Para disfrutar de un terreno y un paisaje volcánico no hace falta irse a una isla o coger un avión para aterrizar al otro lado del mundo. En la península existe un rincón sorprendente con más de 40 volcanes y coladas de lava. Un lugar mágico, la comarca de La Garrotxa, en plena provincia de Gerona y que bien merece disfrutar de una escapada durante los meses más fríos del año.
Todo un privilegio y un espectáculo de la naturaleza que alberga algunos de los pueblos más bonitos de la zona como es el caso de Santa Pau, una villa medieval que se levantó alrededor de un castillo, o Besalú, conocido por su precioso puente de estilo románico. Hoy, la parada lleva hasta el primero para descubrir la magia de una localidad donde parece que el tiempo permanece detenido desde hace siglos.
Rodeado de volcanes
Antes de llegar a Santa Pau ya sorprende su ubicación muy cerca de algunos de los volcanes protagonistas de La Garrotxa. Es el caso de dos ilustres de la zona como son Santa Margarida, cuya peculiaridad es la existencia de una ermita románica en el centro mismo del cráter de esta estructura geológica; así como el volcán Croscat en forma de herradura. Este último fue el último que entró en acción y empezó a expulsar lava de su interior. Eso sí, eso fue hace más de 11.000 años.
Una naturaleza mágica que también se representa por el bosque de hayas cercano, la Fageda d'en Jordà, que sorprende al viajero con sus llamativos colores otoñales entre ocre, rojos, amarillos y marrones. Una buena postal de bienvenida al pueblo de Santa Pau, del que se divisa, antes de perderse por sus calles, su afamado castillo de la Baronía de mediados del siglo XIII.
Recorriendo la villa
Dando un placentero paseo por el pueblo, el visitante puede admirar cómo esta localidad todavía conserva ese aire y esa esencia tan características de las villas medievales. Un recorrido donde merece la pena hacer un alto en el camino en la plaza Mayor o Firal dels Bous con sus llamativos arcos desiguales y que se encuentra en las inmediaciones del castillo mencionado. Siguiendo el paso, el siguiente punto de interés es la iglesia de Santa Marina, así como todo el conjunto de estrellas callejuelas que van a parar al Portal del Mar.
Precisamente, desde este punto se puede tener una impresionante vista de los valles que rodean el municipio de Santa Pau. Espacios naturales que resguardan alguna que otra iglesia de hace siglos como es el caso de Mare de Déu dels Arcs, Sant Vicenç del Sallent, Sant Martí Vell y Sant Miquel Sacot.
Su tesoro gastronómico
Turismo no es solo ver paisajes naturales y conocer el rico patrimonio arqueológico e histórico de un lugar, sino también probar su apreciada gastronomía. En este caso es todo un pecado visitar Santa Pau y no probar sus alubias, también conocidas como fesols. Una variedad de legumbre que tiene el reconocimiento de sello de Denominación de Origen Protegida de la Unión Europea y que se cultiva en esta tierra volcánica. Una alubia de tamaño muy pequeño con un color pálido y una piel muy fina y cuyo sabor en el plato tiene un regusto mantecoso.
Un manjar que se ha convertido en todo un tesoro de la gastronomía catalana y que sirven para elaborar tanto recetas templadas o frías (por ejemplo, en ensalada) o bien como protagonista principal de un guiso de cuchara más apetecible para los días más fríos del año. Eso sí, si uno quiere ser fiel a la tradición culinaria de la zona, lo mejor es preparar esta legumbre con butifarra, el plato más característico de este pueblo de La Garrotxa gerundense.
Un broche de oro perfecto
Y para bajar la comida, nada como andar un poco y hacer alguna que otra ruta de senderismo de las numerosas que parten desde este pueblo. Es el caso del recorrido en ascensión hasta la cima de Finestres, considerado como uno de los mejores miradores que hay en esta comarca volcánica. Un bonito paseo para ir descubriendo a cada paso una variedad de paisajes donde las hayas y las encinas son las absolutas protagonistas de la vegetación.
Una vez completada la ruta, en esta atalaya se encuentran los restos del castillo de Finestres y de la ermita de Santa María de Finestres que asisten perennes con el paso del tiempo a las mejores vistas no solo de la comarca, sino también de Gironès y el Pla de l'Estany.