Lluís Marco es un actor comprometido, muy comprometido. Subraya que el ser humano es político y, por tanto, ha de pronunciarse, luchar para no perder derechos. Unos derechos que ve en peligro cuando no suprimidos.
Algo de eso tiene la obra que presenta en la sala Atrium de Barcelona, Una copia (Caryl Churchill, 2002). Allí representa a Salter, un padre con muchas sombras que ha decidido clonar a su hijo y no le ha salido como él quería.
Los debates ético-morales no dejan de sucederse en un texto que coprotagoniza su propio director, Raimon Molins, y que genera al espectador grandes preguntas, mucho más que dar respuestas. “Como debe hacer el teatro”, recuerda Marco.
Crónica Global se cita con el actor para hablar del montaje y las preguntas que plantea, cuestiones que son también políticas. Tanto o más como el intérprete, preocupado por la deriva del país y la frágil situación de la cultura.
- Tenía entendido que usted tenía intención de retirarse y regresa con 'Una copia'. ¿Qué tiene de especial?
- Yo no me he retirado nunca, lo que intento, por edad, es seleccionar proyectos. Esta es la única calidad de vida que tenemos los actores. No tenemos grandes fortunas, pero algunos tenemos la fortuna de poder elegir. En cualquier caso, tiene una autora maravillosa, propuesta al Premio Nobel incluso. Cuando leí el texto me costó, pero conforme fui entrando en él me pareció una bomba de relojería de orfebrería. Está escrito maravillosamente para hacer teatro y me identifico tanto con el teatro británico que me siento un actor británico haciendo esta función.
- ¿Qué tiene el teatro británico?
- Tiene unos textos maravillosos en principio, y una tradición extraordinaria. Tiene el respeto de la población porque han nacido con la cultura entre los dientes, no como nosotros que nos la hemos tenido que fabricar. Esta tradición hace que los respetes.
- Decía que no es fácil de primeras. Lo cierto es que sin diálogos muy rápidos.
- Cuando coges el bisturí y vas cogiendo frase por frase, ves que están conectadas y merecen respeto, por eso somos tan fieles, para no traicionar lo bien escrito que está.
- Y en esos diálogos va lanzando mensajes importantes, como las relaciones padre-hijo. ¿Cómo definiría este padre que interpreta?
- Es cariñoso con uno de los hijos, pero fue un hombre perverso con el otro, con el original, porque lo abandonó desde muy pequeño. Salter tenía una vida bastante complicada: drogas, alcohol… y una mujer deprimida. Con su hijo actúa mal y con el otro quiere ser bueno, pero tampoco acaba de conseguir resultados. Y como en los laboratorios donde clonó a uno de los hijos le han hecho una trampa, que podrían hacernos a todos, y en lugar de una copia, le hacen 20 copias, empieza a experimentar con un tercer hijo, y es otro distinto. Lo cual quiere decir que no hay ningún libro escrito de la paternidad. Dos por dos no son cuatro a la hora de ser padre, y esto es una de las cosas que cuestiona muy bien la Caryl.
- Cuestiona eso y, como bien apunta, el uso torticero de las empresas de la voluntad del hombre, ¿no?
- Esta obra se escribió cuando se dio la clonación de la oveja Dolly, y Churchill vio que esto de clonar puede llegar a ser también un fraude. En realidad, yo no dudo que esto haga. El ser humano es perverso en sí. Todos los avances se hacen por el bien, pero tienen todo un aderezo para el mal. Esto es lo que pasa con la clonación y con la inteligencia artificial. Nuestro cartel está hecho con ella.
- ¿Es un temor en el sector? Hollywood se levantó contra esta tecnología. ¿Cómo lo vive?
- Con preocupación. Pasó con Internet que todos nos preocupamos, porque no se había legislado nada contra los abusos que podrían ocurrir. Con la inteligencia artificial ya hay alarmas encendidas, es decir, no se puede hacer con el patrimonio de tu voz o de tu cuerpo. Si van a poder clonarte artificialmente y seguirte manteniendo por ahí, aunque sea que te paguen unos derechos. Todo esto creo que se debe legislar. El abuso, que es la perversión humana innata en el ser humano, intentará salirse por todas partes, eliminar mano de obra… Es muy difícil sustituir la verdad. Las nuevas generaciones tienen el problema de separar el grano de la paja, lo tienen mucho más complicado que nosotros. Será muy difícil saber dónde está la verdad, qué es virtual y qué no lo es.
- ¿Corremos el riesgo de acabar siendo copias?
- Estamos copiados, copiamos modelos de sociedad, de peinados, modas. La sociedad tiende a hacernos copias los unos de los otros. Por tanto, mantener la personalidad, ser un ser humano es cada vez más difícil. Aun así, en la obra, los tres hijos son diferentes a pesar de parecerse físicamente.
- ¿Hay esperanza en que nunca puedan copiarnos del todo?
- Siempre. Es indefectible. Cada persona tiene una forma de razonar con pequeñas diferencias respecto al otro. Se trata de saber mantenerlas, porque una sociedad clonada sería bastante horrorosa.
