A que voy yo y lo encuentro. Es escuchar esta frase y a muchos se les viene a la cabeza la figura de los padres. Por eso, este título no podía ir más acorde a la obra de Ana Graciani, que recuerda la importancia de cuidar a los allegados.
Chiqui Fernández es una de las protagonistas de esta obra que habla de las relaciones madre-hija desde el humor, la música y, sobre todo, la emotividad. Crónica Directo habla con la actriz para desvelar los detalles que hacen tan especial este montaje que se representa en el Teatro Quique San Francisco de Madrid.
--Pregunta: ¿cómo se puede definir este proyecto?
--Respuesta: Hay una historia principal de una mujer que ha cuidado a una mujer mayor y de la hija que ha estado mucho tiempo sin verla. En medio, hay muchas historias, de muchas madres y muchas hijas que se hilan con la música y con canciones de toda la vida. Por eso, la función llega tanto al corazón. Ríes, lloras, pero sobre todo es un espectáculo en el que todo el mundo sale cambiado. La relación que yo tenía con mi madre ha cambiado desde que hago esta obra, y le pasa igual a todo el equipo.
--¿Después de la pandemia nos hemos vuelto más conscientes o ya se nos ha pasado lo de cuidar a los nuestros? ¿Se ha vuelto más necesaria?
--La función es lo que es y la gente sale emocionada. El teatro nunca debe aburrir, en ningún momento, sea drama o comedia, te ha de enganchar. Esta función te lleva con la emoción y a veces me da hasta penita, porque veía a la gente que reía, pero con los clínex en la mano también. Es casi un regalo de Navidad para compartir con tu familia.
--Comenta que hay pocas funciones que hablen de la relación madre-hija, ¿por qué?
--Es que no se ven. Casi todas las historias de amor son de pareja, pero la relación madre-hija o padre-hijo es el gran conflicto y lo que nos conforma como personas para siempre y aquí se hace de una manera muy bonita.
--¿Esta escasez es porque ya se cuida lo suficiente la relación con nuestros padres o porque nos hacemos adultos los descuidamos?
--Nos despistamos, pero también tenemos muchas heridas. Las relaciones padres-hijos son muy complicadas y también hay heridas que sanar desde lo más profundo. A veces hay mucho dolor en estas relaciones y en ocasiones hay que poner distancia para sanar. No creo que solo nos descuidemos, sino que también juega un papel la vida que nos obligan a llevar. En todo caso, ni los padres lo hacen tan bien ni los hijos lo hacen tan bien, pero hay un momento dado en que tienes que reconciliarte para tu bienestar.
--¿Y cómo llegó a la obra?
--En una fiesta me encontré con Ester Fernández, que es la hermana de la directora y escritora de la obra, me contó el proyecto, le pedí que me mandara el texto y me enamoró. Me da igual que sea una compañía grande o pequeña si el texto es bueno. El texto es el alma de cualquier función y en este caso es maravilloso.
--En cualquier caso, no es fácil. Hace hasta ocho personajes. ¿Es muy difícil?
--Los ensayos son muy duros, pero la función la disfrutas y la gozas mucho. Hay personajes muy dramáticos y otros muy cómicos, y para mí, que soy una actriz de cuerda larga, tener a estos personajes que transitan todas las emociones es muy gozoso. También para mi compañera Rosa Merás. Ha sido difícil, nos preguntábamos si alguna vez sabríamos dónde vamos, pero sí, lo supimos.
--¿Qué papel juega la música en la obra?
--Es fundamental. De hecho, el título de la obra es A que voy yo y lo encuentro o La playlist de mamá. Cuando se empieza a olvidar, una de las últimas cosas en desaparecer es la música. La cuidadora intenta llevarle esta playlist para que la mujer, al escuchar la música, siga conservando los recuerdos unidos a ella. Es algo muy pensado, los músicos hilan cada escena y ayudan a emocionar.
--De hecho la música es bastante universal para ello.
--Y la función universal, porque todos somos hijos y tenemos una madre, te lleves bien o mal. Es un tema universal que no se toca tanto como se debería. Es como ir a hacer terapia de una hora y 40 minutos. Y luego hay luchas con los temas que le gustan a la hija que denosta lo que le gusta a todo el mundo y es que, a veces, nos parece que lo que gusta a todos no vale y es una mierda y lo bueno es lo minoritario, y no es así. Eso lo aprendí con la función.
--¿Le ha servido entonces de terapia o la actuación misma sirve de terapia?
--A nosotros, continuamente. Te metes en la psicología del personaje, que a veces no tiene nada que ver contigo y rebuscas dentro de ti. Esta obra es muy para eso, porque si al espectador le llega, imagínate a mí. Claro que es terapia el teatro. Y el cine. Y la tele. Con casi cada historia aprendes algo de ti.