El encanto de un bar de toda la vida no son esas patatas recocinadas y esa ensaladilla rusa en la vitrina al lado de las anchoas en vinagre. Un bar de toda la vida es el Bar Cortijo de Tarragona.

Hace más de medio siglo, los padres de su actual propietario, Luis, compraron lo que entonces era un prostíbulo para dar de comer a los estibadores, capitanes y otros trabajadores del puerto. Ellos continúan yendo, como los jubilados y clientela de toda la vida que acuden a tomar vino local y comida riquísima.

Platos especiales

No se lo dice un nostálgico, hasta las nuevas generaciones le dedican vídeo en TikTok en los que hablan de las mil maravillas que uno puede encontrar si se acerca a la calle Rebolledo, 27. No hablamos sólo de los menús, fideuás, tortillas, carnes y guisos. Tienen platos completamente especiales.

Luis y Santi hacen de todo. Pero destacan las patatas al Kamado, unas papas grilladas y salpimententadas que se sirven o tal cual o con la salsa Moretum, una especie de ajoblanco, o con la Garum, una especie de salsa de olivas con toque de guindilla. Porque no, por mucho que sea un bar de toda la vida no sirven bravas.

Comida casera, vino local 

Lo que sí hacen ellos mismos son las anchoas, pero ellas las embotan, las dejan en sangre, las cubren con salmuera y las dejan fermentar. También son de elaboración casera las croquetas que, además, las fríen en la sartén y así no resultan aceitosas.

Hablar de todos los platos que ofrecen sería no parar, por eso, cabe destacar que todo esto se puede maridar con vinos locales de proximidad que hacen las delicias de los amantes de la uva fermentada. Por eso y mucho más, se ha convertido en el bar de referencia de muchos tarraconenses.  

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