La pelea de película en un casino de Barcelona que pasó a la Historia
Unas imágenes que dieron la vuelta al mundo tuvieron que ser reconstruidas 50 años después
8 agosto, 2023 14:35Noticias relacionadas
Una pelea en medio de un casino de Barcelona acabó con los protagonistas dándose un apretón de manos y ha quedado para la Historia. Sí, en mayúsculas.
La situación no puede estar más cargada de actualidad. Unos hombres sentados en la terraza del Casino de Sants de la ciudad condal piropean a una chica que andaba por la calle. Ella se enfrenta al que parece el líder del grupo, pero cuando celebra la supuesta victoria, se le acerca a lo lejos otro hombre, lleno de celos, y empieza la batalla.
Todo grabado
Esta trama (sustantivo más apropiado) ha pasado a la posteridad por ser la primera película rodada en España con eso que antes se llamaba cinematógrafo. Pasó en 1897, dos años después de que los Lumière presentaran la Salida de los obreros de la fábrica.
El hijo de un ebanista mallorquín afincado en el barrio de Sants, amante de la fotografía y curioso del kinetoscopio, Fructuós Gelabert, decide hacer su primera película tras ver la de los Lumière. Su favorita, El regador regado, la primera comedia, el primer slapstick. Su título, Riña en un café.
Hecho a sí mismo
Decidido a hacer algo parecido, Gelabert se construye su propia cámara y ni corto ni perezoso se planta con una ficción que él mismo guioniza, dirige y produce. Su exhibición en el barrio causa sensación.
No tardó mucho en probar otros géneros. El cine costumbrista (Salida de los trabajadores de la España Industrial, 1897), la animación (Choque de dos trasatlánticos, 1898) o el documental (Visita de Doña Cristina y Don Alfonso XIII a Barcelona, 1898).
Para la Historia
Su éxito fue mayúsculo. Fue a Estados Unidos y regresa con un sonado fracaso debido a la llegada del cine sonoro. Eso no le impidió continuar. Pero ya es Historia, la Riña en un café es la primera película rodada en España. Su duración, un minuto escaso.
Sólo hay un problema. No se conserva. Un minuto robado a la Historia, un minuto quemado y abandonado por la Historia. Gelabert no tuvo más remedio que volver a rodarla en 195, sólo tres años antes de su muerte. Un trabajo digno de Michel Haneke con su Funny Games.