Lo que antes era una comida de necesidad para aquellas familias que no tenían suficientes recursos para poner otros alimentos en la mesa hoy en día se ha convertido en todo un producto de lujo en muchos restaurantes. Es el caso de la casquería, un tipo de comida no apta para todos los paladares (debido sobre todo a su sabor y en algunos casos a esa textura gelatinosa que sorprende a más de uno) y que hace referencia a las vísceras y otras partes comestibles de los alimentos que no se consideran carne como tal.
Sin embargo, todo lo que ahora engloba a la casquería (como es el caso de sesos, callos, mollejas, sangre, manitas o pies de cerdo, hígado, lengua, morro, careta, oreja...) entra a formar parte de platos innovadores dignos del mejor chef y han dejado atrás ese concepto más negativo a la hora de darle su protagonismo en la cocina.
De lo más saludable
Para los que duden sobre el valor nutricional de estos alimentos, según recuerdan desde la Fundación Alicia, la casquería es todo un manjar de salud gracias a sus beneficios de lo más saludables. Así, es fuente de proteínas, apenas tiene grasa (aunque exista el mito de que es así) y ofrece una buena cantidad de minerales como el hierro, el potasio, el fósforo y el zinc, además de vitaminas entre las que merece la pena destacar las del grupo B.
Nutrientes de lo más sanos en los que hay que tener alguna que otra recomendación si se comen productos de casquería en exceso. En este sentido, se puede dar un elevado aporte de colesterol a la dieta (sobre todo si se abusa de los sesos), además de resultar algo pesados por lo que no es muy recomendable para las personas con problemas de digestión. Sin embargo, si se toma casquería en proporciones moderadas no hay problema alguno y sí un buen aporte de buenas noticias para el organismo.