El cantautor vasco Mikel Urdangarin / GAIZKA PEÑAFIEL

El cantautor vasco Mikel Urdangarin / GAIZKA PEÑAFIEL

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Mikel Urdangarin: "Cuando canto en euskera siento que llevo a mi vera un animal en extinción"

El cantautor vasco reedita su primer álbum para celebrar sus 25 años de carrera y arranca una gira en Madrid

4 febrero, 2022 00:00

El día que a Mikel Urdangarin (Amorebieta, 1971) le propusieron una plaza fija como profesor de inglés en una escuela decidió dar un giro completo a su vida y dedicarse de lleno a la música. Fue un cambio radical, pero tenía la esperanza de que iba a ser más feliz.

No le ha ido mal. Lleva 25 años en el mundo de la canción y, para celebrarlo, ha vuelto a editar su primer álbum al que ha rebautizado Haitzetan 1997-2022. En él no ha podido evitar poner un tema nuevo, Su ñimiño bat, que habla de una manera poética sobre la llama que ha mantenido viva su pasión por la música.

Gira aniversario

Para completar este aniversario, el 5 de febrero arranca una gira conmemorativa que lo va a llevar por distintos puntos del territorio con un concierto en Madrid y la sala Caracol como punto de partida. Y es que, aunque cante en vasco, su éxito ha llegado a todo el territorio y parte del mundo.

El cantautor conversa con Crónica Directo acerca de toda su carrera, sobre el hecho de cantar en euskera y qué significa para él este ejercicio de revisión de su trabajo.

--Pregunta: Se cumplen 25 años de su carrera musical, ¿se esperaba llegar tan lejos?

--Respuesta: La verdad es que cuando empecé era muy optimista. Uno con 24-25 años no tiene miedo y dentro de ese optimismo entran todos los sueños, pero nunca llegué a pensar a tan largo plazo. Es ahora, cuando han pasado tantos años, que me acuerdo de ese Miki de hace un cuarto de siglo, de cómo era y qué sentía.

--¿Cómo ha sido esa revisita a ese Mikel y esas letras?

--La vida no pasa en balde, la vida duele y la vida te cambia y si no cambia es que algo ha ido mal. Hay cosas que han ido a peor, como el propio envejecimiento de la persona (bromea), y otros cambios; espero que artística y musicalmente esté en otro punto.

--¿Choca cantar esas canciones y esos temas 25 años después?

--Tengo un espíritu bastante crítico a la hora de revisar mi cancionero. Hay canciones con las cuales no te voy a decir que me he divorciado, pero han caído en el abismo, en un olvido sometido por mí mismo. Hay canciones con las que tengo una relación más armoniosa, que perduran en mí y quizá en la gente que me sigue. No estoy de acuerdo con todo lo que he hecho, pero estoy relativamente conforme de lo que hice. Y sobre cómo me siento al respecto, creo que estoy en otro lugar. Con el paso del tiempo uno adquiere otra conciencia sobre las cosas, sobre lo que hace, y entonces se posiciona en un lugar muy diferente del de hace 25, 15 o 10 años. Uno cambia constantemente y se te tiene que revisar. Forma parte de aquella persona que se iniciaba en este camino tan bello, pero la vida te moldea y cambia y se refleja en las letras, en la música, en cómo cantas. Me reflejo en parte en aquel Mikel de hace 25 años y, en otra, me siento distante.

--¿Es por eso que añade al disco un nuevo tema, ‘Su ñimiño bat’, que habla de ese fuego que ayuda a cambiar?

--Ese pequeño fuego responde a la idea de que, en estos 25 años, más allá de los éxitos y celebraciones que hemos podido vivir, lo que ha hecho que yo perdure es ese fuego de todos los días, esa pequeña llama interior que uno necesita para que todo salga bien y también lo que ha hecho que yo siga en la música. No me gusta mirar hacia atrás, este ejercicio me ayuda, pero creo que lo que ha ayudado a aguantar es ese pequeño fuego que ha peleado y ayudado a seguir. Por eso le doy un valor tremendo a la hora de valorar mi trayectoria.

--El tema habla también de unos tambores que resonaban a muerte, uno lobos que acechaban. ¿Tiene connotaciones musicales o también políticas?

--(ríe) La política nos sobrevuela a todos, pero en este caso habla más del miedo que uno puede sentir cuando se adentra en un mundo tan salvajemente intenso como es el de la música, es una odisea en la que pasa de todo. Cuando tienes esos miedos a que no salga bien te enfrentas a estos lobos. Obviamente, esto se puede trasladar a todos los ámbitos de la vida. Yo la música la entiendo como el único terreno y reino libre que yo he conocido en mi vida. Es donde me he sentido libre para cantar lo que sentía con la única censura que me podía poner yo. Una autocensura que no debería tener lugar y van por allí los tiros.

