Bisila Bokoko es una mujer todoterreno. Empresaria, emprendedora, conferenciante... y ahora también escritora. La valenciana, de padres africanos y norteamericana de adopción, ha publicado su primer libro Todos tenemos una historia que contar en el que explica, precisamente, su historia.
Ella se define como un "cóctel Cosmopolitan", un híbrido cultural en el que no puede elegir una sola nacionalidad: Valencia está en sus venas, Estados Unidos es su casa, ya que lleva 24 años trabajando y viviendo allí con su familia, y luego están sus raíces africanas, de donde son sus padres y abuelos. Precisamente entre esos tres lugares del mundo ha escrito su primer libro.
Mujer y negra
Después de estudiar Relaciones Internacionales y Derecho en Nueva York, Bokoko se convirtió en directora ejecutiva de la Cámara de Comercio España-EE.UU y creó BBES, una agencia de desarrollo empresarial en Nueva York que representa, promueve y comercializa marcas de mercados internacionales.
Pero el camino que tuvo que seguir hasta conseguirlo "no ha sido fácil", cuenta Bisila en una entrevista con Crónica Directo. Su padre le dijo cuando era pequeña: "Tienes dos problemas: eres negra y mujer, y con eso vas a tener que lidiar". Y para hacerlo, ha decidido volcar sus 48 años de historia en su tercer hijo: este libro.
--Pregunta: ¿Por qué ha decidido escribir un libro ahora?
--Respuesta: En realidad, la historia del libro tiene mucho más que ver con mi parte de conferenciante. Cuando empecé, la gente me preguntaba cuántos libros tenía; lo daban por hecho porque la gente que es conferenciante tiene libros. Me decían que iba a ser muy difícil venderme como conferenciante sin un libro porque eso es lo que da credibilidad. Pero han tenido que pasar nueve años para que yo me decida a escribirlo. La moraleja de esto es que cada uno tenemos que buscar nuestro propio camino, porque a veces te dicen que para llegar de A a B necesitas pasar por C, pero yo siempre había dicho que cuando estuviese preparada lo haría. Solamente tú puedes escribir tu propia historia.
--¿Cómo ha sido el proceso?
--Realmente me ha abierto en canal, porque hay muchísimas de estas historias que son íntimas, personales. Muchas veces la gente, cuando lee tu currículum, solamente ve lo que has logrado, pero no ve lo que hay detrás. Así que para mí era muy importante explicar todo, porque hay muchos momentos desafiantes, de duda, de dolor, de incertidumbre... Y lo que quería transmitir es que aunque vengas a una conferencia mía o me escuches en algún vídeo de YouTube, también he estado ahí. Así que para mí ha sido una manera de decir cuáles han sido las herramientas que me han ayudado cuando he estado en esos duros momentos.
--Eso es algo a destacar del libro, que no solamente cuenta sus éxitos, sino también sus fracasos.
--Sí, yo creo que la mayoría de veces nos quedamos con las cosas buenas y nos olvidamos de las malas porque la memoria es selectiva y lo aparta. Pero para mí, escribir el libro también ha sido una terapia, porque he tenido que volver muy atrás, a mi infancia y adolescencia, y ver qué momentos me marcaron y entender por qué actué como actué.
--Le ha ayudado a usted pero, ¿su objetivo era ayudar al resto con sus vivencias?
--Para mí era una manera de compartir que todas las historias de las personas son universales, y que cada uno podemos también construir esa historia. Si tú miras los inicios de mi historia y ves de dónde vengo, está claro que tenía todas las papeletas para no llegar ni a la cuarta parte de donde he llegado, pero, sin embargo, creo que he podido trascender eso y he encontrado el método: escribir mi propia historia. También es verdad que todos tenemos una personita interna que nos habla y nos dice que no servimos o que no somos suficientes, pero en el libro cuento cómo he podido darle la vuelta a esas creencias limitantes que me estaban frenando para vivir la vida que yo quería vivir.
--¿Cree que ahora se ha puesto más de moda los libros de autoayuda?
--Yo creo que siempre han existido porque si lees la filosofía antigua siempre ha habido muchas maneras de revelarlo, lo que pasa es que ahora ya no se habla simplemente desde el punto de vista teórico o psicológico. Yo pienso que por eso el libro se llama Todos tenemos una historia que contar, porque aprendemos a través de las historias de nuestros abuelos o de nuestros padres desde tiempos inmemorables. Con lo cual, yo no creo que sea una moda, pero sí que creo que es una metodología muy práctica porque muchas veces aprendemos muchísimo más rápido a través de las historias.
--¿Se confunde esta narrativa con la positividad tóxica?
--Lo que hay que diferenciar es que ser positivo no significa que seas un iluminado ni que seas Antoñita la Fantástica [risas]. Yo ahora soy positiva, pero tengo un montón de historias negativas como todo el mundo. Todos tenemos que pasar por circunstancias de dolor, pero el sufrir ya es una decisión de cada uno de nosotros; no depende ni del gobierno, ni de las circunstancias de tu vida, ni nada. Es una actitud. Así que no estoy diciendo que todo sea maravilloso o fantástico y que seamos unos iluminados, sino que, si tienes que lidiar con algo malo, por lo menos pasarlo de la manera más positiva posible para no envenenarte. Porque cuando estás ahí, regodeándote en el dolor y en el sufrimiento, lo vas a vivir de una manera mucho peor porque esa circunstancia no va a cambiar.
