Atrás quedan Lear, Falstaff o el capitán Ahab. Josep Maria Pou (Mollet del Vallès, 1944) regresa al teatro con un personaje nada heroico, al contrario. Se trata de una persona normal y corriente con un problema tan mundano como la pérdida de memoria. Un hecho que, por desgracia, muchas familias viven en sus casas.
Aunque muchos piensen que a un actor de su talla y con su experiencia eso le puede resultar pan comido, no es así. En la presentación de El pare, el catalán admite que no le ha sido nada fácil. En primer lugar, porque, por suerte, él no sufre ni vive de cerca esta situación, pero sí ha tenido personas de su entorno, como todos, que lo han sufrido. En segundo lugar, porque ha de mirar más hacia dentro, manejar la contención.
'El pare' e hja
El medio siglo que lleva sobre los escenarios le ayuda a que esa dificultad de la que habla no sea percibida por el espectador, que cree y siente con él todo lo que sufre. Que no es poco, porque, también hay un conflicto familiar muy duro del personaje con su hija --interpretada por Rosa Renom--. De hecho, la actriz señala que sus personajes “no saben quererse”.
Los que hayan visto la película de Anthony Hopkins lo saben, pero que no se asusten o piensen que por ello pueden perderse el montaje que se puede ver en Teatro Romea de Barcelona estos días. La pieza es puro teatro y Pou advierte que, además, “rompe con la narración del teatro” y está llena de ternura. Una palabra que le encanta. "Yo bañaría el mundo de ternura", sentencia.
--Pregunta: ¿Cómo rompe ‘El pare’ la narración del teatro?
--Respuesta: El autor ha querido hacer un experimento teatral, que el espectador vea la función a través de los ojos del protagonista. Este vive unas cosas alrededor suyo que lo desorientan y no tiene una explicación real para él. Y esa misma sensación y experiencia es la que quiere que sienta el espectador. Así el público siente la misma desorientación del protagonista. Un gran invento que no se había hecho mucho. Lo hace rompiendo todas las reglas de espacio y tiempo, que se mezclan entre ellos y coloca incluso a los personajes en lugares donde no deberían estar. Este es el gran acierto y por lo que tiene incluso algo de thriller y que el espectador sienta que lo engañan, que no es verdad lo que le explican, que algo no va bien. Lo mismo que siente una persona que empiezan a sufrir esta especie de demencia.
--Aseguraba en rueda de prensa que está acostumbrado a grandes personajes, pero este no sólo es una persona normal, sino con el que el espectador conecta rápido porque ha podido vivir de cerca una situación parecida. ¿Cuánto respeto genera eso?
--Es más “fácil” poner en la piel de un personaje de Shakespeare que en el de un nombre corriente, prácticamente insignificante. Desde que empecé hace más de 55 años me contrataron, por el físico y voz que tengo, para hacer personajes heroicos. El personaje más normalito y contemporáneo que hice fue el personaje de La cabra. El público está acostumbrado a verme disfrazado y desapareciendo en la piel de grandes personajes, este es un hombre de los que te puedes encontrar en la calle. Prácticamente voy en pijama casi toda la función que da esa sensación de intimidad y contacto con el espectador. Por otro lado, requiere un compromiso y una identificación personal mucho más grande. Yo, por suerte, no tengo el problema del personaje, pero podemos tenerlo todo, sobre todo, a medida que te haces mayor. Yo mismo he conocido gente que sufre estos casos. Es muy fácil entender al personaje.
--¿Y cómo evitan hacerlo sin caer en el dramatismo?
--El autor ya prescinde de cualquier situación dramática extrema. Claro que hay momentos sobrecogedores, pero los que lo son más no tienen que ver con el estado del personaje, sino con un problema interior de él de relaciones familiares. El autor no se recrea ni explota el recurso de la enfermedad para emocionar al público. Luego está el director, quién decide hasta qué grado este dramatismo ha de llegar. Por suerte, Josep Maria Mestres sabe hacerlo y consigue que una frase dramática pueda hacer reír. Todo es muy sutil y muy propio de estos nuevos autores franceses. Desde Arte de Yazmina Reza, apareció una comedia urbana inteligente de personajes preparada, todos los autores han seguido ese recorrido. Florian Zeller es un seguidor de esa sutilidad de la vida cotidiana, presentada, no como una gran tragedia, sino como un lugar donde se mezclan las cosas más ridículas y absurdas con las más emotivas.
--Habla del panorama francés, pero usted que lleva más de 50 años en la escena catalana, ¿cuál diría que es su situación actual?
--En este momento, lo más destacable de la escena catalana es la voluntad que han puesto todos para volver a la normalidad y salir del pozo oscuro que fue la pandemia. Hay como un nuevo renacimiento con una fuerza brutal, por parte de los profesionales y creadores y del público. Siempre es deseable que el público vaya más, pero la reacción de los espectadores ha sido bastante rápida. Es un momento muy interesante. Y me sorprende e incluso me emociona la cantidad de gente joven que se acerca al teatro como dramaturgo, director… Sólo hay que ver las programaciones de las salas de pequeño formato, donde cada semana se estrenan obras nuevas. Yo que llevo 56 años no recuerdo tanta gente nueva llegando al teatro con tantas ganas de usar como arma de expresión. Hubo tiempo en que la gente que quería explicar cosa se decantaba más por la novela o el cine y, ahora, más allá de los que se decantan por las series y hay más gente que escribe cosas para ser representadas en teatro y opta por el teatro como medio de expresión. Y me emociona. Soy muy optimista con el estado del teatro catalán en este momento.
--Volvamos a la obra, una vez más. Rosa Renom destaca el quererse mal en las familias. ¿Tan mal quiere este padre? ¿Tan mal se quiere, en general?
--Esta es una de esas historias secundarias. Este padre vive solo y la relación de él con su hija es enfermiza por un problema que llega de antes y en este momento aumenta y se pudre todavía más. Y por un proceso lógico, tal vez excesivo, de estima. Su hija no quiere que su padre viva solo y eso es una declaración de amor y el padre lo recibe como un atentado a su libertad e independencia y chocan de forma brutal. Los dos se quieren en el fondo, pero el padre que ve que su mundo desaparece piensa que todo el mundo está en su contra. Pero este tipo de enfermedades hace que las relaciones familiares se trastoquen, pero también hay momentos de mearse de risa.
--Cobra más significado tras la pandemia?
--Ahora la sociedad ya es muy sensible. Los gobiernos empiezan a hacer, pero deberían hacer más por las personas dependientes. Se trata de tomar conciencia y un gran sentido de sensibilidad.
--¿Diría que entonces el mensaje no llega tanto por lo que se dice, sino por la emoción?
--Por descontado. La emoción consigue que se produzca la empatía. Me gusta mucho el teatro de la emoción. Mi generación viene del distanciamiento brechtiano, pero ver como una platea se emociona conjuntamente y viviendo una emoción contigo rodeado de gente deja más huella y sales transformado. Se produce la catarsis.