Poco se esperaba Osel Hita cuando nació, allá por el 1985 en Bubión --un pueblo de Granada de poco más de 300 habitantes--, que su vida iba a convertirse en motivo de documental. Esto por no decir que miles de personas lo iban a considerar la reencarnación del Lama Yeshe.
El español, que en los 90 fue noticia en los telediarios, es el protagonista del último documental de producción propia de HBO Max, Osel, dirigido por Lucas Figueroa. Durante cuatro capítulos se repasa la vida de este hombre que se convirtió en un fenómeno y luego desapareció.
Una vida de extremos
Para quien no sepa de su historia, vale la pena conocer los antecedentes. En 1986, un niño de la Alpujarra fue reconocido como la reencarnación de uno de los mayores maestros budistas del Tíbet. Fue trasladado a la India para su entronización y formación. Su madre lo secuestró en un momento para sacarlo de allí, pero luego fue su padre quien hizo lo propio para devolverlo al templo.
Todo dio un giro aún más inesperado cuando, al cumplir 18 años, el llamado reencarnado se fue a vivir a Ibiza con su familia moderna y descubrió la fiesta. La primera vez duró media hora, luego ya disfrutó de la noche. El documental habla con todos los miembros de la familia y devotos del templo y Crónica Directo hace lo propio con Figueroa y Osel para que nos desgranen todos los detalles.
--Pregunta: Lucas, ¿cómo se le ocurre la idea del documental?
--Lucas Figueroa (L): No tenía ninguna referencia de la historia. Estaba terminando una serie de ficción en Ibiza y, como yo medito, me preguntaron si conocía la historia de Osel. No tenía idea. Me presentaron a María, la madre, que había escrito un libro, y me quedé fascinado. A partir de allí empecé a recorrer el mundo para hablar con la gente que aparecía en el libro. Menos Osel, que estaba desaparecido y era imposible contactarle.
--¿Cómo lo logró?
--L: Yo no fui. Osel me contactó él a mí. Después de estar dos años con la historia y hablando con gente, él me llamó un día y me dijo que me eligió para contar la historia.
--A usted, Osel, ¿qué le hizo contactar con Lucas?
--Osel Hita (O): Me pareció una historia muy bonita porque estaba juntando todos los hilos y conectando todos los puntos. A mí me fueron contando sus movimientos esos dos años y al final decidí contactarlo porque pensé: este no va a parar, este tío es imparable y como no me suba a este tren, este tren se va sin mí.
--L: Él da conferencias por todo el mundo. Yo me enteré de que él daba una conferencia por la costa este de Estados Unidos y me fui allí. Contacté con su secretaria, que me dio largas sin parar. Le seguí por unas cuantas ciudades y seguían dándome largas y pensaba que cuando tenga que ser será, porque la historia me pareció muy atractiva.
--Osel, usted se fue del templo a los 18 años. No sé si se apartó del budismo, ¿pero se siente reconciliado con todo lo que vivió?
--O: Yo nunca me alejé del budismo. Yo me fui a acercarme a mí mismo, a entenderme, a conocer un poco la sociedad, el mundo, las culturas de otros países. Más adelante, cuando me sentí más cómodo conmigo mismo y a identificarme ya pude reconectar, pero nunca hubo una desconexión con el budismo ni con mi pasado. Solo tenía que entenderlo mejor y para ello tenía que entenderme a mí mismo y en ese momento no tenía las herramientas para lograrlo.
--¿Y cree que es la reencarnación del Lama Yeshe?
--O: Me da igual. No me va a cambiar nada.
--Pero mucha gente sí lo sigue creyendo. ¿Cómo vivió la gente que se apartara?
--L: Kike Mantecón, un personaje clave en la serie, lo explica muy bien. Dice que si tú eres devoto o fiel seguidor del Lama Yeshe, respeta a Osel y, si no lo crees, déjalo vivir tranquilo. Pero escuchando a todos los protagonistas de la historia llegué a la misma conclusión que Osel: da igual. Lo rico son las interconexiones y la historia que cocrearon. Es casi el punto menos interesante, porque lo es mucho más lo que le rodea.
--Eso que le rodea es una gran parafernalia. Una infancia vivida en un templo, la televisión hablando de usted en informativos y especiales, gente que le iba a venerar... ¿Cómo se siente ahora con todo ese peso que le pusieron encima y cómo lo vive ahora cuando la gente va a escucharlo?
--O: Depende del contexto. Si voy a un centro budista, la gente quiere que hable del Dharma, pero en una entrevista como ahora, interesa más mi vida. Siempre es importante entender el contexto. Yo ya hice las paces con mi pasado hace mucho tiempo y estoy muy contento de poder ser un poco el puente entre el este y el oeste.
--Hablemos de la parte religiosa. ¿Cómo ve ahora la espiritualidad?
--O: Hay muchos aspectos que se unen ahora a la espiritualidad. Por ejemplo, la física cuántica habla de cosas muy similares a la filosofía budista. En el siglo XXI, vivimos un tiempo en el que la ciencia y la religión cruzan sus caminos. Esto para mí es muy especial porque la ciencia me confirma muchas cosas que yo estudié de pequeño. Es un momento muy especial, muy mágico.
--¿Y que le diría a los que creen que el budismo tiene algo de secta?
