Santi Millán (Barcelona, 1968) gestiona el trabajo a las mil maravillas. Cuando no está en la televisión, está en el cine y el teatro lo aparta solo para tener espacio para la vida. "Gestionamos como buenamente podemos", matiza.
En este cuadrar horarios, el actor ha encontrado tiempo para rodar Espejo, espejo, la última película de Marc Crehuet en la que sus protagonistas --Malena Alterio, Carlos Areces, Natalia de Molina, Carlos Bardem...-- se enfrentan a su yo del otro lado del espejo, su yo interior, y no siempre salen bien parados.
Comedia y reflexión
La comedia está repleta de temas de máxima actualidad como las relaciones laborales, amorosas, la identidad de género, la nueva masculinidad. Todo ello desde el máximo respeto y con mucho humor.
Estos fueron los ingredientes que llevaron al actor a sumergirse en un rodaje nada fácil, pero del que se siente más que orgulloso. Así lo cuenta a Crónica Directo.
--Pregunta: ¿Se mira mucho al espejo?
--Respuesta: Me miro lo justo y necesario, no te creas. Soy presumido, sí. Antes de salir me gusta mirarme y ver que todo está en su sitio, pero no soy de esos que se miran en los espejos de los escaparates cuando pasean por la calle.
--Entonces, ¿cómo llegó al proyecto?
--Me llamó Marc Crehuet justo antes de la pandemia para contarme que tenía este guion y que, si todo iba bien, lo rodarían. Pasaba el tiempo y no se llegaba a hacer. Tardaba y, al final, se puso fecha para los ensayos, donde nos lo pasamos muy bien. Fue en pleno confinamiento, lo hacíamos por videollamada y preparábamos texto y personaje. Lo rodamos en Pamplona el primer verano de pandemia, ahora hará tres años, y fue complicado.
--¿Con qué vicisitudes se encontraron? Porque hablamos de un rodaje iniciado hace tres años, pero que venía de antes.
--Normalmente los proyectos cinematográficos no acostumbran a ser muy inmediatos. En este caso igual pasaron cuatro o cinco años desde la primera llamada de Marc. Y con la pandemia fue complicado. Si bien el equipo de rodaje éramos una burbuja, nos hacíamos tests continuos y tal, había gente local que hacía su vida, claro, no es que fueran imprudentes y ya sabemos cómo funciona ahora esto del Covid. Se dieron casos, paramos el rodaje, estuvimos encerrados dos semanas cada uno en nuestras habitaciones de hotel y llegó un punto en que producción ya lo vio insostenible y nos envió a casa. Nos detuvimos y no sabíamos si se iba a volver a rodar. Los decorados estaban montados en Pamplona, los de atrezo y escenografía temían que destruyeran su trabajo. Pudimos volver y rodar todo lo que son las escenas de oficina, pero una parte de la fiesta final ya se rodó en Barcelona, cuando tenía que ser en Pamplona.
--Complicado. Y más con una película tan coral.
--Pero creo que fue una cosa generalizada. En esos momentos era muy difícil hacer una producción con tanta gente y tener a todo el mundo controlado. Y mira que cumplíamos con todos los protocolos, si no, no hubiéramos detectado los casos que hubo, pero sí fue duro.
--Otra de las dificultades, imagino, sería rodar las escenas frente al espejo. ¿Cómo lo hicieron?
--Sí, fue complicado. Teníamos un buen equipo técnico y de efectos especiales. Además, todo se rodaba cámara en mano, las réplicas te las dabas tú mismo, había diálogos bastante picados, los movimientos tenían que estar coordinados... Era muy esquizofrénico. Yo lo que hice fue grabar mis réplicas en el iPhone, enviárselas a los de sonido, que las montaba y me tiraba las réplicas a través de un pinganillo que tenía en la oreja. El problema estaba en los movimientos que habías de hacer, con otro estado de ánimo... fue muy difícil.
--¿Cómo definiría a su personaje?
--Álvaro es un egocéntrico que tiene una percepción de la realidad y de sí mismo distorsionada.
--Tiene también algo de engreído, de chulo y uno se acuerda de otros personajes suyos como Paco, de su época con El Terrat, ¿tiene usted algo de eso? ¿Se siente cómodo con ese personaje?
--Con el personaje me he sentido muy cómodo. Aun así estos dos personajes creo que tienen poco en común. Paco tiene algo muy naif, no era prepotente, sino que no pensaba las cosas y las hacía, no había dobles intenciones. En cambio, Álvaro es más maduro, con otra mentalidad y se ha construido una personalidad sin fisuras de guapo, de que todo funciona, sin dejar espacio a la duda. Y cuando, de repente, se siente desplazado en la empresa, rechazado por su compañera de oficina y ve que nadie le respeta y que se ríen de él todo eso se desmorona. A partir de allí, él se desmorona. Por eso, yo no me veo mucho en él. La gente no me conoce, lo hace a través de mis personajes. El 90% de la gente no me conoce. Hay muy poca gente que me conozca bien.