- Y allí entra el tema de la defensa de la identidad propia. Algo que puede ser tan reivindicable como peligroso, porque puede caer en el fascismo. Y pese a todo, se reivindica cada vez más. ¿Qué importancia tiene realmente?
- Uno ha de mantener su propio criterio. Es muy difícil porque las connotaciones educativas existen. El ser humano tiene un cerebro único, y lo que hace que una sociedad sea rica es que cada uno piense diferente. Lo que no sé es cómo evitar el gen de la guerra, porque parece que hemos nacido con él. Es terrible la connotación bélica que tiene el ser humano y que no pueda desterrarla. ¡Y que de esto se haya hecho una industria! ¡Esto es la perversidad elevada a la máxima potencia! Hay países que viven por la guerra, tienen ministerios, fabrican armamento. Mucho se habla de destruir una fábrica de coches, ¿no sería mejor destruir el armamento de una vez? Vivir más en paz.
- ¿Y apostar por otra industria como la cultural, ayudaría?
- Nuestros políticos no están por la labor. El primer embrión para que una sociedad pueda ser culta es la tradición y aquí no se sigue. Hay un descuido constante. Y esto viene de esta cosa que han creado entre españoles y catalanes, entre españoles y vascos. ¡Es mentira! ¡España no existe, no ha existido nunca! Es una conjunción de cosas. Y esta unidad ficticia hace que solo pongan a la gente en alerta sobre una serie de cosas que no tienen nada que ver con la cultura. Además, nos niegan presupuestos como los que puede tener Francia. Para llegar al 2% aquí en Cataluña parece que se haya de tocar campanas. ¡No, mentira! Hablan de que el arte o la cultura solo quiere subvenciones. ¿Y los coches, y los políticos, y el agua? Es triste que no llegue nadie al poder con ganas de que sus hijos vayan al cine, al teatro, a conciertos. Y la cultura te tiene que seguir alimentando hasta que te mueras, porque si no, el alma se pudre, que es lo que les pasa al 90% de los políticos.
- ¿No parece muy positivo respecto a la condición humana?
- Sí, lo soy. Yo siempre veo el vaso medio lleno. Lo que pasa es que no he conseguido encontrar ministros de cultura que se identifique con la cultura, que luche por la cultura. No los he encontrado. Por eso desistí en un momento de esta España actual. Yo no tengo nada contra los españoles, pero el gobierno español no lo soporto y al de aquí de ahora, tampoco. Yo quiero un país en el que mis hijos y mis nietos puedan saborear la riqueza que yo he tenido y poder leer a Lorca, o a Miguel Hernández, aunque yo los leía prohibidamente. Ya sé que ahora aprietas un botón y el teléfono sale, pero los jóvenes debéis tener más curiosidad, no quedaros con los charlatanes esos que salen. Este país es un engañabobos, por eso se ha de romper esta España y hacerla federativa, si quieren, pero a mí ya me han engañado bastante. No me engañarán más.
- Mencionaba estos clásicos como Lorca o Miguel Hernández, pero tampoco se los ve en los teatros. ¿Se está pervirtiendo la cultura?
- Están dando otras órdenes de prioridad. A los políticos no le interesa porque Lorca Miguel Hernández o Shakespeare hacen pensar. O los griegos. Son referentes culturales necesarios, y además es que dan mucha felicidad, muchas horas de conversación. Pero no hay manera. Luego están los presupuestos económicos. TV3 produce muchas, ves que pone “con la colaboración de TV3”. Tres perras, porque no hay dinero. Cuando nosotros fuimos pioneros. Cataluña era una industria cultural muy potente.
- ¿Por qué se ha perdido eso?
- Dinero. No tenemos dinero y no se puede invertir. No se ha sabido hacer industria cultural y las empresas se fueron a Madrid. Les enseñamos y se han quedado allí. Las grandes plataformas han apostado todas por Madrid. Es el poder del negocio, el poder de la industria. Pero si te están pagando mal, te vas. Otros se quedan y, ojo, aquí hay mucho talento, pero ese talento no es suficiente, se tiene que subvencionar.
- Pero, entonces, se le critican.
- El error es que se ha hecho de esto un negocio económico, pero el gran responsable de esto es la política. Hemos pasado de tener unas estructuras para trabajar como Dios manda, a que hora uno se tenga que hacer todo. Van eliminando porque dicen que no es rentable. ¿Qué quiere decir que no es rentable?
- Igual, el teatro parece que está remontando, ¿no?
- Porque el teatro tiene una vida eterna y no morirá nunca porque está basado en el ser humano y en la palabra. Y es verdad que el teatro sobrevive, pero hace 40 años Cataluña era un desierto a nivel teatral. Había tres o cuatro compañías. Luego llegaron los Arquillué, Jordi Bosch, Boixaderas, Emma Vilarasau, toda esa generación. Entre todos nosotros hemos situado el teatro catalán y éramos referente en Madrid. Y no hemos dejado de serlo, pero hay que tener cuidado. Hay que seguir apostando o los teatros se arruinarán. Con el teatro hay más salud en todo lo demás. Y depende también del público. Pero sí, en definitiva, el teatro mantiene una cierta salud, está funcionando.