Es un gesto que se repite dos veces al año. Adecuar el horario al invierno y al verano; algo que en este último caso tendrá lugar en la madrugada del sábado 27 al domingo 28 de marzo. Así, cuando sean las 02:00 de la madrugada, los relojes deberán adelantarse 60 minutos, hasta las 03:00 horas. La consecuencia más directa es que ese día se dormirá una hora menos y poco a poco irá anocheciendo más tarde para ir adecuando ese huso horario a los meses estivales.
¿La razón? Lo que se hace es ajustar el horario laboral a las horas de luz (que cada vez son más una vez se va acercando el verano). A esto hay se añadir el hecho de que modificar la hora favorece que haya un mayor ahorro energético, puesto que se aprovecha más la iluminación que procede del sol y no hay que recurrir en esos momentos a la luz artificial.
Cuando todo comenzó
Hay que remontarse a la Primera Guerra Mundial para encontrar el primer cambio de hora con la idea de que las fábricas estuvieran abiertas una hora más cuando comenzase la primavera. En el caso de España, esta decisión de mover las manillas del reloj hacia adelante o hacia atrás se tomó en el año 1918 para ajustar el horario al del resto de países de su alrededor, además de ampliar la producción industrial como se ha explicado anteriormente.
Sin embargo, hay una fecha relevante en esto del cambio de horario en España. En el año 1940, concretamente el 17 de marzo, en el Boletín Oficial del Estado se publicó una norma, hoy todavía vigente, con la que se cambiaba el horario para ajustarlo al de Alemania. Desde entonces, los relojes españoles van 60 minutos más tarde de lo que deberían, a excepción de las Islas Canarias.
¿Cómo afecta a la salud?
Cuestiones normativas aparte, lo cierto es que este movimiento horario trae consecuencias también para la salud. Una serie de afecciones a las que hay que irse poco a poco adaptando y que se irán explicando en los siguientes párrafos. Y es que, a muchas personas, este cambio no es algo anecdótico sino que lo sufren en mayor medida, sobre todo en lo referente al cambio en el ritmo circadiano y cómo influye este en el sueño y el descanso nocturno.
Esta alteración al irse a la cama, algunos incluso cuando ni siquiera se ha hecho totalmente de noche, se traduce en insomnio, pero también en situaciones de irritabilidad, un mayor cansancio y apatía, falta de concentración así como una modificación del estado de ánimo.
¿Y a los niños?
Esos días un tanto raros tras el cambio de hora no solo se notan en el caso de las personas mayores; también los jóvenes y más pequeños sufren algunas alteraciones muy similares a las de sus padres. Intranquilidad y peor sueño por la noche suelen ser las dos consecuencias más comunes en los menores. En los días posteriores les costará más quedarse dormidos o bien se dormirán a horas intempestivas o incluso no haya quien les levante por la mañana. Algo muy habitual y nada preocupante.
¿Y en el colegio? Es importante estar atentos los días posteriores, pero sin agobiarse demasiado ya que poco a poco desaparecerán dichos síntomas. Pero sí que se notarán más cansados, molestos y con pocas ganas de atender a las explicaciones del profesor. Lo dicho, nada grave y que con el paso de los días irá volviendo a la normalidad previa con algunas de las pautas que se explican a continuación.
Claves para sobrellevarlo
Con todo, lo mejor en estos casos es armarse de paciencia e ir paulatinamiente escuchando al cuerpo para adaptarse a este nuevo ritmo de vida. Y si uno puede, adelantarse a ese cambio de horario e ir adecuando la rutina a lo que vendrá en unos días para que el organismo lo perciba y se vaya aclimatando de manera tranquila.
Como el cambio se suele hacer por razones lógicas durante el fin de semana, es recomendable que durante esos dos días libres se vaya moderando la actividad para no añadir un extra de cansancio. Además, otras buenas ideas pasan por eliminar o limitar la siesta los primeros días para descansar mejor por la noche, hacer algo de ejercicio suave para ir relajando cuerpo y mente y apostar por una alimentación completa y equilibrada donde no falten los alimentos ricos en melatonina como frutos secos o pescado azul entre otros, así como infusiones relajantes.