--Eso demuestra su calidad como actor, ¿no?
--No lo sé. La gente tendemos a simplificar y te crees las cosas y ya. A mí siempre me han identificado con esto y luego la realidad es otra.
--Más allá de lo chulesco. Su personaje tiene problemas con la llamada nueva masculinidad, ¿aún genera mucho conflicto?
--¡Sí! Y creo que es complicado, sobre todo para la gente de mi generación que hemos vivido una educación heteropatriarcal absoluta que ahora se empieza a cuestionar. Por un lado uno puede hacer el ejercicio racional y ver lo que está mal, lo que es injusto y las cosas que uno hace y debe cambiar. Luego, hay cosas que están tan adentro, se han vuelto tan intrínsecas, que aún no las detectas como machistas. Eso es realmente lo complicado de cambiar, estos automatismos. Por eso, está bien que haya gente que, desde la estima y no desde la bronca, te lo diga cuando haces cosas inapropiadas y te lo explique. Y sí, creo que es necesaria una nueva masculinidad, totalmente.
--¿Cómo ha afectado eso al humor: lo ha perfeccionado o lo ha limitado?
--El humor es un arma y, normalmente, los temas delicados o en procesos de transformación --como pueden ser las minorías, nacionalidades, religiones...--, uno puede abordarlos cuando estás dentro. Creo que los chistes de judíos solo deberían hacerlos los judíos, y así con todo. Hay muchas cosas que se han de cambiar en el humor. Los cambios de comportamientos también se han de reflejar en el humor y no se trata de que no nos podamos reír de nada, como dicen. Te puedes reír de todo, pero desde una posición de respeto. Y esto es lo que no había hasta ahora. Una de las cosas más destacables al respecto es la cantidad de personas que están haciendo humor ahora. Hace unos años nos lo planteábamos. Yo mismo no entendía por qué no había mujeres haciendo humor. ¿La condición femenina te elimina el sentido del humor? No. El problema es que mucha gente al no tener referentes no se atreve. Como con las futbolistas, que el entorno es tan hostil que muchas no se lo plantean, solo lo hacen las que les dio igual lo que pensaban los demás. Por suerte, ese pensamiento ha cambiado.
--Y cuando se mira al espejo, que ya sabemos que es poco, ¿se habla?
--Sí, yo sí. En esta película, igual, se usa como metáfora de las conversaciones internas que tenemos. Pero sí, le doy muchas vueltas a las cosas en la cabeza y hablo mucho conmigo mismo. Hay veces que me halago y otras me machaco vilmente. Una de las grandes cosas de Marc es que ha construido una comedia muy divertida sobre un tema que en realidad es bastante profundo. Hacerlo desde el humor te da un punto de vista más relajado, porque uno se ríe de sí mismo. El humor es como un jarabe con el que todo entra mejor, no están tan en guardia. Y, sobre todo, es un discurso nada pretencioso, plantea preguntas, temas que luego, cada uno en su casa, ya resolverá o no. Lo más importante es eso, es una película muy divertida.
--Y nada aleccionadora.
--Totalmente. Y, como siempre, cuando conocemos algo o a alguien buscamos un referente y, en este sentido, Marc Crehuet es nuestro Woody Allen, por la manera en que trata estos temas desde el humor. Un humor que no busca el chiste, sino desde una mirada a lo cotidiano de situaciones que son muy cómicas.
--Acaba de estrenar 'Espejo, espejo', hace poco dobló una película de animación, ¿lo vamos a ver en todavía más cosas?
--En junio, empezamos a rodar la octava temporada de Got Talent. Luego, seguimos con la cuarta de El pueblo. Además de cosas que pueden salir o no y proyectos a la vista interesantes. Cosas bonitas.
--¿Teatro no? Hace tiempo que no lo vemos sobre los escenarios.
--No, teatro no. La verdad que siempre lo echo de menos, porque lo que más me gusta de este trabajo es el contacto con el público. El problema es que yo vivo en Barcelona, la mayoría de trabajos son en Madrid, lo que me hace estar muchas semanas fuera de casa. Con el teatro, además, algún fin de semana también me tenía que ir. Eso hacía que apenas pasara por casa y era un planteamiento vital que no podía llevar. Por el momento, he prescindido del teatro por eso.
--Igual, en 'Got Talent' se le ve muy a gusto.
--La verdad es que sí, me lo paso muy bien. Yo no soy un presentador y creo que en otro tipo de formatos no funcionaría bien. En cambio, mis condiciones y lo que pide este formato se adaptan muy bien. Estoy súper a gusto y cuando lo veo me siento muy orgulloso. Es un programazo acojonante, como profesional y como espectador. Y es de los pocos programas que cuando le dices a la gente de verlo se apunta, que en cambio en otros te dicen "no, es igual" (bromea).