Los arquitectos y estudiantes de dicha carrera son muy conscientes de ello. Pero desarrollo industrial y arquitectura de vanguardia siempre estuvieron unidos. Aunque ahora todas las fábricas siguen el mismo patrón, algunos empresarios quisieron hacer de su compañía algo único incluso en su forma.
Una clara referencia son las colonias que se construyeron alrededor de las industrias textiles catalanas. A finales del siglo XIX y principio del XX fue una práctica tan extendida que grandes empresarios apostaron por atraer a sus trabajadores ofreciendo diseños revolucionarios para que sus trabajadores se sintieran en un espacio único. Un ejemplo claro: los Güell, que contaron con Gaudí para su empresa de Santa Coloma de Cervelló.
La llegada del tren
Esta no fue la única colaboración del arquitecto con los Güell, ni con la industria. La familia tenía una fábrica de cemento en Castellar de n’Hug llamada Asland. Estaba en los Pirineos y llegara allí era difícil. Por eso, mandó al de Reus construir una residencia para los trabajadores de su empresa y también para las minas de carbón que la hacía funcionar.
En 1902, el artista erige allí Chalet de Catllaràs, pero la comunicación entre la mina, la fábrica y la ciudad más cercana, Guardiola de Berguedà, seguía siendo difícil. Y transportar la producción para distribuirla también. Y es allí que decidieron unir la ciudad con la fábrica con un tren.
Viaje histórico
Inaugurado en 1909, el tren hacía la vida un poco más fácil a los trabajadores y además, les ofrecía unas vistas increíbles. En sus 11km de recorrido, el río Llobregat es el principal compañero de viaje de todos los que en él se subían. Bueno, mejor dicho, se sube.
Sí, el ahora conocido como Tren del ciment, se abrió al público en 1914 e hizo las delicias de los amantes de la naturaleza. Eso dinamizó la zona del Berguedà y la abrió al turismo como nunca antes.
Condiciones actuales
Si bien es cierto que el 14 de octubre de 1963 dejó de prestar su servicio, la voluntad de recuperar el patrimonio y de ofrecer un turismo de calidad en la zona lo hizo resurgir. En julio de 2005, con la ayuda de los Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya, la recuperación de viejas locomotoras y el reacondicionamiento de las vías, el ferrocarril volvió a circular.
Quien suba a este tren tiene garantizada varias experiencias. En primer lugar, revivir un viaje en un tren de época. El segundo, recorrer un camino de 3,2 km rodeado de naturaleza que lleva a otra construcción de Gaudí oculta en La Pobla de Lillet. Y no hablamos sólo del citado chalet, que estuvo décadas abandonado.
Jardín secreto
Durante la construcción de ese edificio, el arquitecto se alojó en casa de otra familia con pudientes, los Artigas. En compensación por el favor, el de Reus, les diseñó un jardín que poco tiene que envidiarle al Parc Güell. Y además, está mucho menos masificado.
Para llegar a esta joya gaudiniana sólo hace falta subirse a este tren histórico que lleva hasta allí. Una experiencia que une historia, industria y arquitectura en poco más de tres kilómetros y por un precio máximo de 10 euros ida y vuelta.