Rosario Porto, madre de Asunta Basterra, ha sido hallada muerta este miércoles en su celda de la cárcel de Brieva (Ávila).
La mujer, que cumplía una condena de 18 años de cárcel por el asesinato de su hija en 2013, se colgó con un cinturón de tela que ató a una ventana de la habitación. No era la primera vez que lo intentaba.
Carrera
Porto nació en 1969 (tenía 51 años de edad), y estudió Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela. Heredó de su padre el reconocimiento de cónsul honoraria de Francia en la capital gallega.
Más allá de su privilegiado entorno social, Porto se volvió una figura mediática cuando en 2001, tras la adopción de Asunta, ella y su marido, el periodista Alfonso Basterra, explicaron frente a las cámaras de televisión los periplos por los que pasaron para adoptar a su hija en China.
Años oscuros
Pero su historia empezó a torcerse en 2011. Primero murió su madre, y siete meses después, su padre. Con su defunción, heredó un importante patrimonio, pero eso no ayudó a salvar la relación que tenía con su marido, de quien se separó poco después.
Ambos reaparecieron unidos en las televisiones de todo el país en 2013, cuando denunciaron la desaparición de su hija, la tarde del 21 de septiembre. Un día después una vecina encontró el cuerpo sin vida de la joven en una pista forestal. La niña tenía 12 años.
Juicio
Todo cambió dos días después. El 24 de septiembre, Porto era detenida por la policía como principal responsable de la muerte de su hija. Tras meses de investigación, en 2015 la Audiencia Nacional dictó la sentencia final del caso. La pareja era culpable de matar a su hija adoptiva.
Pese a la condena, ninguno de los acusados reveló nunca los motivos del asesinato de Asunta. Es la gran incógnita del caso.
Intentos de suicidio
Desde su ingreso en prisión, había tratado de autolesionarse en varias ocasiones, e incluso había protagonizado intentos de suicidio. En febrero de 2017 necesitó ser trasladada a un hospital tras ingerir grandes dosis de un fármaco que tomaba por prescripción médica.
Por todo ello, los responsables de centros penitenciarios aplicaron a Porto el protocolo antisuicidios, aunque también reconocían que el procedimiento no se puede mantener "de forma indefinida", ya que supone permanecer en la enfermería de prisión la mayor parte del tiempo.