A veces no hace falta irse a otra parte del mundo para ver playas de aguas cristalinas y kilómetros de arena fina cuando se busca un destino para este verano con el que quedarse impresionado. Mucho más cerca, en la comarca de la Garrotxa, se encuentra un pequeño pueblo mágico y que no defrauda a todo aquel visitante que se acerque hasta aquí. Este lugar es Castellfollit de la Roca.
Precisamente, su propio nombre ya desvela algo del misterio que guarda. Y es que este municipio sorprende por su ubicación privilegiada no apta para aquellos a los que no les gustan las alturas. Un mirador natural donde sus habitantes viven en lo alto de un acantilado de unos 50 metros y donde uno puede contemplar toda la inmensidad de los valles de los ríos Fluvià y Toronell. Por si fuera poco, este pueblo marca el inicio de una zona de gran belleza natural como es el singular Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa.
Cuidado con mirar para abajo
Los que no tengan miedo de mirar para abajo descubrirán en Castellfollit de la Roca toda una sorpresa, ya que se encuentra justo encima de un impresionante risco basáltico donde las casas parecen sostenerse por arte de magia, al mismo tiempo que se precipitan casi al vacío. Una imagen que bien merece la pena inmortalizar en un fotografía donde sobresale (más alto todavía) el campanario de la iglesia de Sant Salvador, del siglo XIII.
Aparte del turismo que llega a este rincón tan especial de Girona, esta localidad vive principalmente del sector servicios, además de una actividad industrial que encantará a todos aquellos a los que les guste comer. Asimismo, en la zona hay varias empresas dedicadas a la fabricación de embutidos, dulces y galletas que hacen las delicias tanto de los oriundos como de los numerosos forasteros que acuden a recorrer sus calles.
Qué ver en el pueblo
Esa atalaya impresionante que es el acantilado, que sirve de tierra firme para el municipio, no es ni más ni menos que basalto fruto de la erosión de los ríos con restos de lava de antiguas erupciones volcánicas de hace miles de años. Precisamente esta piedra, que también fue usada por Antoni Gaudí para construir las columnas del Park Güell, es la misma que hoy se puede ver en muchas de las calles y rincones que dan a este pueblo su aspecto medieval. Es el caso de la plaza de Josep Pla, que bien merece una visita por ser todo un mirador natural.
Además de dar un placentero paseo por el pueblo, uno no puede perderse el principal edificio religioso de Castellfollit de la Roca, que en el siglo XV sufrió un terremoto y siglos más tarde fue destruido por los efectos de la Guerra Civil. Sin embargo, el tesón de los lugareños hizo que se levantara de nuevo. Junto a esta iglesia, otros dos atractivos turísticos de la localidad son el Museo del Embutido, donde uno puede ver todo el proceso de elaboración de la carne, así como el curioso Museo del Vietnam, con un destacado catálogo museístico alrededor de esta contienda bélica.
Entorno natural
Terminada ya la visita por este coqueto rincón, y si uno se queda algunos días más por la zona, siempre puede hacer algunas de las bonitas rutas naturales que parten desde este punto y que, sobre todo, acercan al visitante hasta el Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa. Un escenario que constituye por sí mismo el mejor exponente de paisaje volcánico de toda la península ibérica gracias a sus más de 40 conos volcánicos y sus más de 20 coladas de lava.
Un entorno natural al que sirve de entrada el municipio de Castellfollit de la Roca y que comprende una zona alrededor de unos 11 municipios y una extensión de unas 15.000 hectáreas con una variada y exuberante vegetación, donde uno puede contemplar encinares, robledos y hayedos de un excepcional y único valor paisajístico.
Toca reponer fuerzas
Y ya que uno está recorriendo esta comarca, no hay nada como coger fuerzas en algunos de los establecimientos que hay en el municipio. Uno de ellos es Ca la Paula, ubicado en la misma plaza Sant Roc, especializado en cocina mediterránea y con un menú diario por 15 euros; o bien, optar por Mont Roc, a las afueras del pueblo, con cocina tradicional y casera.
Si uno es goloso, lo mejor es acercarse para probar algunas de las especialidades del municipio en Cal Tuset, todo un paraíso para los amantes de los dulces con su amplia variedad de sorprendentes y deliciosas magdalenas para todos los gustos. Seguro que más de uno se lleva alguna que otra bolsa para la vuelta a casa.