--Habla de censura y autocensura. ¿Hemos ido para atrás en el mundo de la música en este sentido?

--La censura es durísima y la autocensura aún más porque uno se vuelve carcelero de sí mismo. Es devenido de un temor a consecuencias que hagan que el camino se convierta más tenebroso de lo que es. No estamos mejor que hace unos años. Hay una mayor vigilancia sobre lo que se escribe y lo que se canta. La sensación no es de haber ido mejor y hay una cierta constatación con episodios que se han vivido en los últimos años. En los años 80 y 90 se decían y cantaban completas burradas y barbaridades que hoy son impensables cuando en aquellos tiempos no pasaba nada. Esto nos tiene que conducir a algún tipo de reflexión.

Mikel Urdangarin con su banda en un estudio de grabación / GAIZKA PEÑAFIEL

Mikel Urdangarin con su banda en un estudio de grabación / GAIZKA PEÑAFIEL

--Usted siempre ha compuesto temas en euskera y ha hecho algunas versiones en inglés. ¿Le pusieron muchas pegas al principio? ¿Cree que 25 años dedicado a esto le convierten en la prueba de que uno puede cantar en cualquier idioma y llegar a todo tipo de público?

--Creo que al menos soy paradigma de que uno puede llevar a cabo lo que es una especie de sueño. En mi caso fue cantar en mi lengua materna. El castellano es mi lengua paterna. Tengo una relación afectiva hacia ambos idiomas y los podría poner a la par. También con el inglés, pero a otro nivel. Pero a mí me pareció una aventura todavía más hermosa hacer camino y vivir profesionalmente de la música hablando en euskera. Yo he podido cantar dentro de Euskal Herria y dentro y fuera del país, con audiencias absolutamente lejanas, desconocedoras y absolutamente vírgenes respecto a lo que uno hace. Eso es un auténtico regalo. Tú no lo has hecho, pero mucha gente me pregunta por qué no elegí el castellano, pensando que igual iba a ser más fácil. Yo a eso no tengo respuesta porque sería especular sobre qué habría sido de mi vida si eligiera el castellano y sí sé lo que me ha deparado cantar en euskera. Por un lado, en España la propia situación política no ha podido ayudar. Tampoco que, a veces, el euskera siendo tan ajeno al castellano, el propio ciudadano español puede estar de espaldas a él. Yo gracias a esa parte que no ha vivido así, desde 1998 he podido ir a tocar a Madrid y otras ciudades y poder vencer ese miedo y abanderar esa elección de cantar en euskera. Te hago un paralelismo: cuando canto en euskera siento que llevo a mi vera un animal en extinción, un leopardo de las nieves. Por una parte, porque es un idioma sumamente frágil si se compara con el castellano. Por otra, no le doy un valor añadido al hecho de cantar en euskera, canto en mi lengua materna, pero me acompaña un leopardo de las nieves y tengo que cuidar de él para que no desaparezca y la mejor manera para hacerlo es que viva no solo en Euskadi, sino fuera de mi tierra y que el idioma perviva allá donde voy.

--¿Cree que se trata bien al euskera?

--Si el euskera es un idioma del Estado se debe cuidar y no ha ocurrido siempre. Eso ha hecho que su camino fuera del País Vasco no sea el más deseable. Merecía mejor suerte de la que ha tenido todos estos años. Creo que hay una asignatura pendiente de cómo tratamos el resto de idiomas. El euskera es el idioma de los vascos y del resto del mundo, forma parte de un patrimonio mundial. Yo canto en euskera, pero no tengo una audiencia puramente euskaldún, yo le he cantado siempre al mundo, otra cosa es que ese mundo no siempre esté abierto a ti. Mi actitud siempre ha sido cantar desde aquí al mundo sabiendo que la música es el mejor vehículo para provocar emociones y que esa lengua también pueda ser ese vehículo.

--¿La industria de la música ha intentado hacerle cambiar de opinión o se ha portado bien?

 --Yo siempre he tenido la última palabra en mi trabajo. Esa pregunta te la hace el que no es de aquí. Yo no tengo ninguna animadversión al castellano porque sería odiarme a mí mismo, aunque a veces no se comprende tu elección. Puede que no sea el camino más recto, pero no deja de ser una elección válida y legítima, es diferente. El reto de intentar prosperar y hacer camino con la música y cantando en tu lengua materna, aunque sea pequeñita, es la leche. El euskera físicamente es pequeño, pero para lo demás es igual de grande.

--Y al margen de estos debates que se dan. ¿Qué le espera a quienes vengan a sus próximos conciertos de este 25 aniversario?

