El 31 de octubre se celebra la noche de Halloween, una fiesta de origen anglosajón que se ha adaptado a otras culturas como la española y en la que es común ataviarse con algún disfraz. Pero ¿cuándo apareció la costumbre de usar disfraces en las celebraciones?
El origen de los disfraces está relacionado con su uso en la Noche Víspera de Difuntos por el hecho de tener como finalidad esconder la identidad detrás de un aspecto que no es el propio.
Desde la prehistoria
Si se tiene en cuenta el modo en que se vestían y camuflaban nuestros antepasados en épocas prehistóricas, se podría decir que ya por entonces utilizaban disfraces. Incluso mucho más tarde se tiene constancia de que los sumerios ya empleaban pinturas y máscaras con el objetivo de ahuyentar los espíritus malvados. Y eso por no hablar de cómo los griegos utilizaban máscaras…
Sin embargo, los disfraces comenzaron a popularizarse en la antigua Roma, ya que durante la celebración de las Saturnales, fiestas en las que se permitían todo tipo de excesos, muchos ciudadanos --sobre todo los que debían salvaguardar su reputación-- se ocultaban detrás de disfraces con el objetivo de que nadie les reconociera mientras se daban a todo tipo de desmadres.
El carnaval cristiano
Con la llegada del cristianismo, se comenzó a celebrar el Carnaval, pero se trató de rebajar el nivel de excesos y durante siglos fue así. Sin embargo, en la Edad Media volvieron a retomarse costumbres como la de disfrazarse o esconderse tras máscaras (muchas de ellas antropomórficas), sobre todo los miembros de la nobleza, ya que así se podían mezclar con el pueblo llano durante esos días.
Concretamente fue en Venecia, ciudad en pleno esplendor gracias a su capacidad comerciante. Esa tradición perduró y todavía hoy el Carnaval de Venecia es uno de los principales del mundo. Es más, los disfraces que allí se suelen llevar están cargados de historia.
Carnaval y Halloween
Esta es la pregunta que cualquiera puede hacerse, ya que son las dos épocas del año en las que resulta habitual disfrazarse. Y la respuesta básicamente se haya en el origen de la propia palabra disfraz, ya que en ambos casos, el objetivo es que nadie reconozca al portador del atuendo.
En el caso de los Carnavales, la persona disfrazada trataba de pasar inadvertida en el jolgorio, mientras que en Halloween el disfraz sirve para que los muertos no les reconozcan la noche en que vuelven a pulular por la tierra.
Significado de disfraz
La primera acepción del Diccionario de la Real Academia Española define disfraz como “Artificio que se usa para desfigurar algo con el fin de que no sea conocido”. Y es precisamente ese el origen del término.
Al parecer disfraz proviene de disfrazar, que a su vez es una variación de desfrezar, que viene a significar “deshacer la huella o el rastro dejado por un animal”. Por lo tanto, disfrazar es sinónimo de ocultar, camuflar o enmascarar. Y ese es el principal cometido de los disfraces: ocultar la identidad del que los viste.
¿Qué se oculta en Halloween?
Tanto en el Samaín celta como posteriormente, la noche del 31 de octubre y la madrugada del 1 de noviembre es la elegida por los muertos para volver a la tierra de los vivos. De hecho, es entonces cuando se les honra tanto en las religiones paganas como en el cristianismo.
No obstante, muchos no eran amigos de que los familiares muertos volvieran de sus tumbas, ya que podían cobrarse deudas o tomar alguna que otra represalia por algún suceso del pasado. Por esa razón, comenzaron a disfrazarse con el clásico aspecto tenebroso, tratando de parecer que ya estaban muertos y que, de ese modo, el difunto lo confundiera.
Disfrazados por miedo
Por lo tanto, en la Noche de Halloween la gente no se disfrazaba de un modo horroroso para asustar a los demás, sino que lo hacía por miedo, ya que de ese modo evitaban que algún espíritu llegado del más allá se fijara en ellos. Así, si estaban disfrazados como demonios o monstruos, se librarían de una visita cuanto menos inconveniente.
Por otro lado, hay una corriente que apunta que los celtas se vestían de este modo para honrar a los muertos. Sea como fuere, la tradición de los disfraces terroríficos ha llegado a nuestros días y, en cierto modo, se ha banalizado como la propia celebración en sí misma.