya sea con el primer equipo o en el Barça B, no es ningún secreto. El canterano demuestra la seguridad y el descaro de un veterano, dando lecciones de cómo ser el motor de un equipo, gracias a su enorme visión de juego. Sus movimientos en el centro del campo suelen desquiciar a los rivales, cuya única alternativa para frenarle es a base de faltas, las mayoría de ellas bastante duras. Este es, quizás, el aspecto que más preocupa al club, y también a la afición. El miedo a que algún desalmado termine lesionándolo de gravedad y que eso interrumpa su brutal proyección hacia el primer equipo está aumentando en las últimas jornadas, y tal vez sea poca la penalización que reciben los contrarios tras esas duras entradas contra Riqui Puig. Tarjeta amarilla en el mejor de los casos, nunca una roja directa que sane de raíz el ensañamiento que se ha despertado contra el canterano, y que haría un gran favor al fútbol actual.
Echando la vista atrás y hacia el equipo que dirige Valverde, Riqui tiene complicado entrar a formar parte de un grupo con tantos nombres propios y en una posición donde hay over-booking de personal. Ya la temporada pasada se puso sobre la mesa la opción de mandarlo cedido a algún club en el que pudiera ir adquiriendo más rodaje, pero finalmente esa opción terminó por desecharse.
Ni el Barça está al cien por ciento convencido de ello, ni el propio jugador contempla esa posibilidad. Riqui ha expresado en más de una ocasión que no quiere marcharse cedido, pues su objetivo es seguir creciendo en el Barça B, a las órdenes de García Pimienta, y esperar con paciencia su turno para el primer equipo. Así también lo ven en el club a día de hoy, conscientes de que tienen en sus manos un diamante ya no tan en bruto, y que mantener el aprendizaje del joven dentro de la filosofía Barça, tanto en Primera, como en Segunda B, es sin duda la mejor decisión.
Reflejado en el espejo de Xavi e Iniesta
Riqui tiene la inteligencia suficiente como para saber que no debe desaprovechar su oportunidad, que hay trenes que sólo pasan una vez y, que con paciencia y trabajo, tiene asegurado un puesto en la primera plantilla. Aunque no sea hoy. Ni mañana. Puede verse reflejado en los espejos de Xavi o Iniesta, quienes tardaron en contar con la confianza suficiente del entrenador. Ambos se plantearon dejar el club en busca de más minutos, pero finalmente supieron esperar su momento para llegar a convertirse en dos leyendas vivas en la historia del Barcelona.
El club debe ser prudente con Riqui, no cargarle de excesiva responsabilidad a horas tempranas. Debe dejar que cueza a fuego lento, sin presiones. Sin esas comparaciones, que muchas veces se convierten en un arma de doble filo, y que termina por desestabilizar a un jugador prometedor que acaba por quedarse en una simple promesa. Paso a paso, Riqui Puig tiene calidad de sobras. Lo importante ahora es mimarle, que siga mamando de la escuela Barça, y que se convierta en la estrella que apunta a ser, a su debido tiempo.