La estancia en la cárcel de Julián Muñoz por el caso Malaya fue muy dura. Sufrió una angina de pecho, un ataque al corazón y estaba desgarrado por el amor que sentía por Isabel Pantoja. Él mismo confiesa que gastaba todas las llamadas en hablar con ellas y se olvidó de sus propias hijas.
La cantante salió mucho antes que él y el político esperaba poderla ver en alguna ocasión, en un vis a vis. Un momento muy deseado por él.
Dos encuentros muy distintos
El primer cara a cara fue soñado. Era el día de su cumpleaños y mantuvieron relaciones sexuales. Fuera las cámaras estaban expectantes, él no supo nada hasta la salida. Más adelante fueron sus hijas quienes pidieron verle y allí se rompió y vinieron todos las achaques de salud.
El segundo encuentro con la tonadillera fue muy diferente y un duro revés para el preso que no esperaba que su hasta entonces pareja fuera tan fría. “Fue una conversación de negocios”, recuerda. Quería saber dónde estaba ese dinero que buscaba la justicia y del que no sabía nada. Ni una palabra de amor, ni de afecto.
Principio del fin
“Fue una visita fría, que no le guardo ningún recuerdo, distante y en la que me di cuenta de que no, eso no iba a funcionar nunca más”, sentencia. Un encuentro que le dio directo al corazón y en su peor momento.
Estaba desesperado por que ella fuera de nuevo y todo se acabó. Él se pregunta por qué está tan obsesionada por vender todas las propiedades, le dijo que lo hiciera. Al salir descubrió, no sólo que no le había dejado nada a él, sino que se quedó con el coche del exalcalde.