--Su infancia ha marcado mucho su carácter.
--Sí. Hubo muchos momentos muy difíciles en mi infancia y adolescencia porque el ser negra en España en un tiempo donde no había negros hizo que fuese la única en clase y los niños se reían de mí. Entonces, podía ser una cascarrabias y estar de morros todo el día, o bien reírme de mí misma y decir: "Bueno pues, ¿sabes qué? Me encanta mi color, ¿qué pasa? Estoy morena todo el año" [risas]. Entonces, tú puedes transformar eso en algo positivo y que te empodere como persona, o puedes estar totalmente destrozado y estar en esa narrativa, que creo que es muy tóxica, porque al final, quien más sufre es el que la vive.
--Su padre le dijo: "Tienes dos problemas: eres mujer y negra, y con eso vas a tener que lidiar toda la vida". ¿Cómo ha lidiado con eso?
--En un principio no lidié muy bien porque siempre le preguntaba a Dios: "¿Por qué me has hecho así? Yo quiero ser como todo el mundo, a mí hazme la vida más fácil". Además, cuando tenía siete años no sabía ni si era negra o qué era. Simplemente era, y ya con eso iba viviendo. Pero con el tiempo me di cuenta de que podía utilizar eso a mi favor o en contra. La realidad es que tuve que esforzarme el doble que el resto para ganármelo por ser negra: o trabajas y te haces visible frente a tus compañeros de trabajo cuando estás en una empresa, o es muy difícil que puedas subir. Eso también me ha dado una serie de responsabilidades distintas a las que tiene otra persona, pero eso también pasa con personas que tienen diversidad de pensamiento, diversidad de orientación sexual...
--En su libro dice que "la sociedad todavía no está acostumbrada a ver a mujeres negras en puestos directivos”, pero usted lo consiguió. ¿Cómo logró darle la vuelta?
--Pues quitándole la importancia que tiene y normalizándolo, porque tendría que ser normal ver personas de cualquier cultura, con todo tipo de movilidad o diferencias mentales en cargos de responsabilidad. ¿Por qué nos resulta todavía un hito? Cuando estuve en el Instituto Valenciano de la Exportación (IVEX), la gente me hablaba en inglés porque creían que era de fuera, pero cuando fui directora de la Cámara de Comercio de España en Estados Unidos nadie no se sorprendía.
--¿Cree que se da la diversidad cultural y racial en España y Cataluña?
--Es muy poco el porcentaje de diversidad en general y étnica en particular que existe en las empresas de España. Cataluña es quizá uno de los sitios más vanguardistas en ese sentido, sobre todo Barcelona, que siempre ha estado muy abierta a la diversidad. Pero creo que es un esfuerzo de todos que demos esas oportunidades a las personas porque t. La diversidad no es solamente la que tú ves que es visible, sino que hay muchas diversidades que son invisibles. Pero no es una crítica, es un hecho: los seres humanos tenemos una parte de nuestro cerebro, que es la amígdala, que cuando algo no es familiar para nosotros, nos desencaja y nos crea un cierto rechazo. Así que yo creo que es una cuestión de educarnos y de formarnos en la diversidad.
--¿Cree que la raíz del problema está en la educación?
--Sí, absolutamente. Hay muchas cosas que las nuevas generaciones ni lo ven, que ya es normal. He visto que personas de 25 años ya han trabajado en Finlandia, luego se han ido a Nueva Zelanda, conocen un montón de culturas... En tan poco tiempo de vida laboral han sido tan ricos que están muy preparadas para el nuevo mundo. Son oportunidades que en mi época no teníamos porque no era tan sencillo. En aquel entonces, si la gente no tenía unos medios económicos, no se iba fuera, pero ahora la gente dice: "Me cojo la mochila, trabajo de cualquier cosa y hago lo que quiero".
--Usted tardó 35 años en visitar África. ¿Por qué?
--Yo era una africana descafeinada hasta ese momento [risas]. Durante mi infancia y mi juventud, mis padres no tenían los medios para llevarnos a los cuatro hermanos que somos a África, y cuando acabé la carrera, inmediatamente me fui a Estados Unidos. Durante esos años, entre mi trabajo, la familia y demás se me fue pasando el tiempo y ya llegué a los 35 y dije: "Bueno, pues ahora sí, ya va tocando". Y ese fue mi regalo de cumpleaños y cambió totalmente mi vida.
--Allí fue donde creó el Bisila Bokoko African Literacy Project.
--Exactamente. Yo conocía África intelectualmente porque mis padres me habían insistido mucho en que tuviera lecturas donde entendiera qué es ser negro en el mundo, así que cuando llegué allí yo ya conocía muchas cosas de ellos, pero quería que ellos también supieran muchas cosas de nosotros. Me di cuenta también de que la única diferencia entre esos niños y yo era que yo había tenido acceso a una educación privilegiada, y eso me hizo valorarlo mucho más y ver qué es lo que yo puedo hacer. En realidad, yo no es que yo tuviera un espíritu solidario de todo, pero me di cuenta de que ser solidario es un acto egoísta porque te hace sentir tal satisfacción que al final dices: "Bueno, pero ¿cómo no hacerlo?", y por eso fundé la biblioteca. Cada vez que voy al continente y que tengo la oportunidad de compartir con todos esos niños o con sus familias, vuelvo tan llena que es algo muy adictivo.