Clara Sanchis (Teruel, 1968) lleva ya cinco años poniéndose en la piel de Virginia Woolf para representar Una habitación propia, una conferencia que dio la escritora universal en la que la denuncia, el sufrimiento y el humor se dan la mano.
La actriz retoma ese papel una vez más en Madrid, ahora en el Teatro Bellas Artes. Lo hace con la misma pasión que el primer día que recibió la propuesta y sigue descubriendo cosas en el texto y en la autora.
--Pregunta: ¿Qué tiene esta obra para seguir poniéndola en pie tras cinco años desde su estreno?
--Que el público no deja de darle vida. En estos cinco años hemos estado en cinco teatros de Madrid, hemos salido de gira. Yo lo compagino con otras cosas, pero nos lo vuelven a pedir y tenemos un pequeño gran éxito. Mientras el público quiera verlos, los espectáculos siguen con vida. La clave es que tenemos entre manos un texto que es una pequeña joya tanto de la literatura universal como del pensamiento con esa impresionante escritora que también es una pensadora asombrosa. Eso hace que tenga vida.
--¿Le da más sentido en el 140 aniversario del nacimiento de la escritora?
--No tengo mucho esa conciencia de ello, pero cada vez que subes al escenario hay algo que siempre es nuevo. Esa es la dificultad y la maravilla que tiene el trabajo en vivo, que todo siempre está en movimiento. Cada público es diferente y tú misma lo eres. Es un lujo absoluto estar manejando estas palabras y estas emociones, este sentido y esta lucidez enorme que tiene Virginia Woolf.
--¿Tras cinco años de ponerla en pie, sigue descubriendo cosas?
--Cada vez que la reponemos, María Ruiz y yo la ensayamos y tratamos de afilar el lápiz. Intentamos ser más sutiles, más precisas. Siempre seguimos esa búsqueda imposible de la perfección en comunicar un material tan rico. Una de las cosas que tiene este texto también es que tiene muchas capas: es muy divertido, también muy crudo y, al mismo tiempo, muy complejo. Casi cada frase de este texto es en serio y en broma. Virginia Woolf siempre está manejando el humor y descubres cada vez juegos secretos, por supuesto.
--Eso es lo que parece más curioso, ¿no? Cómo con todo el sufrimiento que vive y transmite lo hace con mucho sentido del humor. ¿Es eso lo que la hace grande?
--Virginia Woolf es un genio. Es un ser humano completo, lo tiene todo (ríe), lo ves en sus escritos, en lo que nos ha dejado. Ella habla mucho de ese sufrimiento y al mismo tiempo disfrutaba mucho de la vida, era muy hedonista. Una inteligencia tan deslumbrante siempre se nutre del humor y la ironía. Posiblemente por esta enorme sensibilidad que tiene. ¡Y esa capacidad que tiene de ver más lejos! Su dolor no está reñido con su sentido del humor, en absoluto. Este texto es especialmente lúcido y divertido porque un tema tan crudo como es ese maltrato histórico que ha sufrido la mujer, tiene la inteligencia de tratarlo con ironía; no nos llegaría si solo hablara en términos trágicos. Ella se ríe de sí misma todo el tiempo.
--Para quien todavía no haya visto la obra. ¿Encarna a Virginia Woolf o qué se va a encontrar el espectador?
--Esto es un posible encuentro, insisto en posible (ríe), entre Virginia Woolf y el público del siglo XXI, entre el pensamiento de Virginia Woolf y el de las mentes del siglo XXI. Yo la encarno, sí, pero es imposible encarnarla. Yo me limito a intentar transmitirla, ser el vehículo de sus pensamientos e, inevitablemente, de sus emociones. Soy un instrumento. Y se van a encontrar con esa conferencia tan lúcida y mítica que dio en 1928 a las primeras estudiantes mujeres del mundo anglosajón. Se la encuentran de la mano de María Ruiz que ha hecho un trabajo de orfebrería para conectar todavía más. Y un añadido que es la música. Nos hemos inventado a esa conferenciante que entre capítulo y capítulo improvisa a partir de Bach.
--Música compuesta por usted.
--Son improvisaciones bastante libres que han ido tomando forma a partir de Bach. Probamos impresionismo, romanticismo, pero vimos que la lucidez y la matemática de Bach era lo más armónico y acorde con este texto. Y sí, hago un trabajo que está vivo cada día también porque me manejo entre la composición y la improvisación.
--Las cosas han cambiado mucho desde 1928, ¿sigue siendo útil ponerlo en escena de todos modos?
