Àgata Roca (Barcelona, 1968) está imparable. En 2021 cumplió 30 años la compañía de la que forma parte, las T de Teatre. Repusieron uno de sus míticos espectáculos, Delicades. Luego llegaron, pese a los retrasos, T’estimo si he begut, Canción para volver a casa y 53 diumenges.
Esta última obra, escrita y dirigida por Cesc Gay, está de vuelta en la sala donde se estrenó, el Teatre Romea. Allí seguirá hasta el 20 de febrero tratando de sacar una sonrisa a la gente.
Entre la risa y el drama
El montaje cuenta en clave de humor la situación de una familia compuesta por tres hermanos que se encuentran con una situación por la que muchas personas han tenido que pasar: el cuidado de un padre. Pese a que podría tratarse de un drama intenso, su creador le aporta ese toque que lo hace más digerible. Gay ha sabido sacar adelante el proyecto con un éxito que se refleja en taquilla.
A Roca le toca además un doble papel en la función, la de cuñada y narradora, una dualidad que le encanta representar porque supone “darle la mano al público” para conducirlo entre tanto enredo. Un público que, en más de 30 años de trayectoria, ha acompañado también a Àgata, con la que Crónica Directo tiene el placer de conversar para hablar de la obra y de su carrera.
--Pregunta: ¿Qué significa para usted poder regresar con una obra como ’53 diumenges’?
--Respuesta: Estar hoy en cartelera y poder estrenar una obra ya es un gran premio. No debería ser así y desafortunadamente es así ahora. Nosotros sobrevivimos 20 semanas el año pasado en el Teatro Romea. Eso ya fue un éxito si se tiene en cuenta que había toque de queda, la restauración estaba cerrada, que la gente estaba en pánico… Y aun así, conseguimos llenar el teatro. Y ahora coincide también que estamos con un nuevo rebrote. No pudimos estar al 100% hasta ahora. Viene mucha gente, funciona muy bien y se demuestra que la cultura, el teatro, más que nunca es necesaria.
--Y la comedia también, porque hay mucha obra en la cartelera.
--Sí, se agradece mucho. Cuando empezamos el año pasado, la gente nos esperaba fuera y nos decía que era la mejor medicina que les podíamos dar en este momento, una dosis de humor y de pasarlo bien. Ahora continúa siendo así. La gente tiene ganas de reír y deshacerse de esta mierda, distraerse y reírse de uno mismo, porque la historia también hace reflexionar y la gente se siente muy identificada. Es la historia de una familia, de tres hermanos que están en un momento que deben hacerse cargo de sus padres, reflexiona sobre sus relaciones…
--Tiene un punto de comedia reflexiva y risa congelada.
--Sí, porque al final también tiene algo de emotivo. Tiene ese toque de humor que Cesc Gay le pone a sus obras. Él en su teatro y sus películas toca temas profundos, de sentimientos, sensibilidad y le da esa dosis de humor que permite ver las cosas desde otro ángulo.
--¿Cree que el hecho de plantear una historia del cuidado de un padre, después de todo lo vivido por la pandemia ha hecho que la obra coja un nuevo significado?
--Seguramente, todos estamos mucho más sensibilizados con este tema. Seguramente son la generación que lo han pasado peor, y pese a que los hemos intentado proteger seguramente no lo hemos hecho del todo bien. Se nos han escapado muchas cosas: la gente muriendo sola, las residencias. Yo no he hecho campaña, pero por eso soy defensora de la vacuna. Creo que no se ha de mirar tanto a nivel individual sino global. Si la vacuna sirve para que no colapsen los hospitales y se pueda atender mejor a la gente que realmente lo necesite, mejor. Así como evitar que la gente tenga que morir sola y estar cuidados en un hospital. El sistema sanitario está muy complicado.
--Hablemos de su personaje. Es una narradora que también participa en la obra. ¿Cómo lo definiría?
--Tal como has dicho. Es una persona que, en momentos, está fuera y le da la mano al público para que la acompañe a ver qué pasa en esta casa. Es la cuñada, la esposa de Pere Arquillué, que al no tener familia se lo pasa muy bien viendo todo desde fuera. Además, empatiza mucho con el público.
--¿Se hace difícil este equilibrio como actriz?
--Me gusta mucho este doble juego. Como hace Woody Allen en alguna película cuando mira a cámara. Te permite participar de la historia y a la vez opinar. Cesc en los ensayos me decía que empezara como una presentadora, pero sin ser muy fría porque estás dentro. Lo he pasado muy bien, además cada día la respuesta del público es diferente. Ves las expresiones del público pese a las mascarillas (ríe).
--¿Da mucha impresión verlos con mascarilla?
--Ya nos estamos acostumbrando. El año pasado teníamos cierto miedo, porque, a pesar de que no los miras fijamente, los intuyes no solo por las risas, sino por sus caras y expresiones y solo les ves los ojos ahora. ¡Y ahora nos hemos acostumbrado muchísimo! Da miedo que esto se pueda quedar para siempre y desgraciadamente nos tengamos que acostumbrar. Y pese a estar con esta especie de bozal los puedes ver e intuir y los ves contentos. Ves además que están mucho más agradecidos, te dan las gracias por esta hora y media de comedia.
--Es una sensación que tienen todas las personas de teatro.
--Sí, sí. Además de la vacuna creo que se debería recetar el consumo de teatro. Además, en el teatro vivimos un drama. Ahora hay muchas salas cerradas y no es porque no sea un espacio seguro, es que la gente de teatro también tenemos vida: padres, hijos, hermanos… El Covid está en todos los lugares y somos personas.
--Habla de una receta, de la entrega de la gente. ¿Es el momento de recordar a las instituciones alguna ayuda?
--La ayuda es necesaria y más ahora cuando se han reducido los aforos, con teatros cerrados, que han de devolver las entradas… Tampoco creo que sea el momento de criticar, por eso. No ha de ser nada fácil tener en tus manos esta bomba que has de manejar. Es evidente que el teatro necesita ayuda y no estar abandonado por las instituciones. Yo creo, por eso, que hay conciencia. La temporada pasada se tomó mucha conciencia y, a pesar de las medidas que son necesarias, ha habido ayudas paralelas que han servido para salvar algunas compañías, pero no a todas. Lo que pasa que te comparas con otros países europeos y, claro… Todos los gremios, por eso, tienen su cruz. ¡Ya no digamos la restauración!
--¿En este sentido, se siente privilegiada? Se cumplieron 30 años de T de Teatre y reestrenaron 'Delicades', regresa '53 Diumenges', estrenaron 'T’estimo si he begut', viaja a Madrid para estrenar 'Canción para volver a casa' en el Centro Dramático Nacional…
--Sí, siempre lo digo. Parece que cuando dices que tienes suerte es que no te lo mereces y no es así, porque nos lo hemos trabajado. Y las T de Teatre nos sentimos afortunadas porque durante esta pandemia no hemos dejado de trabajar. Sentimos que vamos en un barco a contracorriente y hemos ido esquivando las olas, que han sido muchas. Tuvimos que suspender el estreno de la obra, lo pudimos posponer, hemos tenido bajas por Covid… Lo hemos trampeado como hemos podido, otras compañías no han podido. Pero ha sido jodido. Cerrar un teatro con la taquilla llena es muy jodido. Pese a todo, sí, me siento afortunada porque he seguido trabajado. Es un lujo, que no tendría que ser, que debería ser lo normal.