Austria ha anunciado la medida más drástica de las posibles para controlar el auge de la pandemia. A partir del lunes 22 de noviembre y, durante al menos diez días, confinará a todos los ciudadanos. Además, y atendiendo a los bajos índices de vacunación que presenta el país, que el canciller Alexander Schallenberg calificó de “vergonzosamente bajos”, a partir del 1 de febrero toda la población se tendrá que vacunar por ley. El confinamiento podría extenderse hasta 20 días, de forma que se llegaría al 12 de diciembre. En ese momento, permanecería vigente, como hasta ahora, el encierro para los no vacunados.
Durante los días que dure la medida, los habitantes del país únicamente podrán salir a calle para ir al médico, cuestiones urgentes, hacer ejercicio o asistir al trabajo. Todos los comercios y establecimientos de restauración cerrarán sus puertas y no hará falta llevar a los niños al colegio de forma presencial. Los funcionarios trabajarán desde casa y las empresas deben facilitar el trabajo en remoto, según la naturaleza de la actividad laboral.
Incidencia desbocada
Esta decisión llega en un momento en el que este viernes el país ha notificado 15.809 nuevos contagios, récord desde el inicio de la pandemia, con una incidencia acumulada de 1.033 casos por cada 100.000 habitantes. El pasado lunes, el gobierno ya confinó a los no vacunados, una estrategia que no ha parado el golpe de la expansión vertiginosa del virus. La medida más dura se ha tomado con la vista puesta en las celebraciones de Navidad, por lo que Schallenberrg ha pedido “reducir los contactos sociales”.
A pesar de disculparse ante los vacunados, el canciller ha explicado que esta decisión se ha adoptado porque ha habido demasiados ciudadanos que “han sido insolidarios" y no se han inmunizado, a pesar de “meses de persuasión” para intentar convencerles. Schallenberg también ha lamentado que haya partidos políticos que hagan la guerra contra el proceso de vacunación, en lo que ha calificado de “ataque a nuestro sistema de salud". Esta acusación alude directamente al Partido Liberal, de extrema derecha, que ha contribuido a que buena parte de los ciudadanos --dado que son la tercera fuerza en el parlamento-- desconfíen de la vacuna.