--Se ha hecho mucho y queda mucho por hacer. Desde no hace tanto tenemos una herramienta fundamental. En este guisante que es el planeta Tierra, en los países ricos tenemos la igualdad por ley. Hasta hace poco no era así, las mujeres no podían tener bienes propios, nada, eran ciudadanos de segunda y menores de edad ante la ley. Ahora, en el primer mundo, tenemos esa herramienta que es la llave de todo y a partir de allí todo es posible. Luego está el otro gran tema. ¿Cómo transformamos conductas que responden a una cultura patriarcal de siglos? Esto requiere un tiempo. Tenemos prisa, hemos esperado mucho. Ojalá logremos acortarlo. Ese es el trabajo. La igualdad real entre hombres y mujeres es tan profunda, es una transformación social enorme que mueve el suelo de la sociedad. Eso es un terremoto. Por otro lado, creo que vivimos una época luminosa para hombres y mujeres.
--Pero aparecen amenazas.
--De algún modo yo pienso que estas reacciones que estamos viendo, que de pronto aparezca un partido político que niega la violencia de género, por ejemplo, y quiere quitar las leyes que ayudan a las mujeres que sufren un maltrato físico y psicológico y que muchas siguen muriendo a manos del hombre, que niegan la realidad y la evidencia, son la respuesta proporcional a la fuerza del movimiento. Esa respuesta en contra es proporcional a los logros que obtenemos. Habla de los logros obtenidos. Hay que combatirlo y por eso hay que seguir, porque hay pequeños retrocesos. Yo creo, igual, que esto es imparable.
--Esos partidos que hablan del adoctrinamiento cuando hay conferencias que denuncian la violencia y la situación de las mujeres y quieren borrarlas de las aulas contrasta con el hecho de que Virginia Woolf, en 1928, diera ese discurso en la universidad y fuera señalada. ¿No es eso un retroceso en cierta medida, pensar que nos quieran adoctrinar?
--Es que otra cosa que hace Virginia es que no adoctrina. Pone sobre la mesa la pobreza histórica, el maltrato histórico de las mujeres y posibles causas de eso de manera muy inteligente, con mucho humor y muy certera. Luego habla de las consecuencias. Ella se atreve a poner sobre la mesa algo que en 1928 es revolucionario: mujeres y dinero. El patriarcado tiene esa cosa tan perversa que hace de la mujer un ser de amor, emociones y sentimientos cuando eso necesita de un sustento económico. Y Woolf es muy revolucionaria al hablar de que la libertad personal necesita absolutamente de un sustento práctico, económico. Lo que pasa que lo hace de una forma tan inteligente que los hombres reciben muy bien ese texto. Ella no crea bandos, no crea historias de buenos y malos. Ella dice en el texto: “Es absurdo echar la culpa a un sustrato social o a un sexo en su conjunto”. Lo que hace es analizar un movimiento que ha hecho la humanidad con el hombre a la cabeza, porque es el que ha tenido la humanidad.
--¿El teatro tiene también ese poder transformador?
--El teatro en sí mismo lo tiene. Un espectáculo en vivo, si te toca como espectador, se queda dentro. Cuando algo en vivo te toca, te conmueve o te hace pensar, hay algo que se queda en ti. El teatro tiene ese poder, aunque tampoco tiene esa obligación. El teatro, mientras tenga calidad, es válido en cualquiera de sus formas e intereses. Sin saber tampoco muy bien qué es esa calidad (ríe).
--¿Es eso lo que la enganchó al teatro?
--Yo entré en el teatro a través de la música. El teatro estaba en la vida de mis padres desde que era niña, pero mi vocación era musical. Por eso, el hecho de unir los dos territorios en esta función, es para mí casi un sueño. He hecho funciones de Una habitación propia en teatro con unos pianos de cola impresionantes y ha sido de un placer maravilloso. Siendo yo una pianista de andar por casa. Y entré porque me independicé económicamente muy pronto y encontraba fácilmente pequeños trabajos sobre el escenario haciendo de figuración, papeles menores y me fui metiendo en el teatro y el audiovisual. Ya luego me enganché. Fui a Italia y su manera de entender el teatro como un juego, incluso muy serio, se convirtió en una forma de ganarme la vida.
--Y no para.
--Esta época pandémica ha hecho que ocurran cosas tan extrañas como que una haga varias obras a la vez. Todo se ha desordenado. Un amigo me dice que soy una compañía de repertorio en mí misma. Tengo Una habitación propia en el Teatro Bellas Artes, sigo con La lengua en pedazos de Juan Mayorga en el Teatro del Barrio, al mismo tiempo estoy con la gira de En palabras de Jo… Mujercitas de la gran Lola Blasco, dirigida por Pepa Gamboa. Y el sábado 13 en Getafe hacemos la última representación de la maravillosa Antígona de David Gaitán tras dos años de gira. Y ya preparo dos espectáculos más y una cosa de televisión que no te puedo contar.