--O: Todas las religiones empezaron como una secta. Luego se generalizaron y se convirtieron en religión. El budismo para mí es una herramienta para mejorar tu propia vida y ser más feliz, funcional y armónico. Es una técnica universal que siempre ha existido, que se le llame budista, cristiano, musulmán o hindú no me importa. Lo importante es el corazón cálido. Y todas las religiones tienen esa base del corazón cálido.
--¿A qué le llama corazón puro?
--Es el amor infinito, pero hay muchos niveles. Es muy diferente la empatía de la compasión, por ejemplo. Una cosa es identificarte con el sufrimiento de la otra persona, la compasión es ya querer hacer algo por ese sufrimiento, es una actividad, no solo una intención. La empatía no lleva una acción detrás. El siguiente nivel ya es Bodhichitta, que es dedicar tu vida entera a ayudar a los demás. Eso ya es un extremo. A mí lo que me gusta es la moderación, el equilibrio, encontrar el punto medio en el que no hay extremo es lo sano.
--Pero usted sí vivió muchos extremos.
--Yo he vivido muchos extremos, mi vida está compuesta por extremos. Y para mí el milagro es poder llegar a un equilibrio, encontrar un punto de armonía e integración.
--¿Cree que es necesario pasar por los extremos para llegar allí?
--O: Depende. Hay gente que ya lo entiende, lo lleva dentro y otra a la que se lo tienen que poner delante o que una actitud que tiene les cree conflicto. A mí me ha costado mucho aprender. A mí la vida me ha tenido que dar muchas hostias para abrir los ojos y no es nada malo. Yo así he aprendido un poco mejor.
--Volvamos al documental. ¿Qué cree que la gente va a pensar de 'Osel' tras verlo? ¿Qué va a descubrir?
--L: La importancia de la serie es que por primera vez se cuenta la historia con un contexto, con datos inéditos y exclusivos que te hacen entender toda la historia. Mucha gente conoció la historia de Osel una semana, la parte de cuando se lo llevan al templo y el impacto de que vuelve y nada más. Se conoció el amarillismo de la noticia. El ejercicio de la serie es descubrir la historia de Osel y de una familia desde el principio y hasta ahora, porque crea mucho más.
--Una de estas partes no vistas es la familiar. El secuestro, las diferencias entre sus padres, ¿cómo lo vivió usted?
--O: Para mí era todo una aventura. Llegó de primeras con unos pantalones tejanos con una camiseta de heavy metal...
--L: Para mí es fundamental no juzgar, sino plantar los hechos dentro de una estructura narrativa que se entienda y sea entretenida, sin que tenga la impronta de mi punto de vista. El punto de vista debe ser el que elige el espectador, a mí me llena de satisfacción si logro que cada uno pueda elegir el personaje o la visión que quiere. Si a ti la estructura narrativa te lleva a posicionarte a favor de unos y después de otro, está conseguido. Es una historia familiar extraordinaria y cada uno puede sacar enseñanzas y conclusiones que van mucho más allá de cualquier conclusión.
--Y usted, Osel, ¿qué sintió al ver la serie por primera vez?
--O: Yo antes de ver la serie tenía bastante miedo. Pensaba que me iba a afectar y me haría saltar mecanismos que hay dentro de mí que desconozco, porque en el fondo nos estamos conociendo constantemente. Muchas veces reaccionamos ante cosas que nos pasan en la vida sin saber cómo ni por qué. Pensábamos, a ver cómo me va a afectar. En este sentido, me sorprendió porque es un documental muy neutral, muy bonito con un mensaje de amor y en un contexto natural, maduro y con un tono objetivo. Fue sanador.
--¿Y ha llegado a descubrir cosas familiares? Porque aparecen los celos de sus hermanos, por ejemplo.
--O: Yo de eso me enteré ahora, porque mis hermanos nunca me dijeron nada. De muchas cosas y detalles me he enterado a través de las entrevistas. Para mí también ha sido todo un descubrimiento y me ha ayudado a entender y recolocar cosas. Empiezo a encajar las cosas un poco mejor y me ha servido para dar contexto y entender por qué reaccionaban mis hermanos como lo hacían.
--¿Teme volverse a convertir en un fenómeno mediático?
--O: Sea famoso o no, la fama no me va a cambiar. La autenticidad es la que hay, es lo que ofrezco. Tampoco le doy mucha importancia, la verdad. Si se la diera, cambiaría y no quiero. Quiero mantener una actitud natural.
--Por último, después de todo, usted hace charlas por el mundo. ¿Cómo le ha ayudado el budismo? ¿Se sigue sintiendo budista?
--No es budismo, no es una creencia, es una actitud, una manera de vivir en relación con los demás, no algo que te ayuda a hacerte sentir mejor contigo mismo porque llevas un rosario, haces meditación y vistes de determinada manera. Se trata de entender un poco la ley universal y cómo relacionarse con los demás, porque es un ciclo en el que todo lo demás vuelve. Es un círculo donde hay una relación e interdependencia entre todos los seres. No es un concepto, sino un estilo de vida y una actitud que te transforma. Se trata solo de una herramienta universal, no tiene nada que ver con la religión. Yo no soy religioso, ni soy budista. No me identifico con la religión.