Puede que sean pocos los que hayan oído la palabra algofobia, relacionada con un miedo irracional y su significado. Quizá solo la conozcan aquellos que realmente viven en primera persona este tipo de fobia. Personas que sienten una angustia indescriptible y atroz a todo lo que traiga consigo un dolor físico. Una sensación para nada agradable pero que, en el caso de los pacientes diagnosticados con esta fobia, va mucho más allá de un mero problema relacionado con la psicología.
Y es que solo con pensar en ello su angustia mental crece por momentos. De ahí que sea necesario, antes de que sea demasiado tarde, hacer una evaluación de esas personas para diagnosticar de manera temprana esta patología cuya definición, etimológicamente hablando, procede del griego algos (dolor) y de phobia (la traducción de miedo). Un miedo al dolor que ha hecho que la medicina haya evolucionado a pasos agigantados a la hora de dar vida a analgésicos para que el paciente no sufriera esta afección física.
Los síntomas
Una preocupación excesiva que no solo se queda en el pensamiento, sino que estas personas que padecen algofobia pueden sufrir un ataque de ansiedad que incluso en los casos más graves les puede llevar a una aceleración de su ritmo cardíaco como consecuencia de ese pánico que se apodera de ellos; así como la presencia de sudoración excesiva, temblores, una respiración que cada vez va más rápido, tensión muscular y un incremento de la presión arterial.
Estos son los síntomas más evidentes que tienen aquellas personas que padecen algofobia y piensan irremediablemente en algo que les va a causar un dolor que ni su mente puede soportar de antemano; antes incluso de sentirlo físicamente.
Las causas de la algofobia
Señales todas ellas que no proceden de una causa en común, pero que pueden tener su origen en diversos factores genéticos y ambientales que actúan de manera conjunta para la aparición de este trastorno psicológico de la algofobia. Así por ejemplo, en este caso concreto, esa sensación puede venir como consecuencia de haber sufrido un trauma en el pasado o bien tras una experiencia desagradable en la que esa persona estuvo bajo un dolor incontrolable o muy intenso.
En el caso de la carga genética, en ocasiones este trastorno se "hereda" de generación en generación. Es el caso de aquellos miedos que inconscientemente se trasladan de padres a hijos de tal manera que estos últimos acaban adquiriendo ese miedo al estar condicionado durante tantos años en su entorno familiar.
¿Se puede tratar?
Como recuerdan desde la Asociación Cántabra de Párkinson no existe una edad fija para sufrir este tipo de patología mental, pero lo cierto es la que la prevalencia de la algofobia se acrecienta especialmente en el caso de las personas mayores. Sin embargo, llegar a esa etapa vital y sufrir esta patología no quiere decir que esté todo perdido ya que existen diversos tratamientos para frenarla como confirman desde esta entidad.
Un tratamiento, el de la algofobia, que en los casos más comunes (sin llegar a ser especialmente graves) se puede reconducir y abordar por medio de la realización de sesiones de terapia conductual como complemento a la prescripción de medicamentos para reducir la ansiedad de ese paciente. También resulta eficaz en este sentido la conocida como terapia de exposición llevada a cabo por terapeutas profesionales en los que se irá descubriendo poco a poco el motivo de dicha fobia para hacer frente a ella con ejemplos prácticos para sobrellevar ese miedo al dolor.
Consejos prácticos
Pero, además, de este trabajo con expertos y profesionales, la persona que padece esta curiosa patología puede introducir una serie de hábitos saludables que le pueden ayudar mucho en su tratamiento. Acciones tan sencillas como reducir la toma de bebidas estimulantes o que tengan cafeína, ya que pueden hacer que esta persona al final se encuentre más alterada de lo normal; incluir una rutina de ejercicio físico en su día a día para mantener alejado el estrés de su mente o bien optar por terapias como el yoga o el pilates igualmente beneficiosas en este aspecto.
En relación con esto último, los profesionales antes aludidos mencionan también la meditación como una buena práctica para aprender a relajarse, sobre todo en el momento más angustioso en el que se piensa en ese dolor que van a sentir y que les atemoriza mentalmente.