El director de fotografía catalán Juan Mariné ha sido reconocido con el Goya de Honor 2024. La Academia del Cine destaca su labor en grandes películas de la cinematografía española desde los años previos a la Guerra Civil hasta los años 90.
La Junta Directiva de la organización encargada de celebrar los premios del cine español reconocen la “entera dedicación al cine” de este hombre ya centenario “durante más de ochenta años de trayectoria que transitan por la historia del cine español”.
Películas míticas
Cabe recordar que en 1936, Mariné filmó el entierro del revolucionario anarquista Buenaventura Durruti y fue el responsable de la fotografía de la primera película en color del cine español, La gata.
Tras estas películas vinieron muchas más que han marcado la cinematográfica patria. Participó en varias películas de Antonio del Amo y José María Forqué, como Saeta de un ruiseñor (con Joselito) o Casi un Caballero (con Concha Velasco, entre otros). También estuvo en los primeros pasos de Jesús Franco en el cine (Labios rojos o La muerte silba un blues) o en El crimen perfecto de Fernando Fernán Gómez.
Restaurador
Pero la contribución de Mariné al cine va mucho más allá. Retirado de la gran pantalla en los 60, se garantizó sus ingresos haciendo publicidad, mientras empezó a idear máquinas para restaurar películas antiguas. Una tarea por la que ha sido recompensado y premiado en infinidad de ocasiones. Un dinero que muchas veces invertía en mejorar las técnicas de restauración y conservación.
Esta pasión por trabajar con el material cinematográfico lo llevó a investigar también en el mundo de los efectos visuales, como muestran sus trabajos con Jesús Franco y Juan Piquer. Eso no le impidió seguir trabajando como director de fotografía hasta 1989.
Innovaciones
Con La grieta, el catalán dejó este trabajo en los rodajes para dedicarse a su nueva pasión. Restaurar y conservar. Trabajó así para la Filmoteca Española y la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid (ECAM).
Durante estos años de adaptación a grandes formatos de las cintas rodadas en 16 y 35 milímetros, ha llegado a desarrollar uno propio, el formato Mariné. Un trabajo que también ha destacado la Academia.
Al borde de la ceguera
En su comunicado, la junta directiva “destaca sus esfuerzos en el trabajo de la conservación y la restauración fílmico, y por representar vivamente, a través de su oficio, la importancia de la luz en la historia de nuestro cine”. Una pasión que mantiene viva y que ha podido hacer casi de milagro.
Durante su infancia sufrió tifus y llegó a perder la visión por completo. Fue su madre quien, preocupada por su hijo la llevó a un experto oftalmólogo que lo ayudó a recuperarse. Esa fue la única vez que dejó de ver películas.
Una infancia de cine
El cine fue su salvación y su educación. En 1924 pisó la sala de su Arenys de Mar natal. Su primer cine. Allí vio los primeros cortos de Chaplin. Desde entonces, esa práctica se convirtió en rutinaria.
Su madre lo apuntó antes a las clases para que pudiera leer los títulos de las películas mudas, nacionales y extranjeras. En el cine club Pathé de la ciudad asistía a la proyección de diapositivas y películas. Si el proyector no funcionaba, él lo arreglaba.
De un recado a estos premios
Esto le sirvió de escuela profesional. Apartado de la escuela tras el tifus, empezó a hacer recados y uno de ellos fue llevar una cámara a los estudios Orphea de Montjuïc. Allí vio que Arthur Porchet tenía problemas con su equipo de rodaje y decidió aportar su ayuda. Funcionó. Tanto, que el realizador le ordenó llamar al día siguiente.
Desde entonces hasta prácticamente el día de hoy, el cine no sólo se ha convertido en su profesión, sino en su hogar, en su forma de vida. Una forma de vida que ha sido recompensada por la Medalla de las Bellas Artes, el Premio Nacional de Cinematografía y, este 2024, con el Goya de Honor. Galardón que recogerá tras cumplir en diciembre 103 años.