--Me hace especial ilusión que sea en Madrid y en la sala Caracol donde hace 24 años canté por primera vez en la capital. Es un lugar muy querido por mí y tengo una relación muy especial con el lugar, con el dueño y con la gente que vino a mi primer concierto y al resto. Me apetecía empezar esta gira fuera de mi tierra y en un lugar que siempre me ha gustado como Madrid. Este primer concierto del 5 de febrero es algo diferente al que suele ser el de cantautor porque es con un cuarteto y espero que quien acude se lleve una sorpresa agradable. El 21 de mayo actúo en el Café Berlín con una propuesta diferente, estaré solo al piano. Y en noviembre si todo va bien, uno de los últimos conciertos será en la sala Sol y cerraré un pequeño círculo con Madrid.

--Habla de su concierto solo al piano. ¿Cómo se dio? ¿Usted siempre fue un cantautor de guitarra?

--Sí, era más de guitarra. Era, ahora soy más de piano. Me he enamorado de él, seguramente él de mí no tanto. Es una historia de amor unidireccional. Es una historia curiosa la del piano porque lo compré cuando escrituraba mi casa. Lo compré porque siempre me gustó y pensaba que algún día me pondría con él. Ese día tardó 17 años en llegar, que es cuando abro la tapa por primera vez. Hasta entonces era un mueble muy bonito de mi casa. Desde entonces, descubrí un instrumento bárbaro, que me ha llevado a otra manera de componer, de entender las canciones y me ha cambiado un poquito mi vida. Ya no a nivel profesional, sino que a nivel personal me ha cambiado un poco la vida. Bendigo el día que levanté la tapa del piano. Tuve maestros en el camino y también hubo algo de aprendizaje propio. Hoy me siento afortunado de poder tocar el piano, aunque sea para mí.

El cantante Mikel Urdangarin / GAIZKA PEÑAFIEL

El cantante Mikel Urdangarin / GAIZKA PEÑAFIEL

--Antes de acabar. ¿Qué tal funciona su bar?

--Tan golpeado como el mundo de la música. Lo tengo delegado con un socio. Siempre me gustaron los bares sin tele ni máquinas tragaperras. Me enamoré de los bares cuando viví una temporada en Escocia y siempre pensé en tener uno, para poder tener un lugar para poder quedar y emborracharme con mis amigos de manera oficial y envejecer juntos. Esa es mi idea del bar. Lo tengo bastante delegado, por eso.

--Acaba de hablar del bar como una compañía. La música imagino que también lo es. En cambio, su imagen es de un ser taciturno y algo solitario.

--(ríe). Si alguna vez di esa imagen es que algo transmití mal. Nunca quise transmitir eso, además nunca le he cantado al dolor en mis temas. Yo sí dejé de ser profesor de inglés cuando me iban a hacer fijo y empecé en la música pensando que iba a ser más feliz. Y todos los pasos que he hecho en mi vida los he dado pensando únicamente en que iba a ser más feliz, luego ha sido con mayor o menor acierto, porque uno no siempre acierta.

--¿Y se ha arrepentido?

--No era un desdichado, ¿eh? Pero la pulsión que yo sentí hay que sentirla, hay llamadas que tienes que sentirlas y luego hay que renovar esa llamada, porque cuando uno toma una decisión hay que renovarla, hay que alimentarla. Y yo, con algún susto que otro, lo he hecho.

--Citaba también que la música, como su bar, estaba golpeada. ¿Por la pandemia o en general?

--Bueno, supongo que eso no será igual para todos. Cada uno somos una pequeña cáscara de nuez que sale a navegar a un océano inmenso y no se preocupa tanto de la flota que hay en ese océano, sino de que su pequeño barquito llegue a buen puerto. Yo veo así a mis colegas, que somos un ejército de supervivencia. De todos modos, me siento un afortunado porque, con mis altibajos, he podido vivir dignamente de la música. De allí que recomiende a la gente que tenga dudas que dé el paso.

--Por último, ¿qué hay del disco que iba a hacer con una orquestra sinfónica de Bilbao?

--Está en fase de composición. Bingel Mendizabal, que es el compositor, gran amigo y compañero de grupo en su día, y yo estamos preparando los temas, en preproducción. Con un poco de suerte, el 24 de agosto se estrenará en la semana grande de Bilbao en la explanada del Guggenheim. Antes de esto habrá una minigira con grabación de disco. Es un proyecto que empieza en verano de 2022 y se alargará hasta 2023. Es el cien aniversario de la orquesta más el cuarto de siglo mío: lo convierte en el proyecto 100+25. Es algo que se va a encarrilar en esta gira de 25 aniversario con una identidad muy fuerte.