Ángel Caballero: "Las palabras mueren cuando lo hace la comunicación y desatendemos a las personas"

Ángel Caballero escribió hace años Donde mueren las palabras, la obra que ahora se puede ver en el Teatro Lara de Madrid. Él lo hizo sólo “como catarsis”, pues nunca pensó que podría estrenarse, revela.

La trama es tan simple como dura. Sigue la vida de un grupo de amigos de toda la vida, que fueron los suyos. Todo sucede entre risas, apenas les hace falta mirarse, quedar… O eso pensaban.

Palabras y salud

El montaje, en clave de comedia, reflexiona acerca de cuestiones tan serias como las máscaras, las mentiras, aquello que nos quedamos para nosotros y se enquista. Con consecuencias indeseadas.

Crónica Directo habla con el actor, dramaturgo y director para conocer hasta dónde llega a golpe de humor.

--Pregunta: ¿Dónde mueren las palabras?

--Respuesta: Las palabras mueren cuando muere la comunicación, cuando desatendemos a las personas que queremos, cuando damos por hecho muchas cosas que no deberíamos dar por hechas. Hemos de cuidar la amistad, las relaciones humanas, porque empezamos a no decir las cosas que deberíamos decir habitualmente.

--Pero ¿qué es lo más peligroso: las mentiras que nos contamos a nosotros, las que contamos o lo que no contamos? 

--Yo creo que todas son peligrosas. Incluso la famosa mentira piadosa que tanto se utiliza se puede volver contra ti y ser peligrosa. En esta función hay muchas mentiras, pero sí se ocultan determinadas cosas y al final, todo está allá. 

--Claro, ¿pero qué consecuencias tiene guardarse esas cosas?

 --Muchas. En varias ocasiones lo que te guardas para ti y no cuentas, no compartes con la gente, al final se acaba volviendo en tu contra. Y si mientes puede ser incluso peor, porque te acaban pillando con el carrito del helado. 

Protagonistas de 'Donde mueren las palabras'

--En la presentación se habla de que es una obra necesaria. ¿Por qué?

--Porque precisamente estamos en un momento en el que se habla muy poco de ciertos temas. Por ejemplo, ahora se está hablando mucho --no sé si afortunada o desafortunadamente-- de la salud mental. Aquí además se habla de esto, de la homofobia, la falta de comunicación… Pone un espejo de cara al espectador para que pueda ver cosas que tenemos a diario, para que pueda ver ciertos comportamientos instaurados en la sociedad y poder, si no evitarlos, sí ser conscientes de ellos. Todo esto de tanta trascendencia está contado a través de la comedia. 

--Eso, de entrada, choca.

--Claro. Yo siempre he pensado en la risa como salvoconducto y que además hace que el mensaje llegue siempre mucho mejor al espectador. Buscas algo divertido, te lo pasas bien y encima sales diciendo, “anda, no había caído en esto. ¿Qué me puede pasar a mí en mi propia vida?”.

--¿Diría incluso que el humor es terapéutico de alguna manera?

--Por supuesto, el humor es terapéutico en la vida, pero no sólo terapéutico: necesario. Yo no quiero compartir mi vida con una persona que no tenga ningún sentido del humor, ya sea pareja, amigos, trabajo, no trabajo, otra cosa. Vivimos en un mundo muy complicado y el sentido del humor es necesario porque, si no, todos acabaríamos ingresados en algún sitio. Si muchos dirigentes políticos, altos cargos, tuvieran más sentido del humor, la vida iría de otra manera, el mundo funcionaría de otra manera.

--Otra de las cosas que condicionan la vida y que aborda la obra es el concepto de normalidad.

--Claro, pero ¿qué es normal? Si algo tengo muy claro es que no quiero ser normal. Lo normal me parece aburrido. Cada ser humano tiene que ser único. Además, si todos fuéramos iguales esto sería aburridísimo. Como decía Pedro Guerra en aquella canción, contamíname. Todos tenemos que contaminarnos los unos de los otros y aprender con ello. Eso hace de cada uno un individuo único, porque si no es aburrido.

Protagonistas de 'Donde mueren las palabras'

--En la obra este concepto de “normalidad” va a la homofobia que muchos niegan que existe ¿O es que damos por normal que exista esa homofobia?

--Por supuesto. Yo creo que la homofobia es algo que está instaurado en la sociedad desde hace muchísimo tiempo y, aunque es verdad que hemos dado pasos de gigante, no hay que olvidar que hasta principios de los 90 ser homosexual se consideraba un delito. No hace tanto tiempo. Hemos avanzado mucho en muy poco tiempo, pero yo sigo viendo manifestaciones en la calle de ciertos partidos políticos que están completamente en contra del matrimonio gay. Entonces, mientras eso siga existiendo, hay que seguir peleando y hay que seguir diciendo alto y claro que amas a quien te dé la gana. No pasa nada por amar a un hombre, amar a una mujer.

--Toda esta homofobia, secretos, mentiras llega a los jóvenes, que cada vez más sufren problemas de salud mental. ¿Qué podemos decir de esto sin hacer 'spoilers'?

--La obra se inspira en un hecho real. Está inspirada en mi experiencia y mi grupo de amigos de toda la vida. La escribía a modo de catarsis, sin esperar nada. Pero sí, es importante que la gente detecte esos destellos, esos avisos de que alguien sufre depresión.

--¿Cómo nos podemos dar cuenta y cómo el teatro puede ayudarnos a darnos cuenta y estar pendientes de esos detalles, de esos signos que nos indican que alguien puede caer en la depresión?

--Yo no me di cuenta, fue después. Eso sucede en la función. Te hemos sembrado una serie de momentos con estos personajes con los que uno se ríe y lo pasa bien y al final te das cuenta de que en todos esos momentos había un personaje que estaba sufriendo y lo has pasado por alto. Como la vida misma. Yo siempre digo que la obra es un éxito porque es la vida. Estás riendo y en dos segundos estás llorando. Pasa algo por delante de ti que hace que todo tu mundo se tambalee y estás llorando. El teatro es una representación de la vida y la vida es una obra de teatro.