“A mí Jesucristo me ha tenido cinco días arriba y me ha mandado p'abajo. Ahora me vais a escuchar”. Esta es la frase que lanza María a sus compañeros de restaurante cuando hay problemas con las comandas de clientes.

La joven de 18 años ha salido con vida después de que su exnovio le asestara 27 puñaladas en la cabeza y el resto del cuerpo tras dejarla inconsciente de un puñetazo. No era la primera vez.

Agresión

Un compañero de piso asegura que el maltratador le reconoció que, en más de una ocasión, “se le fue la mano” con su chica. Ese día fue un paso más lejos. María sólo recuerda los momentos previos. Era el 5 de mayo. Su expareja, con la que ya había cortado, le preguntó donde estaba y ella rechazó ir si le pasaba algo. Aun así, acudió a su casa. Eran las 00.19 horas cuando llegó.

El chico la esperaba para darle el dinero que le debía a María por un televisor que le había ayudado a comprar cuando estaban juntos. Se lo puso en la mano y le dijo: “Ahora te vas a enterar”. Es lo última que recuerda. Luego todo fue una especie de eco y unas palabras: “Vengan, que he matado a mi exnovia. Me entrego”. Así lo relata ella misma la diario Sur.

Operaciones

Las palabras que escuchó era de su chico que, efectivamente, se entregó a la policía. Reconoció que la tiró al suelo de un puñetazo, luego fue a la cocina a por un cuchillo. “Empecé a apuñalarla. Yo la quería matar, mi intención era matarla”, relató el culpable a los agentes. En el juzgado se acogió a su derecho a no declarar. Por ahora, se encuentra en prisión a la espera de juicio.

Han pasado seis meses desde la brutal agresión. Durante este tiempo, María pasó tres semanas en el hospital. Los médicos le extrajeron restos del cuchillo incrustado en el cráneo que tuvieron que restaurar con una especie de masilla en una operación que duró tres horas. También se sometió a otra intervención en el abdomen para extraer un riñón afectado por las cuchilladas y drenar coágulos internos.

Despertar en la uci

Al quinto día de estar en la uci en sueño inducido, despertó tras escuchar una voz. “Me decía que no me podía ir, que me tenía que quedar y que debía cumplir una misión”, recuerda. La enfermera le dijo que no había nadie con ella.

El despertar no fue fácil, se vio rapada y sin pelo y con una gran cicatriz en la barriga. Gracias a sus amigas que recolectaron dinero para comprarle una peluca que todavía usa, y el apoyo de los suyos ha salido adelante.

Vida afuera

Asevera que en las tres semanas que estuvo en el hospital fue muy bien tratada y que la escuela le permitió hacer clases desde allí, incluso hacer los exámenes. Se ha sacado la ESO y ahora trabaja en un bar.

Sobre su agresor, María no le guarda rencor. “Aunque me haya hecho lo que me ha hecho, no le deseo nada malo. Que la Justicia actúe, que cumpla lo que tenga que cumplir, y ya está. Tampoco le tengo miedo. Ya no”, sentencia. Aun así, tuvo dos ataques de ansiedad, uno cuando vio un vídeo que grabaron de ella el día de la agresión, otra al ver a los amigos de su exnovio por la calle. "Ya he estado muerta, pero he vuelto. Ahora, todo lo que tenga que hacer lo voy a hacer con la mejor sonrisa", concluye.