Andrés Iniesta vive su nueva aventura en Japón junto a su mujer Anna Ortiz y sus tres hijos. Tras abandonar el Barça, tiene un nuevo proyecto profesional en mente, pero no olvida todo lo que ha vivido vestido de azulgrana y tampoco lo que le ha enseñado.
En una entrevista concedida a Planeta Calleja, de Cuatro, el futbolista manchego ha mostrado más personal, siempre acorde con su persona. Sincero, sencillo y muy humano. El 8 del Vissel Kobe vive día a día las diferencias entre los únicos dos clubes en los que ha militado, el Barça y el actual equipo nipón: "Todo es diferente, pero cuando dije de cambiar era para comparar. El proyecto me apasiona y me gusta. También el club, que es muy humilde, y todas las cosas que lo rodean. Está claro que las condiciones en las que vengo aquí, económicas y en todos los sentidos son muy buenas, pero lo que me apetecía era el proyecto. Con condiciones económicas parecidas podía haber tenido otras opciones...".
Iniesta, menos tímido para el amor
En esta nueva aventura, el amor de su vida, Anna Ortiz también le ha acompañado y también ha podido contar cómo se forjó una relación que es el pilar de su vida. Y es que la actual mujer de Iniesta no le puso las cosas fáciles, pese a que ahora llevan 11 años juntos y han tenido tres hijas.
"Nos conocimos en Mataró, al lado de donde vivía ella. Fui con un amigo y ella estaba trabajando de casualidad de camarera en ese sitio. Le eché el ojo y ahí fui a la caza. Fue un flechazo mortal. La calé y luego hice un trabajo exhaustivo. Utilicé ciertas artimañas" ha explicado el futbolista entre sonrisas.
Y es que pese a ser jugador del Barcelona, Anna no quiso sucumbir rápidamente. "Me hizo sufrir, porque no me daba bola. Lo mío fue un flechazo y lo de ella... se fue enamorando". Y es que Iniesta la vio en aquella barra y quedó eclipsado. Consiguió su número de teléfono y se intercambiaron mensajes, pero ella nunca mostró gran interés por el jugador.
Durante dos o tres meses, Iniesta tuvo que deshacerse de su lado más tímido hasta que desesperado le mandó un e-mail... un ultimátum a Anna. Desde entonces, Ortiz se ha convertido en uno de los pilares del jugador profesional y personalmente. Una historia con final feliz que ahora continúa en Japón.