Carme Portaceli (Valencia, 1957) no para. Empalmó la dirección del Teatro Español con la del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) y eso, además, no le ha impedido meterse en proyectos profesionales propios y personales. Mientras Terra Baixa triunfa en Barcelona, a los Teatros de Canal de Madrid llega un proyecto iniciado antes de la pandemia, Bovary.
La versión que Michael de Cock ha trabajado junto a la directora es un proyecto diferente, de solo dos personajes, pero que condensa la esencia de la obra: los amantes de su protagonista, considera, no son más que producto del deseo de libertad que anhela Emma.
Mujeres
Feminista convencida, Portaceli no quiere oír hablar de radicalismos. “Eres o no eres” feminista. ¿Deconstruir la masculinidad? Por suerte, ya lo hacen la mayoría de los hombres, solo los que no lo hacen son los que causan daño, asegura. Su teatro es reflejo de esas convicciones.
La directora del Nacional desprende la potencia de las dos mujeres que ha puesto en escena este mes, la Marta de Terra Baixa y la Emma Rouault de Bovary. El entrevistador la percibe desde el otro lado del teléfono; el espectador, desde el patio de butacas.
--Pregunta: Queríamos hablar de esta ‘Bovary’, ¿cómo se enfrenta a ella?
--Respuesta: Con Michael de Cock habíamos colaborado con Miss Dalloway y pensamos la posibilidad de hablar de otro personaje femenino importante en el mundo de la literatura o en el mundo del teatro. Y decidimos que Madame Bovary podría ser una buena manera de hacerlo. Siempre creí que Flaubert lo explica muy bien. No da una visión masculina de lo que es liberarse, sino que nos dice que ella no se libera, ella necesita ser feliz, vive una vida horrorosa con su padre en medio del campo, aislada y retirada de todo y de todos. Vive sola, ve al señor Bovary y piensa que quizá sea él quien la puede ayudar a salir de allí, a salir de ese destino que era estar allí metida, aburrida, cuando era una tía vital, joven, con vitalidad, con ganas de vivir, que lee una enorme cantidad de novelas de amor. Por tanto, está influida de una ideología que habla de que el amor puede liberar a las mujeres. Hablamos de eso, de qué significaban para ella, una chica joven que intentaba solo y como todo el mundo ser feliz, esos enamoramientos y esas relaciones apasionadas y pasionales que tenía. Entonces nos encontramos con una mujer que está buscando desesperadamente la felicidad y que cree que la encontrará al dejarse llevar por el amor. Es como un círculo vicioso, un círculo cerrado que se va encerrando en sí mismo.
--En su apuesta escénica reducen los personajes a dos. ¿Por qué?
--Eso lo hablamos con Michael, que es quien hizo la versión. Para mí era muy importante y está claro que en realidad los personajes reales son ella y su marido. Un hombre que la quiere, que le dice todo el rato lo que debe hacer. No puede más. Un hombre que cuando hace el amor con ella está muerto del horror. Y ellas sueñan, sueñan, sueñan. Sus amantes son su proyección, no hace falta que salgan. Ella ya nos cuenta cómo vive todo esto, lo que le ocurre, los errores que va cometiendo.
--¿Y esto resuena de algún modo hoy?
--Bueno, es que siempre que hacemos algo clásico suena hoy, porque todos venimos de lo mismo, aunque hayan pasado más o menos años. Todos venimos de una tradición que nos lleva al mismo sitio.
--Después de esos 150 años que han pasado desde que se ha publicado la obra, ¿diríamos que por fin ha cambiado un poco la concepción del amor o todavía quedan algunas cositas que se han quedado allí?
--Hombre, yo creo que quedan muchísimas cositas que se han quedado ahí. Muchísimas. Ya es desde cómo te educan, qué significa el amor, los cuentos, muchos escritos, mucha literatura. La interpretación de lo que nos sucede a nosotras habitualmente suele ser la proyección de lo que le ocurre a un hombre. Debemos vigilar cómo hacemos las cosas, podemos tomar más conciencia y poco a poco hemos tenido más. Pero todavía queda mucho...
--En la obra original, Madame Bovary está influenciada por la novela romántica, pero ¿qué papel juega ahora el teatro a la hora de recrear ese amor? ¿O de cuestionarlo?
--Yo creo que es un problema ideológico. La ideología es una manera de percibir el mundo, es una forma de amar, una forma de vivir, una forma de relacionarse con los demás. Yo creo esto sigue pasando, desgraciadamente. Uno no para de pensar en la ideología que puede transmitir en una obra de teatro. Por ejemplo, ahora estoy haciendo una obra contemporánea del repertorio catalán, Terra baixa. Y, claro, yo me planteo desde dónde lo digo, desde dónde cuento la historia de Marta, qué es la historia de Marta, qué es lo que exactamente significa eso. Yo soy una mujer del siglo XXI, no puedo transformarme en un señor del siglo XVIII. Es que no puedo de ninguna manera, porque mi experiencia, mi vida es otra cosa.
