Fred Tatien creció entre bambalinas en su Francia natal. Sus padres se dedicaron al teatro y él siguió sus pasos. La vida da muchas vueltas y no fue hasta los 40 que se puso de lleno a actuar.
La decisión de marcharse a vivir a Barcelona a los 26 años le hizo aparcar su idea de actuar. Antes tendría que aprender el idioma. Lo hizo y, “para pagar las facturas”, hizo maquillaje y acabó trabajando en este departamento en El Corte Inglés por 10 años. Hasta que dijo basta.
Salto al protagonismo
Muchos le alertaron de que era un salto sin red, pero persiguió sus sueños y encadenó papel tras papel. Primero en cortos de estudiantes, luego en series como El ministerio del tiempo y de allí al cine donde, tras algunos secundarios, se convierte en protagonista en La maniobra de la tortuga.
La película, dirigida por Juan Miguel del Castillo, está basada en la novela homónima de Benito Olmo, libro que se compró nada más obtener el papel. Él es el inspector Manuel Bianquetti, quien se enfrenta a sus fantasmas tras encargarse de la investigación de un terrible suceso.
--Pregunta: ¿Cómo le llegó la propuesta?
--Respuesta: A partir de la directora de casting, con la que había trabajado anteriormente. Buscaban un tío alto y grande, me llamó y me escogió, a pesar de mi acento. Porque soy francés, aunque llevo 20 años en Barcelona. Fue casualidad.
--¿Qué le trajo hasta aquí?
--Yo estudié teatro y me formé. A los 26 quise irme a explorar y decidí ir a la aventura. Fue un renacimiento, porque tienes que aprender el idioma, conocer gente nueva. Por muchas razones, además del idioma, decidí apartar lo de ser actor. Y con la crisis de los 40 quise volver a serlo. Y empecé otra vez de cero, porque estudié teatro y nada de cine. Empecé a apuntarme a todos los castings de los cortos de la ESCAC, que hice unos cuantos, hice publicidad y poco a poco fueron saliendo papeles para películas. Todo fue un aprendizaje y hasta este papel que me ha caído del cielo.
--Háblenos entonces de este personaje, el inspector Manuel Bianquetti. ¿Cómo lo definiría para quien no conozca la novela? ¿A primera vista, parecería que tiene cierta violencia contenida?
--Más que violento, es un personaje dolido, muy solitario. Le ha pasado algo horrible que no podemos desvelar y encuentra solucionar su pasado con el caso que le han encargado en Cádiz. Intenta rehacer su vida, pero es un hombre acabado emocionalmente. Toda esa tristeza y rabia que tiene dentro es lo que refleja la película. Y se cruza con varias historias de violencia de género. La de Cristina, interpretada por Natalia de Molina, a quien acosa su exmarido, que ha salido de la cárcel tras ser condenado por malos tratos, y vive con terror. Y luego el caso de la chica que ha de investigar el inspector. Estas historias se entrecruzan y ayudan a mi personaje a hacer el duelo. Y si bien la película es un thriller, trata de la violencia de género, que es una lacra de la sociedad.
--Es interesante este aspecto, del film que juega con el 'thriller' puro y duro y acaba adentrándose en este aspecto tan oscuro de la sociedad.
--Oscuro, dramático y actual, desgraciadamente.
--Usted que lleva ya 20 aquí y que, como dice, ve la desgraciada actualidad de los crímenes de violencia machista. ¿Cómo vive ese renacer de movimientos sociales y políticos que niegan que exista como tal la violencia de género?
--No me gusta meterme en política, pero uno se tiene que mojar y la verdad es que me da asco. No se puede negar lo que está pasando. Tan sólo hace falta verlo. La película es una manera de decir a la gente que empatice con la gente que lo vive. No son solo números, ni casos lejanos. Es una lacra de la sociedad, al final, y la sociedad somos todos. A lo mejor todos podemos hacer cosas para cambiar la situación y solucionarlo, no es solo cosa de gobiernos y Estados. La película quiere que el espectador se haga preguntas, sin querer dar soluciones o decir qué hacer. Solo que se empatice.
--Usted además aparece en otra de las películas españolas que más sensación han causado a su paso por los festivales, ‘Cerdita’…
--Sí, es otra película con un trasfondo de violencia también. En este caso, del bullying, de la diferencia, de cómo la sociedad rechaza a lo diferente. Y, sobre todo, piensa el papel de la víctima que tal vez quiera venganza y cómo maneja eso. Tengo un pequeño papel, y la verdad que fue un placer trabajar con la directora, Carlota Perera.
--… Eso le iba a decir, si este tipo de películas con trasfondo, comprometidas con la sociedad, como bien dice, ¿son un aliciente a la hora de tomar un papel? ¿Le gusta participar en este tipo de proyectos?
--La verdad es que sí. Además, he llegado a una edad y recapacito con lo que hago. Pienso: a lo mejor no he hecho lo suficiente o nada para ayudar a los demás. A lo mejor, este trabajo es la manera que encuentro para mojarme y reivindicar cosas que me molestan y quiero decir. Me encantaría hacer comedias y entretenimiento también, porque incluso en ellas hay mensaje.
--¿Qué más tiene en cartera?
--Un hombre de acción, de Jesús Ruiz Caldera, para Netflix. Ha sido entretenido, porque he tenido que disfrazarme, me han envejecido y me gusta esta parte de la profesión.
--¿Fue parte de esto lo que le llevó a la actuación?
--Mis padres hacían teatro y siempre estaba con ellos, observando, y me apasionaba todo lo que pasaba detrás del escenario. Pero aún ahora me gusta ver cómo preparan el set y lo que no se ve. A los nueve años empecé con talleres del teatro y vi que, en cambio, lo que me gustaba era ponerme delante de la cámara.
--¿Y ha sido más difícil remontarlo a los 40?
--Esta crisis de los 40 me ha costado. Lo pasé mal. Estaba perdido. Trabajaba de maquillador en El Corte Inglés. Al llegar a España, como te dije, como tenía que aprender el idioma busqué otros caminos. Me gustaba dibujar y me apunté a maquillaje para trabajar en el cine y el teatro. Costó. Y trabajar en El Corte Inglés fue mi manera de ganarme la vida. Estuve diez años allí. Y a los 40 pensé que quería volver. Era una opción entre tantas y me di diez años a ver qué pasaba y pasó algo.
--De hecho, desde 2017 no para de participar en proyectos y ahora este de protagonista.
--Un no parar tampoco. No tenía un objetivo ni tampoco me quería llevar, pero cada cosa que llega la vivo con felicidad, también sus miedos. Es un regalazo y un aprendizaje brutal.
--Un ejemplo de que a los 40 uno puede reinventarse.
--Exacto. No pasa nada por querer cambiar de vida. Mucha gente me dijo que soñaba por querer dedicarme a la actuación y al final… Hay que seguir soñando. Hay que trabajar para pagar las facturas, sin que sea un impedimento para perseguir tus sueños y hacer lo que a uno le gusta, sea o no profesionalmente. Hemos de hacer cosas que nos llenen la vida de pasiones y felicidad.