--Claro, pero si en el pasado, como pasaba con Bovary o Marta, se esperaban ciertas cosas por parte de las mujeres, ahora se esperan muchas más. ¿Eso no es ponerles más presión? ¿Se crean mayores expectativas?
--Generan las mismas. Hemos entrado en un mundo mucho más difícil, porque ahora cuando eres profesional debes demostrar que puedes estar allí. Es decir, es un además, porque los otros ya estaban y siguen. Dijéramos, una buena madre nunca puede dejar a su hijo solo en casa si está a 37,1º. Él sí, sí puede salir, pero tú no. Y si estás aquí haciendo este trabajo, debes demostrar que eres la mejor. La prueba la tienes siempre, en que lo que hacemos las mujeres a los 60, los hombres lo hacen a los 40.
--¿Porque no se ha dado la oportunidad antes, quiere decir?
--No se ha dado la oportunidad.
--¿Pero no cree que ahora esto se empieza a abrir? Por fin una mujer como usted se pone al frente del TNC.
--Han tenido que pasar 2023 años. La gente se pregunta cuánto ha costado. 2023 y tienes que hacer muchas cosas.
--¿Cree que aún se tiene que justificar?
--Yo no me lo planteo así, la verdad, pero sí está claro que notas como a veces no se fían de ti. Sí, tienes que demostrar mucho esto, por qué quieres hacerlo, por qué no sé cuánto. Yo creo que te hacen, a veces, algo menos de caso.
--Mientras 'Bovary' se estrena en el Canal, en el TNC, como dice, tiene 'Terra Baixa'. Un clásico que usted disecciona y analiza desde otro prisma y donde la mujer cobra un mayor peso.
--Lo importante es que es un crimen social. Y que ocurre en un contexto donde en Barcelona pasaba todo lo que pasaba: el nacimiento del movimiento anarquista, un movimiento obrero que estaba naciendo, había bombas, anarquistas. A Barcelona se le llamaba la ciudad de las bombas. Yo no lo llamaría disección, hago una lectura actual de esta obra. No hago un drama rural pequeño de la gran masía que le interesa a cuatro. Hago una tragedia épica universal.
--En todo caso, tanto en 'Bovary' como en 'Terra Baixa' el protagonismo recae en ella. ¿Es hora de releer esos personajes?
--Yo hace tiempo que lo hago. No se trata de dar protagonismo a las mujeres, sino que al menos sea el mismo. Yo soy una feminista convencida, a veces me acusan de radical. Y mira, si eres feminista eres feminista. No eres radical. O lo eres o no lo eres. No hay radicalismos en modo alguno. Evidentemente, es el momento de dar voz a las mujeres y a una forma de ver el mundo diferente, que nunca se ha explicado. Es mucho más fácil dejar que nosotras hablemos de nosotras. Quizás lo sabemos hacer mejor. Al menos tenemos realidades que conocemos. No creemos que con un polvo de espaldas y en 20 segundos logremos el orgasmo, sabemos que es mentira. Entonces no haremos una película haciendo algo así.
--Por último, cuando llegó al Nacional decía que a la escena catalana le falta algo de riesgo. Una vez tomadas las riendas y pasada la pandemia, ¿lo ha conseguido?
--Es que es un nuevo mundo, en el que lo que se venía con las plataformas y la soledad va exacerbándose. Yo creo que el teatro es uno de los pocos sitios de resistencia que quedan para estar juntos. Y no es sustituible, no podemos hacerlo de otra manera. Y por tanto, yo creo que aquí debemos llegar al corazón. Yo estoy por llegar al corazón, básicamente. Es lo único que me interesa.
--¿Y cómo se hace? Porque parece que está costando llevar al público a los teatros, se hablaba de una crisis de espectadores.
--No, para nosotros no, vamos como un disparo. Yo estoy feliz no, lo siguiente. Uppgivenhet ha agotado localidades, y Una noche sin luna, y Tríptic, y Silencio. En Terra Baixa abrimos con el 48% de entradas vendidas antes de estrenar. Diría que es el mejor teatro de Barcelona. No lo digo por chuleta.
--Algo influirá su dirección, ¿no? ¿Es muy difícil programar?
--Sí, sobre todo por mí, porque yo creo que la sociedad en la que vivo es diversa y quiero hacer una programación diversa. Creo que lo estoy consiguiendo. Hay muchos públicos a los que quiero llamar, no solo a los que había. No digo que no esté bien como estaba, pero ahora se está rejuveneciendo. Si te fijas cuando vengo al Nacional, la edad ha cambiado bastante y la gente está viniendo y la gente joven está feliz y siente que esto es su casa. Estamos contentos, la verdad.